Preguntar al Espíritu y preguntar al pueblo

Papa Francisco prefiere la pastoral de preguntas, más que la moral de respuestas. Preguntas para discernir, más que respuestas prefabricadas. Pastoral de sanación y escucha, en vez de moral de condenaciones y recetas. Como los buenos médicos, pregunta para diagnosticar, en vez de recetar sin diagnosticar. Sabe que no hay enfermedades, sino enfermos y que no se puede diagnosticar solamente ante la pantalla del ordenador sin mirar el rostro de las personas.

Francisco practica lo que recomienda. Al enviar a todo el “pueblo fiel” las preguntas sobre los temas a deliberar en la iglesia, está poniendo en práctica el método de discernimiento evangélico que recomienda insistentemente en su exhortación La Alegría del Evangelio (Evangelii gaudium).

Ya en la convocatoria del anterior Sínodo extraordinario (2014) manifestó su propósito de desencadenar un “proceso sinodal de deliberación” que implicase a todas las comunidades durante estos dos años. Por eso envió las preguntas del documento preparatorio para ser respondidas por todo el “pueblo fiel”, en vez de dirigirlas como hasta ahora solamente a los obispos. (Lamentablemente, hubo diócesis cuyos obispos ni siquiera enviaron el documento a las parroquias).

Esta vez Francisco ha decidido que la Relatio Synodi (Relación final del Sínodo de 2014), tal como los obispos concluyeron, se convierta en documento preparatorio (Lineamenta), como material de trabajo para la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (2015). Va acompañada de una larga y densa colección de preguntas para que todo el pueblo creyente (y no solo sus obispos) dialogue y discierna comunitariamente a lo largo del año y envíe su parecer como contribución a la deliberación sinodal.

Este proceso de deliberación encarna el método de discernimiento recomendado en la exhortación Evangelii gaudium (EG) , insignia emblemática de la primavera de reforma eclesial. Francisco invita en esa exhortación a que tengamos una doble pasión: “pasión por Jesús” y “pasión por el pueblo”, a la espiritualidad de “reconocer a Dios” y “reconocer al otro” (EG, cap. 5).

Recuerda Francsico a los agentes de pastoral que Jesús se irritaba frente a los maestros exigentes que enseñan la Palabra de Dios sin dejarse iluminar por ella y atan sobre los hombros del pueblo cargas pesadas que ellos no soportarían. Dice Francisco que “El predicador necesita también poner un oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar. Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo...” Se trata de conectar el mensaje del texto bíblico con una situación humana, con algo que ellos viven, con una experiencia que necesite la luz de la Palabra. Esta preocupación no responde a una actitud oportunista o diplomática, sino que es profundamente religiosa y pastoral (EG 154)”.

Quiere Francisco que el predicador prepare su homilía prestando atención a “la voz de Dios y la voz del pueblo”. Vox populi, vox Dei. Lo dice sin miedo a que la casta curial le pueda acusar de “populismo”. Porque Francisco está convencido de que en el discernimiento evangélico se intenta reconocer –a la luz del Espíritu– una llamada que Dios hace oír en una situación histórica determinada (cf. EG 154).

Insiste Francsico en que, al predicar la homilía, hay que “retomar ese diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo. El que predica debe reconocer el corazón de su comunidad para buscar dónde está vivo y ardiente el deseo de Dios, y también dónde ese diálogo, que era amoroso, fue sofocado o no pudo dar fruto”.

De ahí la importancia de la doble escucha y el doble encuentro que propone Francisco: escuchar al Espíritu y escuchar a la experiencia del pueblo; qure la predicación se “encuentro con la Palabra y encuentro con el pueblo” . “La homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo. De hecho, sabemos que los fieles le dan mucha importancia; y ellos, como los mismos ministros ordenados, muchas veces sufren, unos al escuchar y otros al predicar. Es triste que así sea. La homilía puede ser realmente una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento (EG 135).

Preguntar al Espíritu y preguntar al pueblo, escuchar la vox populi y la vox Dei, A que hagamos esto durante todo el año, de cara al próximo Sínodo, nos anima Francisco. ¿Le haremos caso esta vez en todas las comunidades?
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