La lluvia y las procesiones.
Dicen que uno debe sentir el espíritu de las procesiones en su interior. No casa conmigo, pero estoy dispuesto a respetar las procesiones como una muestra de religiosidad y devoción que no hacen ningún mal ni ningún daño. Ahora bien, si se va a llorar por lo que veo que se llora, y esto ocurre todas las Semanas Santas, me parece que mas valdría acabar con las procesiones porque ese fanatismo no es nada sano.
Siendo yo una criatura inocente, con pocos añitos, lloraba viendo las películas de Jesucristo viendo lo que le hacían a Jesucristo. Es normal que lloremos por lo que se le hace a las personas que queremos, o más bien por lo que se les hizo. Lloramos hasta su perdida aunque sepamos que están ahí cerca. Con las procesiones yo no lloraba por amor al Cristo, sino por miedo a los Nazarenos que me parecían fantasmas y representantes de los verdugos, eso me ocurría en mi ignorancia. Pero cuando ahora veo como lloran algunos porque la lluvia no permite sacar al Cristo de Medinaceli o al Cristo del Gran Poder, me pregunto más que nunca porque no lloran por lo que le hicieron a Jesús que por pasear su efigie torturada por las calles.
Motivos hay muchos y para llorar, perdida de seres queridos, perdida del trabajo, un cáncer grave que te han detectado, la boda de tus hijos, etc. Pero llorar por no poder asistir a un paso de una imagen cuando lo has hecho montones de veces otros años es fanatismo.
Además, en un mundo normal, si yo quiero pasear por la calle una imagen, le pongo un toldo o paraguas sino quiero que la lluvia perjudique a la imagen. No hace falta ponerle un forro, aunque se podría intentar. Los fieles estarán tan gustosos de ir a una procesión con lluvia o sin ella. Es más, si una imagen es muy delicada, no debiera sacársela en procesión del templo y más valdría sacar una réplica exacta. Si algún día se les rompe no quiero imaginar como se pondrían en su fanatismo. Pero como digo, en un mundo normal, si un día graniza o llueve, y más cuando podemos saberlo con relativa exactitud casi una semana antes, se puede diseñar un plan alternativo como adelantar o atrasar una procesión para que no coincida con la lluvia. Pero la obcecación fanática y poco práctica de las hermandades y cofradías, les lleva antes a chafar los planes tontamente y a acusar a la lluvia de su desdicha, cuando los culpables son ellos por no buscar soluciones a un problema persistente en todas las semanas santas. Es más, es preferible bendecir la lluvia, que limpia la atmósfera, riega los campos y nos da agua para nuestras necesidades a maldecirla por pasear una imagen.
Es más, que absurdo resulta escuchar gilipolleces como que el Cristo del Gran Poder hace más milagros que el de Medinaceli. Cristo solo hay uno y ese folclore ridículo por atribuir más milagros a una imagen que a otra es pernicioso, pues atribuye a Dios favoritismos inexistentes. Todavía tengo en mi retina a ese impresentable del presidente del Betis, Manuel Ruiz de Lopera, pidiendo victorias para su equipo a no se que imagen y en no se que procesiones, ahí falló el Cardenal Amigo que debería haberle abroncado en público por rezar con mala Fe.