No gusta que escriba sobre los posible motivos de Juan Pablo II respecto a la flagelación. Pero sigo insistiendo, me parece una barbaridad y todo un disparate hacer con ello causa de santidad del Papa. No se los motivos y me parece que fuera cuales fueren, el fin no justifica los medios.

No sé que esperan los promotores de la causa de beatificación de Juan Pablo II, ¿que lo veamos más santo porque en privado se azotaba o se colocaba cilicios? La búsqueda del dolor no es signo alguno de santidad, sino de estar mal de la cabeza. Y si esto es así y el Papa le daba a los látigos, más que un Papa Santo la cristiandad tuvo a un Papa masoquista. No vivimos en la europa medieval, ni tampoco a fines del siglo XIX. Hay cosas que en tiempos pasados eran bien vistas incluso por ignorancia.

Pues si nos vamos quejar los católicos de los sadomasoquistas, ¿a que altura quedamos nosotros si consentimos que algunos de los nuestros la practiquen con excusas de buenas para la Fe? Si Wojtyla practicaba la flagelación creo y afirmo que no estaba él bien por algún motivo. ¿Por qué es criticable lo uno y lo otro en cambio no? ¿Acaso son los fines lo que justifican los medios?

Ya se que a algunos les pareció una provocación este artículo. Pero creo que es mejor que nuestra Fe se depure de las flagelaciones públicas o privadas, algunas de las cuales han desembocado en excesos que han costado hospitaliciones o la vida.

Querer provocarse dolor es en mi opinión un sintoma de no funcionar algo bien en la cabeza, y hasta es estudiado como una parafilia por los siquiatras.

Si en el catolicismo hay gente así, más vale criticarlos. Sea el Papa o un simple laico. Pero eso son situaciones a mi juicio aberrantes, que nos denigran como católicos, que nos hace parecer personas que en privado nos automutilamos o flagelamos por culpa de impulsos reprimidos y lo cierto es que no es verdad. No somos personas obsesionadas.

PD: Me cuesta aún así creer que Juan Pablo II llegase a eso. No obstante si así fuera, es absurdo contar semejante intimidad de la cual el nunca alardeo por motivos personales, tal vez no la vería el mismo con buenos ojos o sentiría vergüenza.