El caso de Jon Sobrino se parece mucho a otros casos de teólogos censurados por la Santa Sede. El caso de Benjamín Forcano que me lo contó el mismo es bastante similar. Tras publicar Nueva Ética Sexual, durante dos años el libro fue ampliamente aceptado y valorado por sacerdotes y obispos. Hasta que un día recibe una nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe por un proceso extraordinario, ni siquiera ordinario. Se le exige en la nota que aclare diversos puntos de su libro y rectifique otros, Forcano redacta un escrito de 70 páginas y lo envía a la Congregación Para la Doctrina de la Fe. Al cabo de un tiempo recibe un escrito muy breve en el que sin decirle en que está en un error se le censura su libro y se le niega dar clases en una Universidad Católica. Por lo que sé en los claretianos le apoyaron hasta que tuvo que dejar de ser claretiano por presiones sobre sus superiores. A Forcano le contó gente próxima al entonces Cardenal Ratzinguer, que el cardenal había hecho un juicio sobre el libro sin habérselo previamente leído.
El caso de mi Compañero Blogger Juan Masia es semejante, aunque aquí se confabula el Cardenal Arzobispo de Madrid Antonio Maria Rouco Varela con el Cardenal Alfonso López Trujillo para presionar al rector de la Pontificia Universidad de Comillas para que cese a Masia, también de paso se censuran algunos de sus libros.
¿Es así como debe de obrarse en la iglesia? Esto es un escándalo, y más cuando vemos que ciertos sujetos pretenden luego darnos lecciones de moral. Asistiremos además a que existe un corrillo de católicos que acostumbra a llamar valientes a los obispos y al Papa por enfrentarse al mundo, y en cambio estos no dan la cara ni llaman a Roma a muchos teólogos a los que no permiten una defensa y una exposición oral adecuada sobre sus escritos.
Pues que bien nos va con este hatajo de valientes.