Resucitado, no revive: ¡Él Vive!
Para la fe cristiana, resucitar no significa revivir de la muerte ni sobrevivir a la muerte, sino pervivir definitivamente en el seno de la Fuente divina de la Vida.
El Resucitado no sobrevive mágicamente a la muerte. Tampoco retorna de la muerte a la vida de este mundo, como en el caso de Lázaro al salir de su tumba después de varios días. (Ya sabemos, por la hermenéutica, que Lázaro no fue devuelto a la vida milagrosamente por Jesús, sino que el capítulo 11 del evangelio según Juan es una dramatización narrativa del evangelista para escenificar y repensar la verdad profunda de que Jesús es la Resurrección y la Vida, liberando así al discipulado del miedo a la muerte).
Para hablar del triunfo de Jesús sobre la muerte, es decir, que la derrota de su crucifixión es victoria (el profeta gana cuando pierde...), y que el trance mismo de morir es para él la entrada decisiva en la Vida que no muere..., para hablar de este enigma de fe, el Nuevo Testamento usa varios lenguajes: exaltación, resurrección, vida definitiva, etc...(Hace décadas lo explicó el exegeta Leon Dufour).
La expresión de esta fe en términos de resurrección se confunde, a veces, en la religiosidad popular con el revivir de un cadáver que abandona una tumba vacía para retornar a la vida en este mundo. La expresión de la fe en términos de vida es de mayor amplitud y hondura. Por eso se llama a Jesús “El que Vive” (Apocalipsis, 1, 18).
Esta fe no se demuestra científicamente, ni se prueba históricamente, pero sí se muestra en una historia de personas y comunidades, cuya praxis lo atestigua: son prolongación del cuerpo del Resucitado, de “El que Vive”.
Estas comunidades sustituyen al templo y religión antiguos. Quienes se “enredan en las redes” del movimiento suscitado por Jesús, el Pescador de personas para la vida, al poner en práctica su mensaje liberador, constituyen la única manera de mostrar que, efectivamente, Él vive.
Solamente en esa praxis se muestra la verdad de la resurrección (no supervivencia, ni retorno a esta vida, sino pervivir permaneciendo en el seno de la Vida): La praxis martirial de monseñor Romero o de Ellacuría y compañía de mártires, la praxis del martirio cotidiano de Teresa de Calcuta o la praxis mística contemplativa de Teresa de Ávila; la praxis mística de servicio de Ignacio de Loyola o prof:etica de Pedro Arrupe; y un larguísimo etcétera.
Compartiendo, amigas y amigos, la alegría esperanzada de esa praxis, ¡Buena Pascua!¡Buen Tránsito de la vida a la Vida! Paz y bien a quienes se sumergen en la corriente trinitaria de las aguas bautismales en el nombre de la Fuente de la Vida, de la Epifanía de la Vida y del Soplo vivificador de la Vida. Amén. Aleluya.
El Resucitado no sobrevive mágicamente a la muerte. Tampoco retorna de la muerte a la vida de este mundo, como en el caso de Lázaro al salir de su tumba después de varios días. (Ya sabemos, por la hermenéutica, que Lázaro no fue devuelto a la vida milagrosamente por Jesús, sino que el capítulo 11 del evangelio según Juan es una dramatización narrativa del evangelista para escenificar y repensar la verdad profunda de que Jesús es la Resurrección y la Vida, liberando así al discipulado del miedo a la muerte).
Para hablar del triunfo de Jesús sobre la muerte, es decir, que la derrota de su crucifixión es victoria (el profeta gana cuando pierde...), y que el trance mismo de morir es para él la entrada decisiva en la Vida que no muere..., para hablar de este enigma de fe, el Nuevo Testamento usa varios lenguajes: exaltación, resurrección, vida definitiva, etc...(Hace décadas lo explicó el exegeta Leon Dufour).
La expresión de esta fe en términos de resurrección se confunde, a veces, en la religiosidad popular con el revivir de un cadáver que abandona una tumba vacía para retornar a la vida en este mundo. La expresión de la fe en términos de vida es de mayor amplitud y hondura. Por eso se llama a Jesús “El que Vive” (Apocalipsis, 1, 18).
Esta fe no se demuestra científicamente, ni se prueba históricamente, pero sí se muestra en una historia de personas y comunidades, cuya praxis lo atestigua: son prolongación del cuerpo del Resucitado, de “El que Vive”.
Estas comunidades sustituyen al templo y religión antiguos. Quienes se “enredan en las redes” del movimiento suscitado por Jesús, el Pescador de personas para la vida, al poner en práctica su mensaje liberador, constituyen la única manera de mostrar que, efectivamente, Él vive.
Solamente en esa praxis se muestra la verdad de la resurrección (no supervivencia, ni retorno a esta vida, sino pervivir permaneciendo en el seno de la Vida): La praxis martirial de monseñor Romero o de Ellacuría y compañía de mártires, la praxis del martirio cotidiano de Teresa de Calcuta o la praxis mística contemplativa de Teresa de Ávila; la praxis mística de servicio de Ignacio de Loyola o prof:etica de Pedro Arrupe; y un larguísimo etcétera.
Compartiendo, amigas y amigos, la alegría esperanzada de esa praxis, ¡Buena Pascua!¡Buen Tránsito de la vida a la Vida! Paz y bien a quienes se sumergen en la corriente trinitaria de las aguas bautismales en el nombre de la Fuente de la Vida, de la Epifanía de la Vida y del Soplo vivificador de la Vida. Amén. Aleluya.