Sobre la familia.
Desde que empezaron a tirar balones fuera sobre la familia, cosa que para algunos comenzó todo hace algo más de un siglo y para otros hace cinco años, se han dicho y se siguen diciendo cosas que a mi juicio son irreales o utópicas.
Hace cien y pocos años, cuando algunos países dejaron de perseguir abiertamente la prostitución o relajaron dichas persecuciones, se aseguró que las meretrices destruirían a las familias. Pero como la destrucción de la familia no vino de aquello, más tarde, se empezó a asegurar que la destrucción familiar la traería el divorcio. Las familias rotas se divorciaron o separaron, pero la gran mayoría resistió. Visto no suficiente con las sandeces dichas, se aseguró que la familia sería destruida por los matrimonio gays, pero 4 años después de aquello, ahora dicen que la familia resistió y que sigue en la misma crisis que antes.
Se dice y se decía que solo Cristo y la Iglesia podían salvar a Europa, ahora nos cuentan que solo la Familia puede salvar Europa. Ya no es Cristo el que salva, ahora solo es la familia. Tantos años de religión para luego que nos cuenten esto. El Papa se suma a lo mismo, nos asegura que es la familia el camino seguro para encontrar y conocer a Dios.
Estas últimas frases son vacías, frases para el momento que no dicen nada para la posteridad. Con esto se anima el cotarro y nada más, después nada queda de aquello. No son grandes frases de las que saquemos una gran verdad, pues en la realidad no se sostienen. Una mafiosa y católica familia Italiana desde luego no es el camino ideal para encontrar a Dios, tampoco una católica familia tradicional de hace un siglo donde la mujer aguanta las embestidas violentas del marido. Una familia atea o agnóstica tampoco es ideal para encontrar a Dios.
En las familias hay por lo general de todo y lo contrario de todo. Hay familias donde los padres no han sabido o no han querido transmitir su Fe a sus hijos, hay familias donde un hijo sale católico y los padres son ateos. Hay familias donde se odia la religión, y eso que los padres eran muy católicos antes. Hay familias en las que las ideas católicas terminan provocando aversión a los hijos. Es tan complicado hablar de las familias, que cuando escucho estas frases lanzadas tan a la ligera me cuesta comulgar con las mismas. Generalmente solo vienen de personas con una visión pobre de la realidad, inmersas en una burbuja católica, fuera de la cual solo sienten pánico y terror.
Por ello es normal que sientan horror por las prostitutas, los divorcios, por los matrimonios gays o por incluso las nuevas relaciones de convivencia de la juventud. Y cuando hablan de la perversión del mundo, no llegan a darse cuenta que a su forma tan incomprendida de ver el mundo y la realidad es el mundo quienes les toma a ellos por desviados y pervertidos. El desprecio y el odio es reciproco.
Las familias católicas no son ni serán el ejemplo salvador como quieren ahora decir los obispos. No pueden salvar el mundo porque para este son totalmente invisibles. Carecen de esa capacidad y lo vemos todos los días. Bastante tienen muchas familias con llegar a final de mes, pagar la hipoteca o el alquiler, poder irse de vacaciones con los hijos o encontrar tiempo libre para ellos. Bastante les cuesta su educación y hacer vida en pareja. Y las familias que tienen tiempo, son por lo general incapaces porque ciertos talentos no han sido repartidos de la misma forma a todos.
Lo mejor es explotar el potencial del evangelio y no el de los fríos e inútiles catecismos, evitar condenar a este mundo que tanto se habla tan mal de él en las homilías, y renovar la cúpula eclesial, pues la verdadera causante de los problemas está en los obispos, que convencen a regañadientes a los muy practicantes, no convencen a los menos practicantes y generan rechazo a los no católicos. Y cuando hacen titulares de prensa, casi siempre despiertan unos fervorosos odios que los dejan inutilizados para la evangelización.
Hace cien y pocos años, cuando algunos países dejaron de perseguir abiertamente la prostitución o relajaron dichas persecuciones, se aseguró que las meretrices destruirían a las familias. Pero como la destrucción de la familia no vino de aquello, más tarde, se empezó a asegurar que la destrucción familiar la traería el divorcio. Las familias rotas se divorciaron o separaron, pero la gran mayoría resistió. Visto no suficiente con las sandeces dichas, se aseguró que la familia sería destruida por los matrimonio gays, pero 4 años después de aquello, ahora dicen que la familia resistió y que sigue en la misma crisis que antes.
Se dice y se decía que solo Cristo y la Iglesia podían salvar a Europa, ahora nos cuentan que solo la Familia puede salvar Europa. Ya no es Cristo el que salva, ahora solo es la familia. Tantos años de religión para luego que nos cuenten esto. El Papa se suma a lo mismo, nos asegura que es la familia el camino seguro para encontrar y conocer a Dios.
Estas últimas frases son vacías, frases para el momento que no dicen nada para la posteridad. Con esto se anima el cotarro y nada más, después nada queda de aquello. No son grandes frases de las que saquemos una gran verdad, pues en la realidad no se sostienen. Una mafiosa y católica familia Italiana desde luego no es el camino ideal para encontrar a Dios, tampoco una católica familia tradicional de hace un siglo donde la mujer aguanta las embestidas violentas del marido. Una familia atea o agnóstica tampoco es ideal para encontrar a Dios.
En las familias hay por lo general de todo y lo contrario de todo. Hay familias donde los padres no han sabido o no han querido transmitir su Fe a sus hijos, hay familias donde un hijo sale católico y los padres son ateos. Hay familias donde se odia la religión, y eso que los padres eran muy católicos antes. Hay familias en las que las ideas católicas terminan provocando aversión a los hijos. Es tan complicado hablar de las familias, que cuando escucho estas frases lanzadas tan a la ligera me cuesta comulgar con las mismas. Generalmente solo vienen de personas con una visión pobre de la realidad, inmersas en una burbuja católica, fuera de la cual solo sienten pánico y terror.
Por ello es normal que sientan horror por las prostitutas, los divorcios, por los matrimonios gays o por incluso las nuevas relaciones de convivencia de la juventud. Y cuando hablan de la perversión del mundo, no llegan a darse cuenta que a su forma tan incomprendida de ver el mundo y la realidad es el mundo quienes les toma a ellos por desviados y pervertidos. El desprecio y el odio es reciproco.
Las familias católicas no son ni serán el ejemplo salvador como quieren ahora decir los obispos. No pueden salvar el mundo porque para este son totalmente invisibles. Carecen de esa capacidad y lo vemos todos los días. Bastante tienen muchas familias con llegar a final de mes, pagar la hipoteca o el alquiler, poder irse de vacaciones con los hijos o encontrar tiempo libre para ellos. Bastante les cuesta su educación y hacer vida en pareja. Y las familias que tienen tiempo, son por lo general incapaces porque ciertos talentos no han sido repartidos de la misma forma a todos.
Lo mejor es explotar el potencial del evangelio y no el de los fríos e inútiles catecismos, evitar condenar a este mundo que tanto se habla tan mal de él en las homilías, y renovar la cúpula eclesial, pues la verdadera causante de los problemas está en los obispos, que convencen a regañadientes a los muy practicantes, no convencen a los menos practicantes y generan rechazo a los no católicos. Y cuando hacen titulares de prensa, casi siempre despiertan unos fervorosos odios que los dejan inutilizados para la evangelización.