El Resucitado no es Harry Potter

La popularidad de la magia de Potter no debería confundir a creyentes, para quienes Jesús es “El Que Vive” (Apocalipsis 1:18: el Viviente), no un fantasma comiendo sardinas, ni un producto de reanimación artificial por aprendices de magos.

El ángel anuncia significativamente a las mujeres: No está aqui, una tumba vacía no es el lugar de buscar “entre los muertos al que vive” (Lc 24, 5).

Fueron unas mujeres, con sentido y capacidad de engendrar esperanzas, las que intuyeron “que Él vivía” (Lc 24,23; ), lo que no captaba el estreñimiento mental de otros discípulos pesimistas.

Había que recordárselo a estos durante la etapa siguiente, interpretándoles qué significaba “que Él vivía” (Act 1,3). En ese Jesús vivo, no en un mágico Harry Potter, es en quien cree Pablo. De sus labios escuchó Festo que Pablo creía “en un tal Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirma que vive” (Act 25, 19).

El momento de la muerte es el momento de la resurrección (no hay que esperar que pasen días, ni que se vacíen tumbas), es la entrada definitiva en la que Ignacio de Loyola llamaba la “vida verdadera” del Rey eterno. La Resurrección (en el sentido cristiano, no en el de la magia de reanimaciones o revivires terrenos) hay que comprenderla, como también la Eucaristía, a partir del paradigma de la acción del Espíritu (la Ruah) en la Creación.

Decir que el Espíritu resucita es decir que hace vivir de veras para no poder ya morir. Esta excpresión de fe en el Dios que vivifica, ya presente en la tradición judía, se profundiza y magnifica cuando un evangelista la repiensa y la confiesa formulándola en el presente y diciendo que Jesús vive, está vivo, es el viviente por excelencia, que nos dice: "No tengáis miedo. Yo soy el Primero y el Último, el Viviente,el que murió, pero como véis está vivo, estoy siendo el Viviente por los siglos de los siglos" (Apoc. 1,18).

Además, al confesar así la fe se evitan los malentendidos de quienes tomasen la palabra resurrección en sentido mágico. Esta confesión de fe en Jesús vivo es la misma que le llama Cristo (es decir, fundamento de nuestra esperanza) y la que nos hace creer que nuestros difuntos, que murieron, están vivos, porque viven en él. “Quienes murieron viven en el Señor”. Por eso, en esta semana pascual, celebramos con alegría la presencia cercana y cotidiana de nuestros difuntos...
Volver arriba