¿Hecatombe o cambio cultural?
Ante las elecciones no faltan profetas de desastre que digan: ¡Viene la hecatombe! Lo que tiene que venir, con unos o con otros, es el cambio cultural, para que la transición inacabada apruebe su asignatura pendiente.
Cuando murió Franco los profetas de desastres anunciaron: “Vendrá la hecatombre”. Pero no vino la hecatombe. Se dio el primer paso de la dictadura a la democracia.
Cuando subió al gobierno el PSOE, con Felipe González, repitieron los profetas de desastre: ¡Que viene la hecatombe! Pero no vino la hecatombe. Se dieron nuevos pasos de cambio en el país.
Vino luego la alternancia de partidos, subió Aznar, cayó Aznar, subió Zapatero. La alternancia era posible en este país. Pero repitieron los catastrofistas (esta vez con coreados por las mitras): ¡Que viene la hecatombe!. Sin embargo, la hecatombe no vino.
Lo que tendría que venir y no llega, después de la transición política, es la transición cultural, el cambio cultural profundo que nos haga soltar de una vez el lastre de siglo XIX, el cambio de la cultura de la crispación a la de la convivencia.
Perviven los defectos que denunciaba Unamuno en nuestro país: intolerancia, envidia, maniqueísmo, descalificación mutua, falta de matices, manía cartesiana por las ideas claras y el dogmatismo de sí o no, blanco o negro, agresividad, espíritu inquisitorial, fanatismo, incapacidad para el diálogo, en una palabra: guerra civil.
No hemos superado un pasado, añorado por los extremismos políticos y religiosos. Hay que pedir que el gobierno que salga de las elecciones, sea el que sea, apoye ese cambio cultural con visión de estado. Esta es la cuestión de fondo, verdaderamente preocupante, sobre la que no encontramos ni una sola línea en la Nota de la Conferencia episcopal ante las elecciones.
Cuando murió Franco los profetas de desastres anunciaron: “Vendrá la hecatombre”. Pero no vino la hecatombe. Se dio el primer paso de la dictadura a la democracia.
Cuando subió al gobierno el PSOE, con Felipe González, repitieron los profetas de desastre: ¡Que viene la hecatombe! Pero no vino la hecatombe. Se dieron nuevos pasos de cambio en el país.
Vino luego la alternancia de partidos, subió Aznar, cayó Aznar, subió Zapatero. La alternancia era posible en este país. Pero repitieron los catastrofistas (esta vez con coreados por las mitras): ¡Que viene la hecatombe!. Sin embargo, la hecatombe no vino.
Lo que tendría que venir y no llega, después de la transición política, es la transición cultural, el cambio cultural profundo que nos haga soltar de una vez el lastre de siglo XIX, el cambio de la cultura de la crispación a la de la convivencia.
Perviven los defectos que denunciaba Unamuno en nuestro país: intolerancia, envidia, maniqueísmo, descalificación mutua, falta de matices, manía cartesiana por las ideas claras y el dogmatismo de sí o no, blanco o negro, agresividad, espíritu inquisitorial, fanatismo, incapacidad para el diálogo, en una palabra: guerra civil.
No hemos superado un pasado, añorado por los extremismos políticos y religiosos. Hay que pedir que el gobierno que salga de las elecciones, sea el que sea, apoye ese cambio cultural con visión de estado. Esta es la cuestión de fondo, verdaderamente preocupante, sobre la que no encontramos ni una sola línea en la Nota de la Conferencia episcopal ante las elecciones.