Etica cívica en todos los colegios
Durante una temporada compaginé la enseñanza de la ética en la Universidad Sophia (Tokyo, Japón) con la de una clase de ética cívica en bachillerato, en el colegio de los jesuitas de Ofuna, en las cercanías de Tokyo. La ética (enfocada como ética ciudadana), es asignatura obligatoria en Japón durante todos los años de educación primaria y secundaria, según la orientación del Ministerio de Educación.
Durante los doce años de educación obligatoria (seis de primaria, tres de bachillerato y tres de bachillerato superior) hay un programa de ética ciudadana, de acuerdo con las directrices del Ministerio de Educación.
En su marco, los centros públicos o privados, organizan sus contenidos concretos. Abarca desde urbanidad y civismo en los primeros cursos, pasando por formación del carácter y vida social, en los años siguientes, hasta los temas de relaciones internacionales, derechos humanos, igualdad y respeto, educdación sexual o cuidado del medio ambiente; incluye, al final del bachillerato, historia del pensamiento y del hecho religioso.
En esa clase, sin adoctrinar ni imponer, tuve que tratar con mi alumnado sobre Sócrates, Platón y Arístóteles, sobre Buda, Confucio y Jesús.
Tuve también otra experiencia pedagógica extracurricular. Se reunía un grupo de alumnos, con carácter libre y en competencia con actividades de club o deportivas, para participar en sesiones de Biblia. El ambiente era distinto del marco académico de las clases.
Estas experiencias me hicieron percibir la diferencia entre la pedagogía de la ética de la ciudadanía como asignatura troncal, en contexto de sociedad plural, democráticas y secular, y, por otra parte, la enseñanza optativa de una determinada religión.
Esta doble experiencia coincide con la que he relatado en mis Tertulias de Bioética (ed. Trota, Madrid, 2006, cap. 4), acerca de la necesidad de moverse en una doble clave: la de las creencias y la de la laicidad, para ser capaces de dialogar con el mundo de hoy de cara a la sociedad del mañana.
Tras lo dicho sobre de Japón, late mi preocupación ante la estrechez con que se plantean en nuestro país la ética de la ciudadanía y la enseñanza de la religión.
No comprendo la postura de los obispos españoles contra la ética de la ciudadanía, ni la postura de la CONCAPA exhortando a objetar contra esta asginatura. Creo que el proyecto no se pasa de más, sino de menos. En mi opinión, debería estudiarse ética cívica (que incluyera el hecho filosófico y el religioso) en todos los colegios a lo largo de toda la enseñanza secundaria.
En cambo la enseñanza de una determinada religión en forma de catequesis debería darse en otros ámbitos. Para ello será necesario en un futuro próximo revisar los acuerdos concordatarios, hoy ya anacrónicos.
Durante los doce años de educación obligatoria (seis de primaria, tres de bachillerato y tres de bachillerato superior) hay un programa de ética ciudadana, de acuerdo con las directrices del Ministerio de Educación.
En su marco, los centros públicos o privados, organizan sus contenidos concretos. Abarca desde urbanidad y civismo en los primeros cursos, pasando por formación del carácter y vida social, en los años siguientes, hasta los temas de relaciones internacionales, derechos humanos, igualdad y respeto, educdación sexual o cuidado del medio ambiente; incluye, al final del bachillerato, historia del pensamiento y del hecho religioso.
En esa clase, sin adoctrinar ni imponer, tuve que tratar con mi alumnado sobre Sócrates, Platón y Arístóteles, sobre Buda, Confucio y Jesús.
Tuve también otra experiencia pedagógica extracurricular. Se reunía un grupo de alumnos, con carácter libre y en competencia con actividades de club o deportivas, para participar en sesiones de Biblia. El ambiente era distinto del marco académico de las clases.
Estas experiencias me hicieron percibir la diferencia entre la pedagogía de la ética de la ciudadanía como asignatura troncal, en contexto de sociedad plural, democráticas y secular, y, por otra parte, la enseñanza optativa de una determinada religión.
Esta doble experiencia coincide con la que he relatado en mis Tertulias de Bioética (ed. Trota, Madrid, 2006, cap. 4), acerca de la necesidad de moverse en una doble clave: la de las creencias y la de la laicidad, para ser capaces de dialogar con el mundo de hoy de cara a la sociedad del mañana.
Tras lo dicho sobre de Japón, late mi preocupación ante la estrechez con que se plantean en nuestro país la ética de la ciudadanía y la enseñanza de la religión.
No comprendo la postura de los obispos españoles contra la ética de la ciudadanía, ni la postura de la CONCAPA exhortando a objetar contra esta asginatura. Creo que el proyecto no se pasa de más, sino de menos. En mi opinión, debería estudiarse ética cívica (que incluyera el hecho filosófico y el religioso) en todos los colegios a lo largo de toda la enseñanza secundaria.
En cambo la enseñanza de una determinada religión en forma de catequesis debería darse en otros ámbitos. Para ello será necesario en un futuro próximo revisar los acuerdos concordatarios, hoy ya anacrónicos.