Yo no me opongo a la visita del Papa a Madrid.

Con ese título he querido comenzar mi artículo, no fuera a ser que alguno quiera tergiversar mis palabras. Lo que si me opongo es a gastar una cantidad de dinero innecesaria. La visita del Papa no debiera costar ni medio millón de euros.

Ya lo comenté una vez, y muchos me replicaron que querían que se destinase sus impuestos a eso. Los impuestos no están para satisfacer esto, por mucho que nos hayan habituado los sucesivos gobiernos a financiar actos de toda clase y festejos de diversa índole. Los impuestos están para garantizar unos servicios mínimos a una población como la nuestra.

A día de hoy, hay que cubrir algo tan importante como la ley de dependencia. Incluso habría que plantearse una ley de financiación de Cáritas para garantizar que pueda dar unos servicios mínimos en tiempos de crisis o de prosperidad, porque bastante mal lo está pasando ahora Cáritas con la crisis y la atención a tantas y tantas personas. Mucha gente lo está pasando mal todos los días, y no es plan gastarse 50 millones en que un millón de personas lo pasen bien dos o tres días.

Gastarse las instituciones públicas 25 millones es un disparate. Y que Antonio María Rouco se mueva por el Ibex 35 a recaudar otros 25 millones me parece una insensatez. Esto de montar una fiesta por todo lo alto, cueste lo que cueste, y sin preocuparse por los gastos, es una insensatez y una hipocresía.

¿Qué haría yo con 50 millones de euros? Pues miren, le pagaría a 10000 mujeres para que no abortasen y diesen a su hijo en adopción. Con 50 millones financiaría durante un año la ley de dependencia de 5000 personas. Con 50 millones se puede pagar 100000 mensualidades de paro. En manos de Cáritas, ese dinero financiaría 10 millones de comidas en sus comedores. Todo esto compensa más que financiar un festejo como este u otros semejantes que financian ayuntamientos, pueblos, gobierno y comunidades autónomas.

Tal vez esos señores que van diciendo para lo que quieren que se destine sus impuestos, debieran defender ahora que les gusta mucho más celebrar suntuosos actos, que son agujeros de dinero, a usarlo para dar un servicio a personas que de verdad lo necesitan.

Cincuenta millones dan para mucho, lo que me sorprende es que si con menos de medio millón se puede hacer todo igual, se pretenda hacer lo mismo pero con 50 millones. No sé si la pretensión es meter a obispos, prensa y sacerdotes en hoteles de lujo, si la pretensión es regalar bocadillos, rosarios, camisetas y mochilas a todo el mundo. Pero de lo que si estoy seguro, es que quien si va a venir a Madrid no van a ser los católicos de las fabelas brasileñas o los católicos del Congo, serán solamente los pudientes que pueden consentirse el capricho de aparecer por aquí, y esos pueden pagarse 30 o 50 € para recibir mochilas, bocadillos, rosarios y camisetas.

Y a todo esto, ¿Cuándo va alguna personalidad a devolver como un Boomerang al Papa sus palabras sobre el hambre? A Benedicto XVI hay que exigirle que sea coherente con lo predica. Los 50 millones de su visita dan para mucho, sobre todo para muchas bocas y familias. Que pena que aquí nos los gastemos en una semana para un jolgorio que en unos días quedará olvidado a la espera de otro despilfarro parecido, ya sea aquí o en otra parte del mundo. En Valencia el Gurtel se comió a bocados el dinero de su visita y en Madrid aun está por ver.
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