"El hijo pródigo no esperaba que el padre se adelantase a perdonarle antes de que él pidiera perdón" Masiá, ante los indultos: "Para perdonar y dejarse perdonar hay que dar un salto al vacío"
Para perdonar y para dejarse perdonar hay que dar un salto en el vacío, agarrándose a la lógica de la reconciliación -justicia rehabilitadora-, en vez de exigir con “justicia” (?) vindicativa satisfacciones para aplacar sentimientos de venganza
También quien perdona, si es humano, tendrá que reconocer que “nadie está libre de pecado” y tendrá que arriesgarse a confiar que la parte indultada reconocerá-agradecerá el perdón
Si desde posturas sedicentes “religiosas” se rechaza el perdonar o se exige como condición la evidencia del arrepentimiento y garantía de la enmienda, ¿hay religiosidad auténtica en esa postura?
Y si desde posturas acusadas de laicismo antirreligioso (aunque sean auténticamente laicas en el mejor sentido de la palabra), se hace el esfuerzo del reconocimiento requerido para perdonar y dejarse perdonar, para indultar y dejarse indultar, ¿con qué derecho se les coloca el letrero de anti-religiosidad?
Si desde posturas sedicentes “religiosas” se rechaza el perdonar o se exige como condición la evidencia del arrepentimiento y garantía de la enmienda, ¿hay religiosidad auténtica en esa postura?
Y si desde posturas acusadas de laicismo antirreligioso (aunque sean auténticamente laicas en el mejor sentido de la palabra), se hace el esfuerzo del reconocimiento requerido para perdonar y dejarse perdonar, para indultar y dejarse indultar, ¿con qué derecho se les coloca el letrero de anti-religiosidad?
Es difícil solicitar un indulto, sobre todo si cuesta trabajo reconocer que no me lo merezco. Es difícil concederlo, sobre todo cuando se hace cuesta arriba dejar para el futuro la confirmación de que la persona indultada lo agradecerá. Más que cuesta arriba, es como en la meditación Zen: un salto en el vacío; soltarse de la rama a que estás agarrado en el borde del precipicio y dejarte caer confiando en que al tocar fondo “rebotarás”, renacerás...
Para perdonar y para dejarse perdonar hay que dar un salto en el vacío, agarrándose a la lógica de la reconciliación -justicia rehabilitadora-, en vez de exigir con “justicia” (?) vindicativa satisfacciones para aplacar sentimientos de venganza.
Quien perdona y quien se deja perdonar necesitan dar el salto arriesgado de un doble reconocimiento: reconocer que nadie está libre de necesitar pedir perdón y reconocer que se puede creer en el perdón.
Pero ambos reconocimientos son muy difíciles entre humanos. Cuando quien perdona es Dios, la persona que solicita perdón ha de hacer dos actos de reconocimiento: reconocer que necesito pedir perdón y reconocer que puedo y debo creer en el perdón y agradecerlo.
No extrañará que en la tradición bíblica se considere el perdón como un acto divino. Si al indulto se le da el calificativo de “real” es porque se usa la metáfora de la realeza como alusión al poder divino: si decimos que Dios es Todopoderoso y que todo lo puede, hay que reconocer como expresión de su Omni-potencia la Omni-misericordia. Como dice el Papa Francisco:EL Todo-poderoso ejercita su poder siendo Todo-misericordioso.
Cuando los humanos practican la justicia rehabilitadora perdonando y dejándose perdonar, necesitan hacer un esfuerzo sobrehumano para ser capaces de solicitar perdón reconociendo que merecerían una pena; y necesitan también hacer un esfuerzo sobrehumano para creer que la víctima ofendida pueda ser capaz de perdonar. También quien perdona, si es humano, tendrá que reconocer que “nadie está libre de pecado” y tendrá que arriesgarse a confiar que la parte indultada reconocerá-agradecerá el perdón.
El filósofo Paul Ricoeur, en su Parcours de la reconnaissance, lo analizaba preciosamente: En español y en francés, reconocer es darse cuenta, identificar o hacerse consciente de algo que conocía (aunque no acababa de reconocerlo); y reconocer es támbién ser agradecido. Difícil este doble reconocimiento a nivel de filosofía. Más fácil a nivel de espiritualidad, según el Evangelio de Jesús.
El hijo pródigo no esperaba que el padre se adelantase a perdonarle antes de que él pidiera perdón. Va angustiado por el camino, porque no sabe cómo atreverse a reconocerse culpable ante su padre, pero sobre todo porque le cuesta creer que su padre lo vaya a perdonar. Cuando descubre que el padre le estaba esperando y le sale al encuentro preparado para perdonarle ya antes de que él pida perdón, entonces es cuando le brota la conversión desde lo hondo de la gratitud por el amor que perdona.
Lo mismo ocurre con la mujer juzgada y condenada por el fariseo, pero acogida por Jesús. No le dice Jesús al fariseo que hay que perdonar a esta mujer porque se ha arrepentido y ama mucho, sino que le dice: por lo mucho que ama y agradece se deduce que ha tenido la experiencia de ser acogida y perdonada. Traduce atinadamente Alonso Shökel: “Cuando muestra tanto agradecimiento es que le han perdonado mucho” (Lc 7, 47). En vez de ser la conversión y arrepentimiento completos la condición para el perdón, del reconocimiento del perdón brota la conversión, se completa la conversión iniciada al comienzo del arrepentimiento.
Vivimos esta experiencia en la celebración del sacramento de la reconciliación cuando el penitente y el sacerdote que le acompaña en su confesión (no como juez, sino como médico y acompañante) rezan juntos el Confiteor: “yo, pecador, reconozco ante Dios y ante la comunidad (que, representada por quien ejerce el ministerio, está acompañando la confesión), reconozco que necesito pedir perdón, y reconozco que creo en el perdón.
Confiteor,“yo confieso”, es una confesión de vida y una confesión de fe. Yo confieso significa yo reconozco. Reconozco dos cosas: reconozco que mi vida necesita perdón. Reconozco que puedo y debo creer en el perdón...
Pero todo esto deberá quedarse para otro post sobre teología sacramental. Hoy y aquí el toque de la reflexión sobre indultar y dejarse indultar está en plantear una incógnita fenomenal: si desde posturas sedicentes “religiosas” se rechaza el perdonar o se exige como condición la evidencia del arrepentimiento y garantía de la enmienda, ¿hay religiosidad auténtica en esa postura? Y si desde posturas acusadas de laicismo antirreligioso (aunque sean auténticamente laicas en el mejor sentido de la palabra), se hace el esfuerzo del reconocimiento requerido para perdonar y dejarse perdonar, para indultar y dejarse indultar, ¿con qué derecho se les coloca el letrero de anti-religiosidad?
¿Dónde está la religiosidad y la anti-religiosidad? Ni son todos los que están, ni están todos los que son... (Lo mismo que pasaba con el tema de aborto o eutanasia, que no eran señal exclusiva de identificación creyente o laica ni el voto a favor ni el voto en contra... aprendamos a no manipular la ética electoralmente como hacen algunos políticos y obispos del extremo ultra en los parlamentos...)