A tortas con los desahucios.

Hay lectores que opinan que no se puede hacer una lucha pacífica contra los desahucios, otros que hay que asediar a la clase política hasta en lo privado. Cuando redacté mi carta a Ada Colau era un lunes, y ella estaba siendo ya sometida a escarnio público y político por sus excesos apareciendo ayudas públicas vergonzosas por cosas que eran auténticas gilipolleces. Tengo claro que la culpa no es de la Colau por colársela a un político y una administración pública con algunos estúpidos proyectos, es de los propios políticos por dejar que les cuelen esas cosas y de paso vacíen las arcas públicas.

Pero mi opinión sobre Ada Colau ha venido cambiando en una semana, de una persona positiva contra los desahucios, a una persona que puede ser nefasta y que puede estar radicalizando demasiado una asociación que ha visto crecer de forma oportunista su fama e influencia social sobre la población más vulnerable y desesperada. No me extraña que tal cosa pase por la incompetencia política.

No creo en acciones violentas, ni como respuesta a la violencia. Estoy de acuerdo con acciones de resistencia como impedir el desalojo de una familia, pero no puedo respaldar el ojo por ojo, o el acoso y derribo a las familias de los políticos. Es más, si Ada Colau y su plataforma no cambia pronto de estrategia, se cargará su trabajo y su labor.

Estoy de acuerdo que es violento que a alguien le echen de su casa, estoy de acuerdo con que es malo verte con tus hijos en la calle. Pero no se responde a la desgracia ajena infundiendo desgracias como miedo en las familias de los políticos, porque el miedo no salvará al desahuciado que se quedó sin su hogar. Lo que si puede salvar al desahuciado es que alguno de ese equipo de manifestantes que tiene Ada Colau haga de buen Samaritano y ponga un hogar al desahuciado, y otro venga y le dé un cargo u oficio al padre de familia.

¿Se imaginan todos a donde podemos llegar si al mal respondemos con el mal? Pues a eso es a lo que no quiero que se llegue, a que se responda al mal con el mal. A que las frustraciones se respondan con la ira. A que la intolerancia gobierne en los que piden tolerancia, respeto y ayuda al desamparado frente a los atropellos del capitalismo y de los políticos.
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