Convergencia cívico-parlamentaria en debate de aborto

Hay parlamentari@s con sentido común cívico y ético, tanto del gobierno como de la oposición (más de los que quizás sospechamos), capaces de converger en temas de estado. Su concordancia plural y respeto a las divergencias favorece el bien común del país, tanto en política exterior y planificación económica como en ética cívica.

Hay también muchos parlamentarios creyentes, en unos y otros partidos de diverso signo, capaces de conjugar su conciencia o religiosidad con la prudencia de legislar garantizando el bien común en una sociedad plural y democrática. Tales legisladores saben de sobra (abc de ética y derecho)que "ni todo lo éticamente rechazable ha de ser penalizado ni todo lo no penalizado es, sin más, éticamente aprobable".

Por eso, independientemente de las presiones recibidas por su pertenencia política o confesional, pueden estos parlamentarios de ambos partidos converger en un terreno común a la hora de conjugar la protección de la vida naciente con la necesidad de evitar aquellos excesos penales que cuestionan o hacen un flaco favor a la vida para cuya protección se determinan.

Esto parece de sentido común, dicho así en general. Pero es bien sabido que no faltan las minorías exageradas por ambos extremos. En temas delicados, como el de las limitaciones legales de la penalización en los casos de interrupción voluntaria del embarazo, no es fácil el debate sereno entre quienes se atrincheran desde el comienzo en un discurso incondicionalmente asertivo.

Para evitar esos extremos y animar a la mayoría convergente en el centro, podría servir de modesto ejemplo el debate celebrado por un alumnado –política y religiosamente plural- del programa de intercambio norteamericano-japonés, que debatió en una Jornada de Bioética (en la Cátedra de Bioética del Instituto de Ciencias de la Vida de la Universidad Sophia, de Tokyo) sobre legislaciones en torno al comienzo de la vida, con miras a encontrar terreno común de convergencia entre posturas diversas ante proyectos legislativos sobre aborto.

La puesta en común nos sorprendió, mostrando mínimos de convergencia ética cívica como, por ejemplo, los siguientes:

Coincidir en favor de la cultura de la vida; esforzarse por desarraigar las causas sociales del aborto; proteger a la mujer frente a las presiones familiares o sociales y reconocer su derecho a recibir ayuda; mejorar la educación sexual, para evitar tanto el aborto el SIDA, insistiendo en la prevención y el uso responsable de recursos contraceptivos; reconocer que en los “casos trágicos de situaciones límite” no hay soluciones prefabricadas y no condenar las posturas adoptadas en esas situaciones por diversas personas; cuestionar el cambio cultural del ambiente favorable a la permisividad del aborto, que daña que a nuestras sociedades; prestar asistencia psicológica y social a las personas cuya toma de decisión en situación de conflicto dejó cicatrices que necesitan sanación; buscar la compatibilidad de las medidas legislativas con la objeción de conciencia individual, en debidas condiciones; mantener la libertad de expresión de posturas diversas en este debate, oponiéndose a toda manifestación de agresividad y violencia contra cualquiera de las partes y no hacer bandera ideológica de esta polémica, ni por razones políticas, ni por razones religiosas.

El acuerdo es obviamente minimalista; en el paso siguiente, las posturas pro y contra son difíciles de conciliar, pero esta convergencia previa facilita discutir sin crispación.

Reconozco que no esperaba encontrar más de dos o tres proposiciones, ya que la encuesta sobre propuestas legislativas mostraba opiniones muy diversas, desde la más restrictiva hasta la más permisiva. Releyendo las propuestas, me reafirmo en la convicción de que esta educación de la ciudadanía desde la edad escolar es necesaria para formar a quienes en el futuro ocupen escaños en los parlamentos.

Pero, sin pasarme de optimista, asumiré el comentario de Bill y Teruko: “Ni en USA ni en Japón, es posible un debate como el de hoy . ¿Y en su país, profesor?” . “En el estado español, es difícil, por la tradición inquisitorial agresiva, la crispación del todo o nada y la ideologización político-religiosa del debate ético. Pero van creciendo nuevas generaciones menos extremistas que esperamos y deseamos se eduquen en la ética de la ciudadanía dialogante”.

Me pregunto si es posible esta alternativa o se quedará en sueño ingenuo idealista. La pelota está en el tejado de dos debates, el de la ciudadanía y el de los parlamentarios. Por mi parte, quisiera apostar por y contribuir a esa mayoría, tanto ciudadana como parlamentaria. éticamente serena, capaz de independizarse de las patologías extremistas de sus respectivos partidos e iglesias.

(Publicado en La Verdad, de Murcia, el 31 de enero, 2009)
Volver arriba