Noviembre 2: ¿Purgatorio o refrigerio?
Aunque el Tenorio sea típico y en noviembre cuenten chistes de ánimas en pena, no se empeñe la piromanía devota en avivar fuegos de purgatorios. “Nada de fuego, ni de sala de espera; nada de purgar, expiar o pagar penas para satisfacer; nada de comprar indulgencias como quien paga multas de tráfico...” ¿Qué queda entonces de la simbología del “Purificatorium”, mal llamado “Purgatorium”?
Pues que en vez de purificarnos para contemplar el Misterio, es su vista la que nos purifica: “Se manifestará lo que somos... Veremos cara a cara... Esa vista nos purifica” (1 Jn 3,1-3).
Orar recordando a los seres queridos (más que para su sufragio, en su compañía y bajo su amparo) es tradición antigua en la iglesia. Pero sólo desde el siglo cuarto se menciona un “purgatorio”: predicaron a la letra lo del “fuego que quema la paja y purifica el oro” (1Co 3, 12-15); usaron la palabra “purgar”, y de ahí salió “purgatorio”. La mentalidad jurídica latina elucubró sobre expiar y pagar penas, incluso por lo ya `perdonado. Los griegos preferían hablar de purificación y divinización en el trance de la muerte, en vez de purga y satisfacción. El Concilio de Florencia buscó un compromiso: quitó lo del fuego, contentando a los griegos, y mantuvo la expiación, tranquilizando a los latinos.
Se complicó la cosa por el trapicheo mercantil de las indulgencias, que con razón criticó Lutero. Trento prohibió exageraciones pirómanas de la predicación, pero no se le hizo caso y siguieron las reproducciones “artísticas” (?) de ánimas achicharrándose entre llamas. El Vaticano II corrigió de nuevo (LG 49-51) y el Catecismo del 92, en vez de “purgar”, habló de purificarse.
El texto clave ya no será Pablo a Corintios, sino Juan (Jn 3, 1-3): En el trance de la muerte, al encontrarnos cara a cara con el Misterio, lo vemos tal cual es y nos vemos por primera vez tal cual somos; su vista nos purifica. No hace falta fuego,ni tiempo de espera, ni "sala de espera". Rico símbolo refrescante como el agua del bautismo cristiano o del Kiyome sintoísta. Lo conté en vida de mi madre (q.e.p.d.) en una homilía, y me comentó ella: "Qué buena explicación, pero ¿por qué lo tenías callado tanto tiempo sin contárnoslo?
El dos de noviembre recordamos a los seres queridos deseándoles, como dice el Memento, el lugar del “refrigerio, la luz y la paz”.
Pues que en vez de purificarnos para contemplar el Misterio, es su vista la que nos purifica: “Se manifestará lo que somos... Veremos cara a cara... Esa vista nos purifica” (1 Jn 3,1-3).
Orar recordando a los seres queridos (más que para su sufragio, en su compañía y bajo su amparo) es tradición antigua en la iglesia. Pero sólo desde el siglo cuarto se menciona un “purgatorio”: predicaron a la letra lo del “fuego que quema la paja y purifica el oro” (1Co 3, 12-15); usaron la palabra “purgar”, y de ahí salió “purgatorio”. La mentalidad jurídica latina elucubró sobre expiar y pagar penas, incluso por lo ya `perdonado. Los griegos preferían hablar de purificación y divinización en el trance de la muerte, en vez de purga y satisfacción. El Concilio de Florencia buscó un compromiso: quitó lo del fuego, contentando a los griegos, y mantuvo la expiación, tranquilizando a los latinos.
Se complicó la cosa por el trapicheo mercantil de las indulgencias, que con razón criticó Lutero. Trento prohibió exageraciones pirómanas de la predicación, pero no se le hizo caso y siguieron las reproducciones “artísticas” (?) de ánimas achicharrándose entre llamas. El Vaticano II corrigió de nuevo (LG 49-51) y el Catecismo del 92, en vez de “purgar”, habló de purificarse.
El texto clave ya no será Pablo a Corintios, sino Juan (Jn 3, 1-3): En el trance de la muerte, al encontrarnos cara a cara con el Misterio, lo vemos tal cual es y nos vemos por primera vez tal cual somos; su vista nos purifica. No hace falta fuego,ni tiempo de espera, ni "sala de espera". Rico símbolo refrescante como el agua del bautismo cristiano o del Kiyome sintoísta. Lo conté en vida de mi madre (q.e.p.d.) en una homilía, y me comentó ella: "Qué buena explicación, pero ¿por qué lo tenías callado tanto tiempo sin contárnoslo?
El dos de noviembre recordamos a los seres queridos deseándoles, como dice el Memento, el lugar del “refrigerio, la luz y la paz”.