Partir pan, compartir vida. Corpus Christi, sin magia (2)
Me llamó la atención ver reproducida en internet la foto nostalgiosa de una misa cara a la pared, en Roma, en latín, con casulla de “guitarra” y dos monaguillos sosteniendo el borde de la vestimenta (a pesar de que no hay peligro de que tropiece, por ser tan corta).
Es increíble hasta qué punto puede llegar el anacronismo ridículo y la condescendencia hacia la minoría tradicionalista, aquejada de esteticismo religioso.
Recordé la anécdota del año pasado en una “salida de misa” en cierta “parroquia de downtwon”:
“¿Por qué estás con los ojos bajos en el momento solemne de la consagración?”, pregunta un parroquiano. “Es para concentrarme en el instante en que Dios baja entre nosotros”, responde otro parroquiano. “Pues yo, al revés, levanto los ojos fijamente en el momento de alzar la hostia para no perdérmelo”, dice devotamente el parroquiano anterior.
¿Qué habría dicho Jesús a estas dos personas? Sin duda, que ambas se equivocan. La primera se pone tensa y cierra los ojos como si estuviera en una sesión de espiritismo. La segunda los fija hipnotizada en un punto e instante como si estuviera en una sesión de magia. Jesús les habría dicho: “Mi mesa no es la de un medium de sortilegios, ni la de un mago hipnotizador. Tampoco es una mesa donde sacrificar animales como en las religiones primitivas. Mi mesa es de comedor: para partir, repartir y compartir. Partir pan, compartir vida, repartir gratuidad, impartir esperanzas...Por tanto, ni cerréis los ojos, ni os quedéis hipnotizados. Tras mirar al cielo dando gracias, mirad a vuestro alrededor, como hice yo en el campo de Galilea y en la última cena. Lo que quiero que hagáis, para hacerme presente a mí entre vosotros cuando os reunáis en mi nombre, es lo que yo hice: partirse, repartirse y compatir. Partid el pan, repartid a quien no tiene, compartid la vida, la fe y la palabra. Haciéndolo así sois la única prueba de que yo estoy vivo”
Es increíble hasta qué punto puede llegar el anacronismo ridículo y la condescendencia hacia la minoría tradicionalista, aquejada de esteticismo religioso.
Recordé la anécdota del año pasado en una “salida de misa” en cierta “parroquia de downtwon”:
“¿Por qué estás con los ojos bajos en el momento solemne de la consagración?”, pregunta un parroquiano. “Es para concentrarme en el instante en que Dios baja entre nosotros”, responde otro parroquiano. “Pues yo, al revés, levanto los ojos fijamente en el momento de alzar la hostia para no perdérmelo”, dice devotamente el parroquiano anterior.
¿Qué habría dicho Jesús a estas dos personas? Sin duda, que ambas se equivocan. La primera se pone tensa y cierra los ojos como si estuviera en una sesión de espiritismo. La segunda los fija hipnotizada en un punto e instante como si estuviera en una sesión de magia. Jesús les habría dicho: “Mi mesa no es la de un medium de sortilegios, ni la de un mago hipnotizador. Tampoco es una mesa donde sacrificar animales como en las religiones primitivas. Mi mesa es de comedor: para partir, repartir y compartir. Partir pan, compartir vida, repartir gratuidad, impartir esperanzas...Por tanto, ni cerréis los ojos, ni os quedéis hipnotizados. Tras mirar al cielo dando gracias, mirad a vuestro alrededor, como hice yo en el campo de Galilea y en la última cena. Lo que quiero que hagáis, para hacerme presente a mí entre vosotros cuando os reunáis en mi nombre, es lo que yo hice: partirse, repartirse y compatir. Partid el pan, repartid a quien no tiene, compartid la vida, la fe y la palabra. Haciéndolo así sois la única prueba de que yo estoy vivo”