Prueba de selectividad para obispos
Cuando el morbo por los rumores (a veces cotilleo politiquero de mal gusto, por no decir “mala… X”) especula sobre nombramientos episcopales, conviene recordar la pregunta del millón en el examen de selectividad para obispos. ¿Recuerdan las que transmite la tradición litúrgica de la consagración episcopal?
Se le hacen al obispo dos preguntas: a) ¿Quieres poner todo el empeño para penetrar con toda tu sabiduría en la inteligencia de la Sagrada Escritura? b) Lo que has leído en el estudio de la Sagrada Escritura, ¿quieres enseñarlo al pueblo, para el que eres consagrado, de palabra y con el ejemplo?
Al hacerlo así, el obispo es alguien que anima y ayuda a crecer. El P. Alonso Shôkel (q.e.p.d.) traducía así el texto de la primera carta a la iglesia de Tesalónica 5, 11: “Animáos mutuamente y ayudaros a crecer mutuamente; como ya, de hecho, oigo que lo estáis haciendo”. (San Jerónimo eligió para su Vulgata las expresiones consolamini invicem et aedificate alterutrum).
La tradición monástica desarrolló formas de corrección fraterna (siguiendo los pasos recomendados en Mt 18, 15, no con otros procedimientos de manipulación) y acentuó la relación de ayuda (dirección o acompañamiento espiritual) en procesos de discernimiento. La ayuda mutua en la comunidad para tratar temas morales es algo que hay que redescubrir hoy. Hay que utilizar la capacidad de discernir que tiene la comunidad eclesial en su conjunto. La comunidad es el lugar donde nos ayudamos mutuamente en el discernimiento de los casos morales. Es también el lugar en el que la celebración de la fe nos ayuda a crecer en identidad cristiana. A la luz de lo que somos discernimos lo que hemos de hacer.
Tradicionalmente se ha hablado de tres papeles responsables: curar, enseñar y dirigir. Los tres han de ir acompañados del adjetivo "pastoral" o del adverbio "pastoralmente".
Si la autoridad no se ejerce pastoralmente, no es autoridad en el sentido evangélico. El papel de quienes velan por la unidad en la iglesia es más el de curar que el de juzgar; más el de ayudar a discernir que el de enseñar todas las respuestas a todos los problemas; más el papel de reconciliación que el de un autoritarismo apoyado en órdenes más que en razones (Como cuando decía el otro día un obispo a uno de sus sacerdotes que le preguntaba acerca de la imposición de un pequeño cambio en su parroquia; “Se hace así porque lo digo yo que soy tu obispo, y punto…”).
Enseñar, curar y dirigir de un modo pastoral quiere decir con la finalidad de ayudar a las personas creyentes a acercarse más a Cristo. Ejercer, por tanto, el triple ministerio de curar, enseñar y dirigir, al estilo de Cristo. Como decía Juan XXIII, que la iglesia no sea solamente maestra, sino madre. Y que cuando sea maestra, lo sea como madre.
También hay que aceptar la mayoría de edad de los fieles. Que la iglesia, al ser madre, no sea madre posesiva. Que nos sintamos más responsables de dar esperanza que de vigilar para que no se desvíe nadie. Otra manera de entender el magisterio en la comunidad es posible...
Se le hacen al obispo dos preguntas: a) ¿Quieres poner todo el empeño para penetrar con toda tu sabiduría en la inteligencia de la Sagrada Escritura? b) Lo que has leído en el estudio de la Sagrada Escritura, ¿quieres enseñarlo al pueblo, para el que eres consagrado, de palabra y con el ejemplo?
Al hacerlo así, el obispo es alguien que anima y ayuda a crecer. El P. Alonso Shôkel (q.e.p.d.) traducía así el texto de la primera carta a la iglesia de Tesalónica 5, 11: “Animáos mutuamente y ayudaros a crecer mutuamente; como ya, de hecho, oigo que lo estáis haciendo”. (San Jerónimo eligió para su Vulgata las expresiones consolamini invicem et aedificate alterutrum).
La tradición monástica desarrolló formas de corrección fraterna (siguiendo los pasos recomendados en Mt 18, 15, no con otros procedimientos de manipulación) y acentuó la relación de ayuda (dirección o acompañamiento espiritual) en procesos de discernimiento. La ayuda mutua en la comunidad para tratar temas morales es algo que hay que redescubrir hoy. Hay que utilizar la capacidad de discernir que tiene la comunidad eclesial en su conjunto. La comunidad es el lugar donde nos ayudamos mutuamente en el discernimiento de los casos morales. Es también el lugar en el que la celebración de la fe nos ayuda a crecer en identidad cristiana. A la luz de lo que somos discernimos lo que hemos de hacer.
Tradicionalmente se ha hablado de tres papeles responsables: curar, enseñar y dirigir. Los tres han de ir acompañados del adjetivo "pastoral" o del adverbio "pastoralmente".
Si la autoridad no se ejerce pastoralmente, no es autoridad en el sentido evangélico. El papel de quienes velan por la unidad en la iglesia es más el de curar que el de juzgar; más el de ayudar a discernir que el de enseñar todas las respuestas a todos los problemas; más el papel de reconciliación que el de un autoritarismo apoyado en órdenes más que en razones (Como cuando decía el otro día un obispo a uno de sus sacerdotes que le preguntaba acerca de la imposición de un pequeño cambio en su parroquia; “Se hace así porque lo digo yo que soy tu obispo, y punto…”).
Enseñar, curar y dirigir de un modo pastoral quiere decir con la finalidad de ayudar a las personas creyentes a acercarse más a Cristo. Ejercer, por tanto, el triple ministerio de curar, enseñar y dirigir, al estilo de Cristo. Como decía Juan XXIII, que la iglesia no sea solamente maestra, sino madre. Y que cuando sea maestra, lo sea como madre.
También hay que aceptar la mayoría de edad de los fieles. Que la iglesia, al ser madre, no sea madre posesiva. Que nos sintamos más responsables de dar esperanza que de vigilar para que no se desvíe nadie. Otra manera de entender el magisterio en la comunidad es posible...