Cenizas de muerte y Aliento de Vida

Cuaresma: Ceniza de fugacidad y Aliento de eternidad


Así celebramos el comienzo de la Cuaresma en una comunidad creyente que se prepara a vivir muriendo hacia la Pascua durante el camino penitencial y bautismal de este tiempo fuerte del año cristiano: recibimos en la liturgia del miércoles inicial el recuerdo de la ceniza y la bendición del Aliento de Vida.

Al recibir este recuerdo y bendición no nos dicen “al polvo volverás”, sino “tus restos se harán polvo, mas tu soplo de Vida vivirá para siempre en el Aliento”.

Para esta comunidad creyente el imperativo del Espíritu, memento, homo: recuerda, criatura humana, se traduce a la luz de la fe, diciendo: Recuerda que no eres solo barro, sino barro animado por el soplo de vida que te infundió el Aliento Recuerda que eres criatura, creada para vivir eternamente. Recuerda que tus restos al polvo regresarán, más tu soplo de vida se transformará absorbido por el Aliento del Espíritu.

Así discurre la acción litúrgica: Delante del altar espera el celebrante, preparado para recordarnos la Palabra y bendecirnos con la aspersión del agua de vida. A sus lados, acompañantes con la bandeja de la ceniza y el agua para la aspersión.

Nos acercamos al altar, como creyentes y penitentes –conscientes del sentido bautismal y penitencial, es decir, de confesión de fe y anhelo de conversión- de este rito cuaresmal.
Venimos a recibir el recuerdo y la bendición, el memento (recuerda) y el laetare (alégrate) de la fe que nos transmitieron tantos hermanos y hermanas seguidores del Espíritu de Jesús como Juan y Magdalena, Pedro o Pablo, Lydia o Marcos y un interminable etcétera en el desfile de los santos...

Mientras la persona que realiza el ministerio diaconal derrama unos polvos de ceniza sobre nuestra cabeza, escuchamos la primera parte del memento: acuérdate, criatura, que tus restos serán polvo de tierra...

A continuación, el sacerdote nos bendice con la aspersión del agua de vida (bautismal, reconciliadora y eternizadora) mientras pronuncia la segunda parte del memento (que completa la frase anterior): Pero, alégrate, criatura y no olvides que eres soplo de Vida y que vivirás para siempre en el Aliento del Espíritu de Vida.

Nos había preparado para vivir este rito la liturgia de la Palabra, con la meditación de las dos lecturas siguientes:

Primera lectura (de la segunda carta a la iglesia de Corinto, 4, 16- 5,3):

Aunque nuestro exterior va decayendo con los años 〔y acabará siendo el polvo de nuestros restos〕 , lo interior 「el soplo de vida que nos hace vivir」se renueva de día en día 〔cada día estamos más rejuvenecidos〕, no ponemos la mira en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio, y lo que no se ve es eterno. Sabemos que si nuestro albergue terrestre, esta tienda de campaña se derrumba, tenemos un edificio que viene de Dios, un albergue eterno en el cielo... Allí entonces lo mortal será absorbido por la Vida. Quien nos preparó concretamente para esto fue Dios, que como garantía nos dio su Espíritu de Vida 〔que ya desde ahora crea en nuestro interior el cuerpo glorioso que vivirá para siempre en su Aliento〕.

Proclamación del Evangelio (de la Buena Noticia Alegre según Juan, 11, 24-25):

〔Alégrate, Marta, y tranquilízate,〕 que no te estoy diciendo simplemente que Lázaro resucitará o que tú resucitarás el último día, lo que te digo es que Yo soy la Resurrección y la Vida, que quien me presta adhesión y cree en mi Palabra de Vida, aunque muera vivirá, pues toda persona que vive y cree 〔que tiene ya dentro de sí el soplo de vida del Aliento de Vida, 〕no morirá nunca.〔 Anímate, cariño, atrévete, Marta, a creer esto〕。

(Ver más sobre estas dos lecturas bíblicas en:

Vivir. Espiritualidad en pequeñas dosis, Desclée, 2015, caps 67-72

El Que Vive. Relecturas de Evangelio, Desclée, 2017, caps. 23 y 24: (Lázaro y Naím).
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