El poder de la oración sobre nosotros que tiene el “Padre Nuestro”.
A los tres meses de llegar a España, y de estar al cuidado de aquel señor mayor, la relación había empezado a hacer aguas. El muchacho venezolano supo por boca de un amigo, que su novio en medio de la soledad, la tristeza y las dudas de sentirse abandonado en Venezuela, le había puesto cuernos. Fue a mi amigo sacerdote a contarle lo ocurrido, y a decirle que de la irritación que sentía dejaría en Venezuela a su expareja, por infiel, por dudar de él e irse a buscar cariño en otros. Mi amigo sacerdote, triste por la decisión, recordó el “Padre Nuestro” de misa y le propuso recitar el padre nuestro, fue llegar a aquel fragmento en que pedíamos a Dios: “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, y entonces insistió a su feligrés venezolano que si rezaba a Dios con esa oración pidiendo el perdón, debía perdonar las ofensas que su exnovio le había ocasionado y comprarle el billete a s novio para traerlo a España y salvarle su vida de la muerte si dejaban de llegar definitivamente los tratamiento a Venezuela. El muchacho venezolano dudó, la rabia no se lo permitía, no quería, pero comprendió que no podía dejarlo morir allí a su exnovio, no podía… Por eso, tomó la dolorosa decisión de comprarle el billete y traerlo, aunque por un tiempo prolongado no quiso ni verlo aquí en España. De el venezolano con VIH y exnovio de su feligrés se ocupó mi amigo sacerdote, que lo ubicó como pudo y lo puso en contacto con asociaciones que le proveerían de tratamiento.
Meses después, mi amigo sacerdote recibe la visita de su feligrés en la parroquia con el dinero que iba a pagarle por el billete con el que se pudo venir a España. Pero mi amigo sacerdote volvió a pedirle que recitase la otra versión del padre nuestro, y al llegar al fragmento: “perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. El feligrés venezolano se quedó pálido, le había perdonado una cuantiosa deuda, no dudó en preguntarle el motivo a lo que mi amigo sacerdote contestó: “Te pedí que te aplicases la versión del padre nuestro sobre el perdón a las ofensas, perdonaste a quien amabas y que te ofendió con sus dudas e infidelidades. Pues bien, yo he tenido que hacer lo mismo contigo, y aplicarme la otra versión del padre nuestro que durante tantos años he rezado. Al pedirte coherencia en lo que rezas, me la he tenido que pedir a mi mismo la misma coherencia”.
Demos aquí por terminada la historia, mi amigo sacerdote me autorizó a contarla. De lo que si presume mi amigo sacerdote, es que por alrededor de 900 € salvó de la miseria a un venezolano, después salvó de la enfermedad y la muerte a otro (con el esfuerzo de a quien ayudó). Y de carambola, como cada uno de los dos muchachos mandan un dinero y comida para sus padres y hermanos en Venezuela, hay otros tantos allí que están sobreviviendo por un gesto que tuvo. Y aun así, me comentaba aún: “Parece que hasta el exnovio de mi feligrés, va a traerse de Venezuela a un hermano en cuanto regularice su situación y así ayudar mejor a la familia”. Debo decirlo, y todo por el bendito “Padre Nuestro”.