Divorciados y comunión:prestigioso canonista puntualiza
El artículo del prestigioso canonista P. José María Díaz Moreno, en el artículo(denso y exacto, pero claro y divulgador)que cité en el post anterior, a la vez que reproduce fielmente los documentos eclesiásticos, puntualiza para evitar exageraciones.
Daré la cita exacta:
José María Díaz Moreno, Actitud cristiana ante los divorciados. Anotaciones personales, Sal Terrae, 1999, pp. 543-553 (Hay versión en catalán de la conferencia original, ver en Internet el Catalog Dou...)
Véase también, del mismo autor: Uniones irregulares y actitud cristiana, en : Razón y Fe, 204 (1981), 550-561
“Tras la publicación de la Familiaris consortio, dice Díaz Moreno (Art. Cit. Sal Terrae, p. 552), y, de manera especial, después de la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como respuesta a la de los obispos alemanes del Rhin Superior, se ha negado generalmente la posibilidad de aplicar cualquier tipo de solución en el fuero interno, por no estar de acuerdo con la doctrina católica. Creemos sinceramente que hay que hacer algunas precisiones sobre el modo de entender esa expresión –solución en el fuero interno- y esa contradicción con la doctrina católica. Porque, apoyados en el texto de Familiaris consortio (de Juan Pablo II), opinamos que no puede excluirse una solución que pertenece de lleno al fuero interno de la conciencia, al que, en definitiva, se remite”. Justifica esta afirmación el autor en las dos últimas páginas del citado artículo.
Para no convertir el post en una clase aburrida, permítanme una anécdota. Un obispo de tierras de misión nos contó que, en el Sínodo sobre la familia que precedió al documento Familiaris consortio (de Juan Pablo II), expresó su opinión sobre no negar la comunión, abochornándoles en público en determinadas ocasiones, a personas divorciadas vueltas a casar. Lo dijo suavísima y tímidamente, pero a la salida del aula sínodal se le acercaron varios cardenales de la Curia para “reñirle por haber dicho eso”. La misma tarde le telefonearon varios obispos europeos para invitarlo a cenar y le dijeron: “Gracias por haber dicho lo que muchos obispos occidentales no se atreven a decir. Estas cosas tenéis que seguir diciéndolas los que venís de allí, a ver si algún día cambian”. Lo contaba con pena y humor a la vuelta del Sínodo diciendo: “Siento que no nos van a hacer caso, pero seguiremos diciéndolo”.
Daré la cita exacta:
José María Díaz Moreno, Actitud cristiana ante los divorciados. Anotaciones personales, Sal Terrae, 1999, pp. 543-553 (Hay versión en catalán de la conferencia original, ver en Internet el Catalog Dou...)
Véase también, del mismo autor: Uniones irregulares y actitud cristiana, en : Razón y Fe, 204 (1981), 550-561
“Tras la publicación de la Familiaris consortio, dice Díaz Moreno (Art. Cit. Sal Terrae, p. 552), y, de manera especial, después de la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como respuesta a la de los obispos alemanes del Rhin Superior, se ha negado generalmente la posibilidad de aplicar cualquier tipo de solución en el fuero interno, por no estar de acuerdo con la doctrina católica. Creemos sinceramente que hay que hacer algunas precisiones sobre el modo de entender esa expresión –solución en el fuero interno- y esa contradicción con la doctrina católica. Porque, apoyados en el texto de Familiaris consortio (de Juan Pablo II), opinamos que no puede excluirse una solución que pertenece de lleno al fuero interno de la conciencia, al que, en definitiva, se remite”. Justifica esta afirmación el autor en las dos últimas páginas del citado artículo.
Para no convertir el post en una clase aburrida, permítanme una anécdota. Un obispo de tierras de misión nos contó que, en el Sínodo sobre la familia que precedió al documento Familiaris consortio (de Juan Pablo II), expresó su opinión sobre no negar la comunión, abochornándoles en público en determinadas ocasiones, a personas divorciadas vueltas a casar. Lo dijo suavísima y tímidamente, pero a la salida del aula sínodal se le acercaron varios cardenales de la Curia para “reñirle por haber dicho eso”. La misma tarde le telefonearon varios obispos europeos para invitarlo a cenar y le dijeron: “Gracias por haber dicho lo que muchos obispos occidentales no se atreven a decir. Estas cosas tenéis que seguir diciéndolas los que venís de allí, a ver si algún día cambian”. Lo contaba con pena y humor a la vuelta del Sínodo diciendo: “Siento que no nos van a hacer caso, pero seguiremos diciéndolo”.