El misionero que no bautizó a ningún indígena desata las iras de la Caverna.

Ha encolerizado al líder de la Caberna el saber que este pobre misionero que lleva 40 años de labor no ha bautizado a ningún indio yanomani. Y como ya se sabe, este señor prefiere destruir en unas líneas la labor y trabajo de un señor que lleva 40 años de trabajo con los indígenas.

Pero nuevamente hace resonar este señor a los infiernos, que arden clamorosos porque los Yanomani van a caer en ellos, puesto que el líder de la Caverna ha dictaminado que esos pobres hombres semidesnudos irán al infierno (como si el mismo fuese Dios lo cual es herejía se mire por donde se mire). Negar la compasión de Dios es otra herejía.

Pues pueden estar tranquilos los Yanomani, porque si son buena gente Jesucristo, el Dios que se hizo hombre abrazando la condición humana hasta su muerte en una cruz, los va a salvar por mucho que grite el orgulloso ser sin corazón que gobierna la Caverna. Al mensaje que este sujeto lanza anunciando un Dios egoísta y perverso, que te condenaría incluso sino eres del Real Madrid, yo antepongo un mensaje de esperanza en ese Dios maravilloso y de amor desinteresado, que quiere salvarnos a todos.

Hay que creer en la compasión de Dios, Jesucristo lo era en exceso, hasta en los sufrimientos de la Cruz fue compasivo perdonando a quien le insultó. Debe ser que a juicio del líder de la Caverna la compasión es de gilipollas, y por eso se esfuerza por quitarle la compasión a Dios.

Respecto al pobre misionero, no me corresponde a mi juzgarlo. No conozco del todo su labor y por un artículo no voy a valorarlo. No tengo referencias de él, y si lo que dice de sobre evangelizar la cultura de los yanomani es cierto y funciona, tal vez no sea la cosa tan mala. Al fin y al cabo, nunca fue bautizado ni San José, ni Santa Ana ni San Joaquín y se les supone salvados.

PD: Si algo debe hacer la Conferencia Episcopal es poner fin a las herejías y rencores de la Caberna y su líder. Yo no soy más que un inofensivo católico que expresa sus opiniones frente a un señor que se está arrojando una autoridad que ni le ha sido concedida para provocar graves confrontaciones y sembrar la cizaña entre personas concretas. De no hacerlo así, puede terminar constituyendo un peligro mayor para los obispos tarde o temprano.
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