Derrotar no es vencer
“No te dejes vencer por el mal. Vence al mal a fuerza de bien”, dice san Pablo (Rom 12, 14-21). Hay manifestaciones por la paz nada pacíficas ni pacificadoras. La del día 10 de marzo contra el gobierno, bajo la apariencia de paz y libertad, atizó fuegos de guerra civil. Preocupa el lenguaje belicoso: “derrotar”, “vencer”, “acabar con”, “enviar al hoyo, junto con su abuelo”, etc. Rezuma –inhumana y anticristianamente- llamamientos al odio y la venganza.
Se abusa del lenguaje de retribución: “pagar por lo que hicieron”, “expiar”, “satisfacer a las víctimas”, “hacer justicia”. Oyéndolo ese lenguaje, resultan explicables, aunque injustificables, los horrores del 36. Es increíble escuchar ese lenguaje en labios de personas (o de emisoras episcopales) supuestamente cristianas: el evangelio de Jesús es paz, unidad y diálogo.
Con tono evangélico, monseñor Blázquez recomendó, el pasado 3 de febrero, la unidad, en vez de la división de los partidos. Pidió que desaparezca ETA, pero insistió en la unidad que “fortalezca en la sociedad la erradicación de la violencia”. Invitó a agresores y víctimas a pedir perdón y a otorgarlo, pero antes reconoció la parte de culpa que todos tenemos, por lo que “en la medida de nuestra responsabilidad pedimos una vez más perdón”. El lema era: “Muévete por la paz” y concluyó diciendo “Dichosos los que trabajan por la paz”.
Desarraigar la violencia y el terror abarca más que “derrotar al terror y castigar la violencia”: Desarraigar el terror del corazón de los terroristas. Desarraigarlo del corazón de las víctimas, para que no se conviertan en agresoras y verdugos, manipuladas electoralmente. Desarraigar el terror del interior de cada persona y de la sociedad entera.
Insistía monseñor Blázquez en “limpiar de odio el corazón”, clave para “erradicar la violencia”. ¡Qué diferencia entre quienes insisten frenéticamente en “derrotar a los terroristas” y quienes predican evangélicamente la “erradicación del terror”! El talante de Blázquez es humano y cristiano. Juan Pablo II (1-I-2002) decía: "Ni paz sin justicia, ni justicia sin perdón... ". Son palabras que animan a los cristianos por la paz y el diálogo a mediar en procesos de paz para que no se interrumpan...
Se abusa del lenguaje de retribución: “pagar por lo que hicieron”, “expiar”, “satisfacer a las víctimas”, “hacer justicia”. Oyéndolo ese lenguaje, resultan explicables, aunque injustificables, los horrores del 36. Es increíble escuchar ese lenguaje en labios de personas (o de emisoras episcopales) supuestamente cristianas: el evangelio de Jesús es paz, unidad y diálogo.
Con tono evangélico, monseñor Blázquez recomendó, el pasado 3 de febrero, la unidad, en vez de la división de los partidos. Pidió que desaparezca ETA, pero insistió en la unidad que “fortalezca en la sociedad la erradicación de la violencia”. Invitó a agresores y víctimas a pedir perdón y a otorgarlo, pero antes reconoció la parte de culpa que todos tenemos, por lo que “en la medida de nuestra responsabilidad pedimos una vez más perdón”. El lema era: “Muévete por la paz” y concluyó diciendo “Dichosos los que trabajan por la paz”.
Desarraigar la violencia y el terror abarca más que “derrotar al terror y castigar la violencia”: Desarraigar el terror del corazón de los terroristas. Desarraigarlo del corazón de las víctimas, para que no se conviertan en agresoras y verdugos, manipuladas electoralmente. Desarraigar el terror del interior de cada persona y de la sociedad entera.
Insistía monseñor Blázquez en “limpiar de odio el corazón”, clave para “erradicar la violencia”. ¡Qué diferencia entre quienes insisten frenéticamente en “derrotar a los terroristas” y quienes predican evangélicamente la “erradicación del terror”! El talante de Blázquez es humano y cristiano. Juan Pablo II (1-I-2002) decía: "Ni paz sin justicia, ni justicia sin perdón... ". Son palabras que animan a los cristianos por la paz y el diálogo a mediar en procesos de paz para que no se interrumpan...