La vergonzosa condena eclesial a José Bono.

Emitir condenas es una curiosa especialidad de ciertos católicos. ¿Qué haríamos los católicos sin esos inquisidores y sus continuas condenas? Yo creo que viviríamos mejor todos. Esta visto que cierta gente cree que para corregir hay que condenar, y condenar de forma muy dura. Cierto es que nuestro sistema judicial también condena para corregir, pero mientras que la Iglesia rara vez consigue corregir cuando condena, nuestro sistema judicial, que ya sabemos los muchos defectos que tiene, es considerablemente más eficaz que la propia Iglesia.

Mi opinión es que si algo no sirve o no funciona, es mejor ponerse a pensar porque no sirve o porqué no funciona y después reformarlo. Desgraciadamente a mi alcance solo está razonar porqué son inútiles las condenas eclesiales, la reforma es cosa de obispos, cardenales y de Papas.

Nuestro sistema judicial cuando condena, te enseña que lo que hiciste fue un delito, hasta ahí la Iglesia hace algo muy similar. Pero el problema de fondo es que mientras que muchos presos se convencen de su error y se reforman, la Iglesia no consigue recuperar a casi ningún condenado de sus “errores”. Mientras nuestro sistema judicial condena para integrar posteriormente al condenado en la sociedad, la Iglesia cuando condena no hace nunca esta labor integradora, al contrario, te señala y te aparta ante la mirada de todos, lo cual ya constituye un error.

Pero hay un plus adicional, el asesino, el ladrón, el traficante, etc, saben que lo que hacen está mal, se esconden de hecho no solo para evitar la condena, sino que incluso intentan evitar volver a hacerlo. Tratan de empezar de nuevo. Claro que hay sobradas excepciones de dementes o de individuos verdaderamente perversos, pero son pocas, casos raros. Cuando son atrapados, nuestro sistema judicial procede a encerrarlos y a corregirles para su posterior reinserción.

Con el disidente como Bono, el caso es diferente. Gente como él no mata, no roba, no trafica, etc. De lo que se le condena es algo muchísimo menos grave. El caso es que si como la Iglesia dice, Bono está en un error, lo lógico sería dar argumentos para convencerle y llamarle como mínimo ante alguna autoridad eclesial, que tenga su derecho a la defensa, que reciba argumentos razonables que le convenzan que realmente está en un error. ¿Y todo este montaje para qué? Pues para algo tan sencillo como recuperar la oveja descarriada.

Pero tristemente los poseedores de la verdad no hacen pedagogía de la misma, al contrario, hacen sistemática condena. Si la oveja se extravía, dejemos que se muera y vayámonos con el resto del encarrilado rebaño. Con la mujer adultera, la tiramos piedras por ser muy reputa, que eso de recuperarla no es cosa nuestra sino suya, y tal vez entre pedrada y pedrada se muera pero arrepentida. Y con Zaqueo, rico y opulento pecador, ladrón como nadie, ni su casa pisamos y menos comer de su mesa. Y los médicos son para los sanos y no para los enfermos, que ellos enferman por sus pecados, con un poco de suerte la enfermedad les provoca el arrepentimiento y se mueren por lo menos arrepentidos. Y como hay que cumplir la ley de Dios no les extrañe que no curen en sábado, pues para que van a hacerlo, ejercer medicina para un enfermo en sábado, si el prójimo importa tres pepinos porque para eso previamente lo hemos condenado, los hemos apedreado y entregado a la enfermedad.

Que curioso como son estos iluminados que tantas condenas hacen, que tanto carné de católicos reparten. Cuando algo no les gusta lanzan condenas supuestamente procedentes del cielo y acuden a buscar justicia en los tribunales de los hombres, y cuando estos no les dan la razón, condenan al tribunal y alegan que solo Dios puede condenarles a ellos, pues al parecer ellos están tan limpios de pecado como un sepulcro blanco. Ahora bien, a base de agarrar tan fea costumbre de condenar, es posible que no satisfaciéndoles la justicia del altísimo terminen condenando al mismo Dios en su ceguera mental cual sanedrín hizo con la segunda persona de la Santísima Trinidad.

Pues eso, tengo más sensación que en demasiadas ocasiones son más cristianas las condenas judiciales que las eclesiales. Por los menos, el sistema judicial busca la justicia, el eclesial cree que ha encontrado a Dios y ha dejado por tanto de buscarlo. El sistema judicial tiene capacidad de admitir sus errores y hacer penitencia, el eclesial no admite sus errores y no hace penitencia, es más, hasta honra a sus impresentables condenadores.

No obstante, y por fortuna, en la viña del señor hay de todo y lo contrario de todo. Y mientras haya gente de buen corazón, mientras haya gente dispuesta a integrar eclesialmente aunque más bien vayan por libre, mientras haya gente que quiera pararle los pies a estos sujetos, hay esperanza, y la hay mientras seamos mayoría. Quienes condenan son solo unos pocos deseosos de expulsarnos a todos, porque a base de condenarnos por todo esconden sus más graves vergüenzas, no vaya a ser que nos fijemos en ellos.
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