La esencia del progresismo en peligro.

Una de las mayores luchas del progresismo es por la tolerancia. Tristemente es un valor en retroceso, un valor que cada vez se interpreta de forma torticera. El asunto de las capillas en la universidad revela la caída de muchísimos jóvenes en el llamado falso progresismo adoptando posturas retrogradas que se suponían superadas del pasado.

La vuelta de la intolerancia es un peligro para todos. Una cosa es combatir a los intolerantes dándoles la espalda o minimizando a la nada su acción dañina en la sociedad. Y otra es criar más intolerantes como respuesta a otros intolerantes. Combatir la intolerancia con la intolerancia es la postura inmadura de personas que habiendo renunciado a la fuerza de convicción de los argumentos y la razón, imponen sus ideas como un intento desesperado de ganar un terreno que no consiguen ganar mediante la tolerancia.

Hay quien me rebatirá que debemos ser tolerantes con batasuna. Tolerancia ya tenemos y mucha con batasuna, que puede hablar casi a diario en los medios de comunicación, pero no podemos permitirles acceder a puestos donde financiarán a terroristas. Como sociedad tenemos derecho a protegernos de los asesinos y de quienes les apoyen, bastante es que se manifiesten, pero no podemos permitirles actuar ni que se les respalde.

Por eso me sorprende que aquellos que se autoproclaman progresistas desde PSOE e IU, o desde agrupaciones estudiantiles, abracen de una forma irracional, retrograda posturas ultramontanas más propias de la caverna que de la ilustración o que de nuestra constitución.
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