Armas de doble filo, los catecismos
El enfoque catequético de preguntas y respuestas memorizables se pensó para épocas de analfabetismo, como recurso para grabar la enseñanza en las mentes infantiles. Junto a las ventajas de los resúmenes fáciles, conllevaba el peligro de anquilosar la comprensión de la fe en fórmulas que se convierten en ropa estrecha cuando la persona crece.
La publicación del Catecismo del 92 por Juan Pablo II (así como la de su encíclica sobre el Resplandor de la Verdad) tranquilizó a quienes deseaban seguridad, claridad y certezas de máquina de respuestas automáticas, pero creo dificultades para quienes intentaban crecer en la adultez de la fe, después del Concilio Vaticano II.
Como está de nuevo de actualidad el tema de los catecismos, dediquemos unos comentarios al problema del arma de dos filos que supone su doble lenguaje.
En una entrevista acerca de la encíclica Veritatis splendor, comentaba el filósofo hermeneuta francés Paul Ricoeur el aspecto dialogante del texto elegido por Juan Pablo II como tema melódico de la encíclica: "¿Qué he de hacer, Maestro?". Veía el filósofo francés en ese texto una invitación al diálogo, que contrasta con el énfasis de la encíclica en una moral mucho más de respuestas que de preguntas.
El texto de Mt 19 muestra, a juicio de Ricoeur, un equilibrio inestable entre continuidad con el judaismo y ruptura con relación a la mentalidad centrada en la ley. El "tú, sígueme" evangélico recalca un aspecto singular, vocacional e histórico, mientras que el énfasis de la encíclica recae sobre lo inmutable y universal. La noción de verdad de la encíclica le parecía a Ricoeur demasiado unívoca, con más peso en lo helénico, neoplatónico y agustiniano que en lo bíblico y en el sentido de lo histórico y lo personal. La encíclica se queda, decía, en Sto.Tomás, como si no hubiera existido Kant y otros después de él.
El texto de Mt 19 es "desestabilizador", pero la encíclica está toda llena más bien de seguridades y certezas. Además, expresaba Ricoeur fuertes reservas con relación a la noción de naturaleza utilizada por la encíclica, para acabar preguntándose "¿no irradia más fulgor la belleza que la verdad?"
El problema subyacente es el haber optado por la claridad y seguridad en vez de asumir a fondo la incertidumbre y el riesgo que conlleva el texto evangélico. De ahí que aparezca en la encíclica, como también en el Catecismo, el problema de la incompatibilidad entre la moral de preguntas y la de respuestas, entre la moral de diálogo y la moral de recetas.
La publicación del Catecismo del 92 por Juan Pablo II (así como la de su encíclica sobre el Resplandor de la Verdad) tranquilizó a quienes deseaban seguridad, claridad y certezas de máquina de respuestas automáticas, pero creo dificultades para quienes intentaban crecer en la adultez de la fe, después del Concilio Vaticano II.
Como está de nuevo de actualidad el tema de los catecismos, dediquemos unos comentarios al problema del arma de dos filos que supone su doble lenguaje.
En una entrevista acerca de la encíclica Veritatis splendor, comentaba el filósofo hermeneuta francés Paul Ricoeur el aspecto dialogante del texto elegido por Juan Pablo II como tema melódico de la encíclica: "¿Qué he de hacer, Maestro?". Veía el filósofo francés en ese texto una invitación al diálogo, que contrasta con el énfasis de la encíclica en una moral mucho más de respuestas que de preguntas.
El texto de Mt 19 muestra, a juicio de Ricoeur, un equilibrio inestable entre continuidad con el judaismo y ruptura con relación a la mentalidad centrada en la ley. El "tú, sígueme" evangélico recalca un aspecto singular, vocacional e histórico, mientras que el énfasis de la encíclica recae sobre lo inmutable y universal. La noción de verdad de la encíclica le parecía a Ricoeur demasiado unívoca, con más peso en lo helénico, neoplatónico y agustiniano que en lo bíblico y en el sentido de lo histórico y lo personal. La encíclica se queda, decía, en Sto.Tomás, como si no hubiera existido Kant y otros después de él.
El texto de Mt 19 es "desestabilizador", pero la encíclica está toda llena más bien de seguridades y certezas. Además, expresaba Ricoeur fuertes reservas con relación a la noción de naturaleza utilizada por la encíclica, para acabar preguntándose "¿no irradia más fulgor la belleza que la verdad?"
El problema subyacente es el haber optado por la claridad y seguridad en vez de asumir a fondo la incertidumbre y el riesgo que conlleva el texto evangélico. De ahí que aparezca en la encíclica, como también en el Catecismo, el problema de la incompatibilidad entre la moral de preguntas y la de respuestas, entre la moral de diálogo y la moral de recetas.