Sábado Santo: Entrevista a Nicodemo

DSCN0030




Tras la entrevista que le hizo Celia, Nicodemo pasó el sábado Santo en silencio contemplando sus rosas de pasión...

Celia es nerviosa y delgada, periodista incisiva, viajera infatigable, ojos de azul interrogante, pluma vivaz y sonrisa traviesa. Se metió en el túnel del tiempo y arribó a Jerusalén en el siglo I. Envía desde el monte de los Olivos su entrevista a Nicodemo, al que pide unos minutos para un encuentro.

Celia: Hola, Nico, ¿te puedo tutear?

Nicodemo: Para un Matusalén como yo, es un placer que me hables así, preciosidad.

Celia: Pues estás hecho un joven, piropeando. ¿Era así como empañabas las lágrimas de las chicas de Jerusalén, cuesta arriba por la Amargura?

Nicodemo: Calla, hija, calla, no me recuerdes aquel via crucis, qué pesadilla...

Celia: Al que le pesó fue a Cirineo, que tuvo que cargar a la fuerza con el madero y, además de sudar, pasaría una vergüenza...

Nicodemo: Mayor vergüenza para nosotros, el de Arimatea y yo, vergüenza ante nosotros mismos.
Celia: ¿Por qué?

Nicodemo: Lo vimos todo desde lejos. Cuando al fin hicimos el ánimo de acercarnos a la colina de la Calavera, ya estaba en lo alto el Colgado. No nos atrevimos a acercarnos, nos tomarían por simpatizantes. Pero Malena y María, la del Cleofás, allí estaban firmes a pie de horca, una acariciando los pies helados de Jesús y la otra abrazando a la madre para sostenerla.

Celia: Si les avisan a tiempo, seguro que arman un lío la noche antes a la puerta de Comisaría. Bien calcularon los jefes atraparle a media noche. Por cierto, tú estarías en el despacho de la Curia cuando se firmó el vale para las treinta monedas.

Nicodemo: Ni vale, ni recibo, niña, esas cosas siempre se hacen con dinero negro, en secreto y ...manipulando. Que no se sepa quién tira la piedra y esconde la mano.

Celia: Bueno, pero verlo lo verías.

Nicodemo: Y por eso aún me remuerde la conciencia.

Celia: Y la noche de la bofetada en el juicio ante Anás, ¿también votaste?

Nicodemo: Fue bochornoso. A los testigos falsos les habían pagado mucho más que a Judas, para que reunieran firmas contra Jesús por ateo y blasfemo.

Celia: En mi siglo lo harían por la web, que así se alcanza a más gente en menos tiempo.

Nicodemo: Yo me salí del aula, con la excusa de ir al baño, y no voté. Por la escalinata me crucé con Juan, que tenía paso franco por amistad con los secretarios. Se tapaba la cara con la esclavina para disimular el llanto. Yo también rompí a llorar. Sofocado, abrí la ventana en busca de aire fresco y vi en el patio a Pedro, que también lloraba. Cantó el gallo y me entró un escalofrío... Justo en ese momento le sacaban, estuve a punto de bajar los ojos, pero no me dio tiempo, él me miró y, con las manos atadas, esbozó el gesto típico de señalar hacia arriba...

Celia: ¿Hacia dónde?

Nicodemo: Es una clave secreta entre nosotros dos. Lo comprendí enseguida. Tres años antes pasé una noche en su casa. Torta de harina con miel y brindis con leche de cabra. la conversación se prolongó hasta la madrugada, yo preguntaba largamente cosas difíciles y él respondía con frases cortas, fáciles pero enigmáticas. “Nicodemo, me dijo, te sobra cabeza y te faltan entrañas, tienes que volver a nacer”. “¿A mis años, Maestro?” “Sí, a tus años, Nico, dejarte dar a luz desde arriba”, dijo, y señaló al lucero del alba por la ventana de su buhardilla. Entonces no lo entendí, pero cuando le abrieron el costado, después del ultimo grito con que expiró, se me abrieron los ojos. Brotaban aguas con gozo de las fuentes de la salvación, era un chorro de Espíritu que nos transformaba. Por eso fui corriendo hasta Pilato con el de Arimatea, había que conseguir los restos y enterrarlos, había que dejar atrás la muerte y el miedo, porque él ya había resucitado desde el patíbulo, aquello solo eran restos,despojos... él ya estaba más allá de esta vida y esta muerte, en la Vida de las vidas, el era El que Vive, rompió aguas la Ruah y renació resucitado el Cristo a golpe de lanza, renació desde arriba y nos hace renacer a todos y todas hacia arriba... Quienes pidieron crucifixión violenta no se daban cuenta de lo que hacían: exaltar su renacer pacífico.

Celia: Aludes a quienes pidieron su muerte. Ahí hay algo que no me cuadra. ¿Cómo cambió la gente tan radicalmente en tan poco tiempo? El domingo gritando “¡Hosannna! Y el viernes pidiendo: “Crucifícalo, crucifícalo”. No se explica.

Nicodemo: la explicación es bien sencilla, Celia. No eran los mismos. Si hubieran sido los del “Hosanna”, se lían a tortazos con los guardias. Pero no eran ese grupo, no les dejaron acercarse. La plaza se llenó, como en las grandes concentraciones y demostraciones, con los que habían traído de los pueblos pagándoles con una merienda para que gritasen “Crucifícalo”.

Celia: En mi siglo también los traen de provincias en autobuses pagados por el partido. Pero es para que den vivas con banderas del otro régimen.

Nicodemo: Es lo mismo, Celia. Cuando oigas vivas y alabanzas, pregunta contra quién van los gritos, como diría en el siglo XX Miguel de Unamuno (que, por cierto escribió un magnífico ensayo sobre mí). Ya dijo el Maestro: “Muchos dicen Señor, Señor, pero...”

Celia: Gracias, Nicodemo, ahora te dejo y corro a por el helicóptero, que me ha invitado Paloma Borrero y mañana tengo que cubrir una asamblea multitudinaria en la plaza de san Pedro y transmitir en directo la ceremonia de Pascua en todos los idiomas, sobre el fondo florido de los tulipanes holandeses y los lirios del Aventino.

Nicodemo: Pues yo me quedo aquí. prefiero pasar la Pascua en soledad y meditación, practicando un poco de Zen (con el Koan del maestro: ¡¡¡renacer desde arriba!!!), mientras contemplo en el jardín la rosa de pasión. Ella me hace presentir en cada instante la Presencia de su Vida resucitada en todos los momentos presentes... Con razón subió arriba para expandirse y llenarlo todo (¡qué bien suena en griego!:ina pleróse ta panta... Eph 4,10).
Volver arriba