Diálogos resucitadores
Palabras de vida, en los evangelios, para estos días de Pascua: palabras resucitadoras, con energía, y resucitantes, con esperanza. Releamos, en la tradición del evangelio según la comunidad de Juan, estas conversaciones de resurrección con El Que Vive:
Ya estás resucitada.
-¿Estás seguro, Maestro? ¿Resucitará mi hermano Lázaro en el último día? –No, Marta, en el último día no, sino ahora. Ya va camino de la vida verdadera.
- ¿Y yo, Maestro, resucitaré yo también?
-Tú también has muerto, Marta, tú y tu hermana María ya estáis resucitadas, porque yo soy Resurrección y se hace Cristo quien se vacía de sí para vivir en Mí, en la resurrección yo soy vosotros y vosotras sois yo en el abrazo del Espíritu de Vida (Jn 11, 18-27).
Dejadlo partir, que va hacia la vida.
Jesús, levantando los ojos al cielo, oró así:
“Gracias, Abba, por escucharme. Gracias porque acoges en tu seno a Lázaro y que viva para siempre. Me dan ganas de gritar de gozo al despedirle hacia Tí, aunque no lo van a entender quienes me rodean”.
Y Jesús gritó: “Lázaro, sal fuera”.
Marta, asustada, miró al interior de la tumba, donde el cadáver envuelto en sudario, no se movía”.
-“Desatadlo”, gritó Jesús.
De nuevo, Marta y los familiares asustados:
-¿Es que quieres que lo desenterremos?
–No, Marta, no habéis entendido nada, ¿qué hacéis mirando ahí dentro?
-Mirad hacia arriba, allá entre las nubes, dijo María señalando hacia lo alto.
Difuminada entre jirones de nube se divisaba una figura blanca que se despojaba del sudario y se perdía adentrándose más allá del azul.
Jesús sonrió a María y mirando hacia las alturas dijo a los ángeles: -Desatadlo, que se sumerja en la Danza de la Vida (perijorésis trinitaria, cantaban en la Patrística).
Luego, volviéndose a Marta y familiares les dijo: -No os empeñéis en retenerlo aquí en esta vida, dejadlo que se vaya, dejadlo partir hacia la Vida de la vida (Jn 11, 38-44).
Suéltame y escucha. Mira con el corazón y toca con tu espíritu.
–Qué alegría, Rabbuní, que estás vivo. Ya les dije yo a Pedro y compañía lo del sepulcro vacío, y no me creyeron, dijo María abrazándose a Jesús.
-Suéltame, María. No me puedo quedar aquí contigo, me voy al seno de Abba. –Pero eso es demasiado lejos y, aunque busque por internet y te vea por skype, no te toco...
–No es cuestión de ver y tocar, María, a la vida de la resurrección se entra por el oído. Escucha, mujer, escucha, que mi voz no viene desde fuera, sino desde dentro de tí, cuando estás ya en Mí resucitada...
–Ahora comprendo, Rabbuní, ya puede decirle a Juan y Pedro que, escuchándote, he visto con los oídos del corazón a la Vida de la vida; he escuchado con los ojos de la fe a mi amor; he visto al Señor en persona y me ha dicho esto y esto... (Jn 20, 1-18).
Ya estás resucitada.
-¿Estás seguro, Maestro? ¿Resucitará mi hermano Lázaro en el último día? –No, Marta, en el último día no, sino ahora. Ya va camino de la vida verdadera.
- ¿Y yo, Maestro, resucitaré yo también?
-Tú también has muerto, Marta, tú y tu hermana María ya estáis resucitadas, porque yo soy Resurrección y se hace Cristo quien se vacía de sí para vivir en Mí, en la resurrección yo soy vosotros y vosotras sois yo en el abrazo del Espíritu de Vida (Jn 11, 18-27).
Dejadlo partir, que va hacia la vida.
Jesús, levantando los ojos al cielo, oró así:
“Gracias, Abba, por escucharme. Gracias porque acoges en tu seno a Lázaro y que viva para siempre. Me dan ganas de gritar de gozo al despedirle hacia Tí, aunque no lo van a entender quienes me rodean”.
Y Jesús gritó: “Lázaro, sal fuera”.
Marta, asustada, miró al interior de la tumba, donde el cadáver envuelto en sudario, no se movía”.
-“Desatadlo”, gritó Jesús.
De nuevo, Marta y los familiares asustados:
-¿Es que quieres que lo desenterremos?
–No, Marta, no habéis entendido nada, ¿qué hacéis mirando ahí dentro?
-Mirad hacia arriba, allá entre las nubes, dijo María señalando hacia lo alto.
Difuminada entre jirones de nube se divisaba una figura blanca que se despojaba del sudario y se perdía adentrándose más allá del azul.
Jesús sonrió a María y mirando hacia las alturas dijo a los ángeles: -Desatadlo, que se sumerja en la Danza de la Vida (perijorésis trinitaria, cantaban en la Patrística).
Luego, volviéndose a Marta y familiares les dijo: -No os empeñéis en retenerlo aquí en esta vida, dejadlo que se vaya, dejadlo partir hacia la Vida de la vida (Jn 11, 38-44).
Suéltame y escucha. Mira con el corazón y toca con tu espíritu.
–Qué alegría, Rabbuní, que estás vivo. Ya les dije yo a Pedro y compañía lo del sepulcro vacío, y no me creyeron, dijo María abrazándose a Jesús.
-Suéltame, María. No me puedo quedar aquí contigo, me voy al seno de Abba. –Pero eso es demasiado lejos y, aunque busque por internet y te vea por skype, no te toco...
–No es cuestión de ver y tocar, María, a la vida de la resurrección se entra por el oído. Escucha, mujer, escucha, que mi voz no viene desde fuera, sino desde dentro de tí, cuando estás ya en Mí resucitada...
–Ahora comprendo, Rabbuní, ya puede decirle a Juan y Pedro que, escuchándote, he visto con los oídos del corazón a la Vida de la vida; he escuchado con los ojos de la fe a mi amor; he visto al Señor en persona y me ha dicho esto y esto... (Jn 20, 1-18).