Francisco, discernidor
Alegría del Evangelio y alegría del amor
Durante estos años de discernimiento eclesial sobre la familia en los Sinodos de Obispos, comenté en este blog cuatro clases de posturas entre los sinodales: la tradicional a ultranza, la revolucionaria, la diplomática conciliadora y la reformadora mediante el discernimiento. Por esta cuarta vía vemos caminar coherentemente al obispo de Roma.
No a la primera vía, inmovilista; no a la segunda, demoledora. El inmovilismo de las condenaciones inquisitoriales en la iglesia y el radicalismo de manifiestos progresistas son dos caras de la misma moneda dogmatizante (Igual que en política, Rajoy e Iglesias son las dos caras de la misma casta, que ni dialoga ni discierne).
Francisco dice no a la tercera vía. La cuarta vía no es una coalición de compromiso, sino un consenso transformador y abierto.
No es un consenso diplomático (entre la derecha eclesial más conservadora y la izquierda más radical). Es más bien un consenso regenerador y refundacional, que posibilita al centro derecha y al centro izquierda caminar juntos por la cuarta vía de una transformación mutua hacia la meta más lejos en el tiempo de una reforma creativa.
En el documento postsinodal La alegría del amor, Francisco respeta las propuestas del Sínodo (cuyas citas literales ocupan más de las tres cuartas partes de la presente exhortación). Estas propuestas sinodales se sitúan a menudo en lo que llamamos la tercera vía, con débiles insinuaciones que invitan a Francisco a explicitar su cuarta vía.
Pero tampoco deja de mencionar (como parte de los datos para el discernimiento) incluso algunas propuestas que parecerían provenir de las que llamamos primera o segunda vía. Sobre esta pluralidad de pareceres en el Sínodo, dice Francisco, por cierto con buen humor, que le sugiere “un precioso poliedro, conformado por muchas legítimas preocupaciones y por preguntas honestas y sinceras”. Pero no se limita a constatarlo y citarlo, sino dice que queire “agregar otras consideraciones que puedan orientar la reflexión, el diálogo o la praxis pastoral”.
Estas consideraciones que añade no las oímos por primera vez. Lo había dicho ya en su exhortación La alegría del Evangelio (Evangelii gaudium), de la que cita muy especialmente en las notas de `pie de página los pasajes referentes a: a) la necesidad de descentralización en la administración ecleisástica y el magisterio eclesial (n.16 y 32), b) la necesidad de discernir las situaciones a la hora de juzgar y decidir en ética, moral y pastoral (nn. 35, 44-49) , c) la necesidad de discernir los conflictos por el camino del diálogo de tranformación mutua (tanto en política de la ciudadanía en la sociadad, como en pastoral del pluralismo en la iglesia (nn.69, 117, 270ss.; cf 222ss.: el tiempo superior al espacio)
Para la hermenéutica de Amoris laetitia me parece importantísimo constatar las citas que Francisco hace de su anterior exhortación Evangelii gaudium. En estas citas se ve claramente cuál es su propio parecer sobre estos temas: el discernimiento ético, el discernimiento social y el discernimiento eclesial.
Sobre este último llama la atención su exquisito cuidado en no imponer su opinión sino abrir el camino para que madure el juicio comunitario a través de la descentralización (lo contrario sería dogmatizar desde la izquierda como antes se dogmatizaba desde la derecha, tal como vemos que hacen a menudo algunos políticos).
Me limit hoy a constatar este estilo de Francisco, coherentemente discernidor, y desarrollaré en los siguientes posts de este blog su aplicación a los diversos temas tratados en Amoris laetitia.
(A quienes interese consultar los posts de comentario a los debates sinodales, me permito remitir a la coledcción de artículos “Familia, sínodo y reforma” en la página web www.juanmasia.com ).
Durante estos años de discernimiento eclesial sobre la familia en los Sinodos de Obispos, comenté en este blog cuatro clases de posturas entre los sinodales: la tradicional a ultranza, la revolucionaria, la diplomática conciliadora y la reformadora mediante el discernimiento. Por esta cuarta vía vemos caminar coherentemente al obispo de Roma.
No a la primera vía, inmovilista; no a la segunda, demoledora. El inmovilismo de las condenaciones inquisitoriales en la iglesia y el radicalismo de manifiestos progresistas son dos caras de la misma moneda dogmatizante (Igual que en política, Rajoy e Iglesias son las dos caras de la misma casta, que ni dialoga ni discierne).
Francisco dice no a la tercera vía. La cuarta vía no es una coalición de compromiso, sino un consenso transformador y abierto.
No es un consenso diplomático (entre la derecha eclesial más conservadora y la izquierda más radical). Es más bien un consenso regenerador y refundacional, que posibilita al centro derecha y al centro izquierda caminar juntos por la cuarta vía de una transformación mutua hacia la meta más lejos en el tiempo de una reforma creativa.
En el documento postsinodal La alegría del amor, Francisco respeta las propuestas del Sínodo (cuyas citas literales ocupan más de las tres cuartas partes de la presente exhortación). Estas propuestas sinodales se sitúan a menudo en lo que llamamos la tercera vía, con débiles insinuaciones que invitan a Francisco a explicitar su cuarta vía.
Pero tampoco deja de mencionar (como parte de los datos para el discernimiento) incluso algunas propuestas que parecerían provenir de las que llamamos primera o segunda vía. Sobre esta pluralidad de pareceres en el Sínodo, dice Francisco, por cierto con buen humor, que le sugiere “un precioso poliedro, conformado por muchas legítimas preocupaciones y por preguntas honestas y sinceras”. Pero no se limita a constatarlo y citarlo, sino dice que queire “agregar otras consideraciones que puedan orientar la reflexión, el diálogo o la praxis pastoral”.
Estas consideraciones que añade no las oímos por primera vez. Lo había dicho ya en su exhortación La alegría del Evangelio (Evangelii gaudium), de la que cita muy especialmente en las notas de `pie de página los pasajes referentes a: a) la necesidad de descentralización en la administración ecleisástica y el magisterio eclesial (n.16 y 32), b) la necesidad de discernir las situaciones a la hora de juzgar y decidir en ética, moral y pastoral (nn. 35, 44-49) , c) la necesidad de discernir los conflictos por el camino del diálogo de tranformación mutua (tanto en política de la ciudadanía en la sociadad, como en pastoral del pluralismo en la iglesia (nn.69, 117, 270ss.; cf 222ss.: el tiempo superior al espacio)
Para la hermenéutica de Amoris laetitia me parece importantísimo constatar las citas que Francisco hace de su anterior exhortación Evangelii gaudium. En estas citas se ve claramente cuál es su propio parecer sobre estos temas: el discernimiento ético, el discernimiento social y el discernimiento eclesial.
Sobre este último llama la atención su exquisito cuidado en no imponer su opinión sino abrir el camino para que madure el juicio comunitario a través de la descentralización (lo contrario sería dogmatizar desde la izquierda como antes se dogmatizaba desde la derecha, tal como vemos que hacen a menudo algunos políticos).
Me limit hoy a constatar este estilo de Francisco, coherentemente discernidor, y desarrollaré en los siguientes posts de este blog su aplicación a los diversos temas tratados en Amoris laetitia.
(A quienes interese consultar los posts de comentario a los debates sinodales, me permito remitir a la coledcción de artículos “Familia, sínodo y reforma” en la página web www.juanmasia.com ).