BRÚJULA Y FARO, EN VEZ DE SEMÁFORO ROJO
Ética de brújula y faro, en vez de moral de semáforo en rojo.
(Notas al cuestionario del Sínodo: Pregunta preliminar)
La pregunta previa referida a todas las secciones dice así: ¿La descripción de la realidad de la familia presente en la Relatio Synodi corresponde a lo que se observa en la Iglesia y en la sociedad de hoy?
A continuación, el Cuestionario explica la intención de esta pregunta preliminar, destinada a orientar todo el conjunto de las 45 preguntas, y dice que estas “preguntas desean facilitar el debido realismo en la reflexión de cada episcopado, evitando que sus respuestas puedan ser dadas según esquemas y perspectivas propias de una pastoral meramente aplicativa de la doctrina” .
Es decir, que las preguntas están hechas desde la ética de brújula y faro, en lugar de la moral de semáforo. Por tanto, conviene que pensemos las respuestas para hacer propuestas con la misma mentalidad abierta de las preguntas.
Es decir, que pensemos las respuestas desde una ética de criterios flexibles para situaciones diversas, en vez de una moral de normas inflexibles aplicadas a casos homogeneizados.
Las doctrinas no son intocables, sino evolucionan. Aunque no cambie la fe, sí evolucionan las creencias que la expresan.
La moral cerrada es “binaria”: 1) normas inflexibles y 2) casos homogéneos.
La ética abierta es “ternaria”: 1) criterios de valores, 2) normas para protegerlos y 3) situaciones diversas.
El filósofo Paul Ricoeur hablaba de dos momentos éticos: el anterior y el posterior a las normas. Para evitar la exageración de aplicar automáticamente normas a casos, hay que partir de la realidad concreta de las situaciones, orientada a la luz de los criterios de valores, que están por encima y preceden a las normas.
Así es la ética de criterios y actitudes, en vez de recetas sin excepciones.
No es una moral meramente deductiva como la que proponía al Concilio Vaticano II aquel esquema preparatorio Sobre el orden moral (felizmente rechazado por el Concilio; lo que dió lugar al alumbramiento de la ética responsable de la Gaudium et spes, lamentablemente maltratada por la teología de Karol Woijtila en la Veritatis splendor) .
Pero la ética abierta tampoco es el otro extremo; no es una moral de situación, sin normas ni criterios. La ética abierta sabe flexibilizar la aplicación de las normas a los casos, pero a la luz de los criterios. Se orienta con la brújula y el faro (criterios, valores), a la vez que mira siempre la realidad ante sus ojos (que le obliga a girar dando un rodeo para esquivar un obstáculo, caminar un rato en dirección opuesta y volver después a la dirección que apuntaba la brújula).
La ética abierta es inductiva y orientada: mira inductivamente la realidad concreta de las situaciones y la ilumina con la luz de los criterios de valores. Por eso no es extraño que nuevas situaciones obliguen a flexibilizar las normas guiadas por los criterios de valores.
En resumen, una ética de criterios y actitudes, a la vez que de atención a lo irrepetible de las situaciones y las personas. Llevan aprendiéndola varias décadas las generaciones formadas en la renovación postconciliar de la mano por ejemplo, de Häring, McCormick, Vidal, Gafo y un larguísimo etcétera... a menudo atacada por la casta de los “inquisidores”...
(Notas al cuestionario del Sínodo: Pregunta preliminar)
La pregunta previa referida a todas las secciones dice así: ¿La descripción de la realidad de la familia presente en la Relatio Synodi corresponde a lo que se observa en la Iglesia y en la sociedad de hoy?
A continuación, el Cuestionario explica la intención de esta pregunta preliminar, destinada a orientar todo el conjunto de las 45 preguntas, y dice que estas “preguntas desean facilitar el debido realismo en la reflexión de cada episcopado, evitando que sus respuestas puedan ser dadas según esquemas y perspectivas propias de una pastoral meramente aplicativa de la doctrina” .
Es decir, que las preguntas están hechas desde la ética de brújula y faro, en lugar de la moral de semáforo. Por tanto, conviene que pensemos las respuestas para hacer propuestas con la misma mentalidad abierta de las preguntas.
Es decir, que pensemos las respuestas desde una ética de criterios flexibles para situaciones diversas, en vez de una moral de normas inflexibles aplicadas a casos homogeneizados.
Las doctrinas no son intocables, sino evolucionan. Aunque no cambie la fe, sí evolucionan las creencias que la expresan.
La moral cerrada es “binaria”: 1) normas inflexibles y 2) casos homogéneos.
La ética abierta es “ternaria”: 1) criterios de valores, 2) normas para protegerlos y 3) situaciones diversas.
El filósofo Paul Ricoeur hablaba de dos momentos éticos: el anterior y el posterior a las normas. Para evitar la exageración de aplicar automáticamente normas a casos, hay que partir de la realidad concreta de las situaciones, orientada a la luz de los criterios de valores, que están por encima y preceden a las normas.
Así es la ética de criterios y actitudes, en vez de recetas sin excepciones.
No es una moral meramente deductiva como la que proponía al Concilio Vaticano II aquel esquema preparatorio Sobre el orden moral (felizmente rechazado por el Concilio; lo que dió lugar al alumbramiento de la ética responsable de la Gaudium et spes, lamentablemente maltratada por la teología de Karol Woijtila en la Veritatis splendor) .
Pero la ética abierta tampoco es el otro extremo; no es una moral de situación, sin normas ni criterios. La ética abierta sabe flexibilizar la aplicación de las normas a los casos, pero a la luz de los criterios. Se orienta con la brújula y el faro (criterios, valores), a la vez que mira siempre la realidad ante sus ojos (que le obliga a girar dando un rodeo para esquivar un obstáculo, caminar un rato en dirección opuesta y volver después a la dirección que apuntaba la brújula).
La ética abierta es inductiva y orientada: mira inductivamente la realidad concreta de las situaciones y la ilumina con la luz de los criterios de valores. Por eso no es extraño que nuevas situaciones obliguen a flexibilizar las normas guiadas por los criterios de valores.
En resumen, una ética de criterios y actitudes, a la vez que de atención a lo irrepetible de las situaciones y las personas. Llevan aprendiéndola varias décadas las generaciones formadas en la renovación postconciliar de la mano por ejemplo, de Häring, McCormick, Vidal, Gafo y un larguísimo etcétera... a menudo atacada por la casta de los “inquisidores”...