Berlusconi contra la Constitución y el integrismo católico contra la teología moral

“Dejadme ir a la casa del Padre”, decía Juan Pablo II. Sufrió el Papa mediático al verse imposibilitado de hablar tras la traqueotomía. En su última aparición en la ventana de la plaza de San Pedro impresionó el gesto rotundo de su mano, incapaz ya de bendecir, golpeando los papeles: era el “no” de Juan Pablo, el Fuerte, que no quiso le llevasen una vez más al hospital. Por su intercesión oramos para que Eluana sea acogida en paz en el seno del Dios Padre y Madre.

Se opone ello la postura de Berlusconi contra la Constitución y la del integrismo de una parte eclesiástica o curial contra la tradición de teología moral católica.

Juan Pablo II había tenido una frase desafortunada, en su discurso de 2004, acerca de considerar la nutrición e hidratación como tratamiento ordinario sin excepciones (ver detalles en Tertulias de Bioética y en Bioética y religión). Dejó perplejos a los teólogos y fue criticado en los medios bioéticos. Pero en los meses siguientes, en vez de responder a esas críticas repitiendo la afirmación como si fuera enseñanza auténtica y definitiva (criterio que suele usar el Vaticano en esos casos de malentendidos), no sólo no la repitió, sino que en noviembre del mismo año reiteró la enseñanza tardicional tal como está en el catecismo y en el documento de 1980 sobre la eutanasia.

El P. John Paris, conocido teólogo moralista norteamericano, lo comentó así:

“Habla el papa un grupo de médicos de orientación ideológica ultraderechista. Dice esas palabras en un discurso de saludo.No son un discurso doctrinal. El Papa saluda a 150 grupos en una semana. Si le visita la Asociación ciclista y les saluda diciendo que la bicicleta es uno de los mejores deportes, a nadie se le ocurre pensar que el tenis y el golf han sido excluidos de la doctrina de la iglesia. Mucho más importante que ese discurso son las repetidas citas del Papa en otras ocasiones aludiendo al documento de 1980 sobre la eutanasia, que claramente permite prescindir de recursos médicos desproporcionados o gravosos”.

De hecho, en su última enfermedad así lo deseó el mismo Juan Pablo II, el Fuerte. Los moralistas como Vitoria consideraban extraordinario hasta el comer un par de huevos o el renunciar al vaso de vino. Cuando le preguntaron a J. Paris por el caso de Terry Schiavo dijo: “Quince años manteniendo a una persona artificialmente es suficientemente desproporcionado y gravoso”.

La respuesta de la CDF a los obispos norteamericanos (2007), que consideró la nutrición y artificial “ordinaria y proporcionada en el caso de estado vegetativo permanente” llevó mucho cuidado de añadir en sus dos respuestas la palabra “en principio” (lo que en el lenguaje críptico-diplomático vaticano –que no satisface, porque se presta a fomentar el doble estándar-, significa que no es absoluto y sin excepciones). Ese mismo cuidado en matizar se nota en el reciente documento Dignitas personae al decir un “no” a lo que sustituye al acto personal y un “sí” a lo que lo favorece, en el caso de Fecundación in vitro. (A muchas personas no les satisfará, pero es la tradición retórica vaticana que puede competir con la japonesa en encontrar soluciones de compromiso diplomático…).

Para explicar la postura de evitar malentendidos y evitar extremismos, pongo en clase dos ejemplos opuestos: 1) El comentario de la CDF en su respuesta a los obispos norteamericanos (2007) y 2)un texto de Peter Singer (Rethinking Life and Death, New York, 1994, p.190).

1)Totalmente de acuerdo con la CDF en su preocupación porque no se deje de cuidar a una persona cuadripléjica o con enfermedad mental o con Alzheimer, y totalmente de acuerdo con que considere a todas las personas sin excepción igualmente valiosas y dotadas de dignidad. Pero de ahí no se sigue que la nutrición artificial sea ordinaria y desproporcionada sin excepciones. Si se suprime en el caso de Eluana, no es por considerarla sin dignidad, sino precisamente para salvaguardar su dignidad.

2) En el texto de Peter Singer (en el que hay mucho de que disentir) se puede coincidir en admitir las excepciones para casos de estado vegetativo prolongado. En cambio disiento totalmente de él cuando da como razón que unas vidas valen más y otras menos. Contra esto último está muy en guardia la CDF y por eso no es de extrañar que evite tanto el peligro de la “pendiente resbaladiza” que se pasa al otro extremo.

Este esfuerzo que hacemos en clase de ética y moral por evitar malentendidos, extremismos e ideologizaciones ayudaría a quienes hablan en nombre de la enseñanza de la iglesia desde puestos de responsabilidad curial de altura a ganar credibilidad y a no atormentar a creyentes razonables y responsables.

Tranquilicemos a la familia de Eluana y recordemos la tradición de teología moral católica que les apoya para respetar la dignidad personal de Eluana.
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