De un ecologista como López de Uralde, tal vez ni fiarse.
¿Qué pasa si pasamos y apostamos por la agricultura ecológica? Pues que sobreviene un encarecimiento de los precios con consecuencias fáciles de valorar: ruina para las familias. A poca gente le interesa pagar más por unos tomates supuestamente “ecológicos” que por unos no “ecológicos”, y tal y como está el patio, y dado que no somos autótrofos, este señor debiera saber que con la comida no se juega, y menos a hacer negocios ruinosos y de dudosa calidad.
Para serles francos, los pesticidas e insecticidas garantizan que ciertos bichos no se coman la fruta. Si dejamos de ponerles estos productos no nos quedarán más que un par de opciones, ¿o comernos la manzana recortando por donde empezó a comer el gusano o arrojamos kilos y kilos de manzana a la basura porque el consumidor no quiera nada estropeado tal y como ocurre con muchos productos de agricultura ecológica antes de llegar a los mercados?
Y luego está el asunto de las mal llamadas energías renovables. Cualquiera que conozca el 2º principio de la termodinámica sabe que la energía no se renueva, se degrada hasta ser irreutilizable, no se puede hablar por tanto de un ciclo de la energía. Por ello, todas las energías renovables precisan de una fuente inagotable de energía transformable, la energía solar y la eólica por ejemplo. Pero el problema de la solar es que su producción está limitada a solo unas horas de producción, su rendimiento energético es de menos de un 20 % (de cada 100 julios de energía solar que llega absorbe menos de 20 J). La eólica por el contrario no se puede instalar en muchos sitios, y tiene un inconveniente serio hoy por hoy, y es que su producción no es regular y presenta serias discontinuidades. Los vientos soplan por lo general con una intensidad variable, esto genera una producción variable para una sociedad que necesita una producción constante y continua, y esto implica mantener encendidas otras centrales eléctricas como las térmicas y nucleares. Por ahora se busca una solución al problema y hay propuestas de todo tipo, pero me consta que ninguna es propuesta por los ecologistas.
Por ello, ante las propuestas de López de Uralde ni fiarse. Si un ecologista no está dispuesto a renunciar al transporte privado para pasar al transporte público, sino está dispuesto a renunciar a su barata factura de la luz frente a una cara factura en energía solar, de ese ecologista mejor ni fiarse.
Pero lo que más me llama la atención, es la demagogia de López de Uralde al asegurar que se pueden crear 2.7 millones de empleos en energías renovables, es decir, que el 7 % de la población activa se dedique a dicho sector. ¿Podría ser tal cosa creíble? Pienso que no, salvo que se encareciese la factura de la luz para mantener a tanta gente en ese sector.
Uralde es un tipo de perfil político nulo, desconocido para muchísima gente, y solo adquirió fama intentando sabotear un acto internacional. Su gestión al frente Greenpeace es desconocida por todos, pues a nadie le importa Greenpeace. El éxito tal vez más conocido por López de Uralde es haber dinamitado el famoso plan hidrológico nacional del PP que habría dotado de agua del Ebro no solo a Barcelona, sino a casi Valencia y Murcia. Pero su pésimo ecologismo empujó a la construcción de las caras y contaminantes desaladoras, y al encarecimiento del agua y ruina de agricultores.
Después de todo, cabe preguntarse si un ecologista que pretende cultivos ecológicos y destripa leyes hidrológicas que permiten mejor el aprovechamiento del agua y riego de cultivos puede ser coherente. Yo creo que no, y son más los problemas que este hombre quiere ocasionar que soluciones eficaces pretender dar.