Las flagelaciones.
Hubo polémica en el post anterior por comentar los motivos que pudieran empujar al Papa Juan Pablo II a flagelarse. Sus motivos tendrá, sea cuales sean, no son en mi opinión justificables. Eso si son ciertos, que tal vez ni lo sean.
No voy a criticar si Thomas Becket o San Francisco u otros se flagelaban o no, algo, bastante o nada se sabe sobre eso. No son modelos de santidad por sus flagelaciones si las hubiese, lo son por otros motivos. Pero aquellos personajes vivían en otros tiempos, estaban inmersos en una cultura cristiana diferente a la nuestra. En aquellos días quemar a alguien por sus ideas heréticas estaba bien visto y hasta justificado por la Iglesia. Se creía muchísimo que la culpa de los impulsos sexuales de una persona residían en su cuerpo y no en su mente, y por ello había flagelaciones y hasta amputaciones. Incluso hasta las penitencias llegaban a ser imposibles de cumplir en vida, o hasta disparatadas.
Pero vivimos otros tiempos, la mentalidad es diferente, y no podemos justificar la flagelación como una penitencia. Una flagelación es una agresión, y quien se flagela o consiente que se le flagele, no está bien de la cabeza. Me da igual si el flagelado es Juan Pablo II o un laico del Opus. La gente normal y corriente, no va por ahí pidiendo latigazos o encerrándose en sus aposentos para ocasionarse daño.
Las personas normales no vamos por ahí fustigándonos con látigos y cilicios, y menos tras confesarnos o como penitencia. Si alguno opta por semejante idea en una cultura europea, en una época como la de hoy, es que no anda muy bien de la cabeza. Incluso algunos sicólogos catalogarían eso hasta de posible parafilia masoquista, y con eso ya abrimos la puerta a las enfermedades mentales. La depresión, la esquizofrenia, la ansiedad, los desordenes de personalidad, la bipolaridad, falta de autoestima, etc, presentan síntomas autolesivos en algunos pacientes, y muchas de estas personas intentan justificar sus autoagresiones de formas insólitas. Tratar de justificar las flagelaciones como una penitencia, es una excusa parecida a las mujeres que dicen que sus moratones en los ojos son de caerse por la escalera.
Pero es grave que la admiración por una persona lleve a cerrar los ojos a sus seguidores. Los fans de Michael Jackson justificaban el acercamiento de este a los niños a pesar de todas las acusaciones, los devotos de Maciel cerraban los ojos ante todas las acusaciones sexuales a su persona, los devotos de Zapatero creen que en medio de esta crisis España va muy bien, incluso los alemanes creían que ese humilde y gran orador bien repeinado y con mostacho era un angelito que llevaba a los Judíos a un lugar mejor, y eso que había signos y rumores por todos los lados. Cuando se admira a una persona con excesiva devoción, hay cosas que nos negamos a ver o no queremos ni pensar.
En nuestro caso, la corte del Papa sabe lo que hace Juan Pablo II en su intimidad, y no obstante, lo ocultan. ¿Por qué? Porque saben perfectamente que no era beneficioso para la buena imagen del Papa. Muerto este lo sacan a la luz, y lo peor es que intentan justificarlo como una causa más para honrar a su persona. Tal vez mañana sepamos que esto de las autoflagelaciones era todo mentira.
Tal vez todo esto sea una exageración de una monja chismosa, y las sacudidas del dormitorio del pontífice era que este saltaba a la comba o en la cama, o bien que ella anda algo mal de la cabeza.
No voy a criticar si Thomas Becket o San Francisco u otros se flagelaban o no, algo, bastante o nada se sabe sobre eso. No son modelos de santidad por sus flagelaciones si las hubiese, lo son por otros motivos. Pero aquellos personajes vivían en otros tiempos, estaban inmersos en una cultura cristiana diferente a la nuestra. En aquellos días quemar a alguien por sus ideas heréticas estaba bien visto y hasta justificado por la Iglesia. Se creía muchísimo que la culpa de los impulsos sexuales de una persona residían en su cuerpo y no en su mente, y por ello había flagelaciones y hasta amputaciones. Incluso hasta las penitencias llegaban a ser imposibles de cumplir en vida, o hasta disparatadas.
Pero vivimos otros tiempos, la mentalidad es diferente, y no podemos justificar la flagelación como una penitencia. Una flagelación es una agresión, y quien se flagela o consiente que se le flagele, no está bien de la cabeza. Me da igual si el flagelado es Juan Pablo II o un laico del Opus. La gente normal y corriente, no va por ahí pidiendo latigazos o encerrándose en sus aposentos para ocasionarse daño.
Las personas normales no vamos por ahí fustigándonos con látigos y cilicios, y menos tras confesarnos o como penitencia. Si alguno opta por semejante idea en una cultura europea, en una época como la de hoy, es que no anda muy bien de la cabeza. Incluso algunos sicólogos catalogarían eso hasta de posible parafilia masoquista, y con eso ya abrimos la puerta a las enfermedades mentales. La depresión, la esquizofrenia, la ansiedad, los desordenes de personalidad, la bipolaridad, falta de autoestima, etc, presentan síntomas autolesivos en algunos pacientes, y muchas de estas personas intentan justificar sus autoagresiones de formas insólitas. Tratar de justificar las flagelaciones como una penitencia, es una excusa parecida a las mujeres que dicen que sus moratones en los ojos son de caerse por la escalera.
Pero es grave que la admiración por una persona lleve a cerrar los ojos a sus seguidores. Los fans de Michael Jackson justificaban el acercamiento de este a los niños a pesar de todas las acusaciones, los devotos de Maciel cerraban los ojos ante todas las acusaciones sexuales a su persona, los devotos de Zapatero creen que en medio de esta crisis España va muy bien, incluso los alemanes creían que ese humilde y gran orador bien repeinado y con mostacho era un angelito que llevaba a los Judíos a un lugar mejor, y eso que había signos y rumores por todos los lados. Cuando se admira a una persona con excesiva devoción, hay cosas que nos negamos a ver o no queremos ni pensar.
En nuestro caso, la corte del Papa sabe lo que hace Juan Pablo II en su intimidad, y no obstante, lo ocultan. ¿Por qué? Porque saben perfectamente que no era beneficioso para la buena imagen del Papa. Muerto este lo sacan a la luz, y lo peor es que intentan justificarlo como una causa más para honrar a su persona. Tal vez mañana sepamos que esto de las autoflagelaciones era todo mentira.
Tal vez todo esto sea una exageración de una monja chismosa, y las sacudidas del dormitorio del pontífice era que este saltaba a la comba o en la cama, o bien que ella anda algo mal de la cabeza.