Sexualidad, celibato y Evangelio (4)
La periodista se aparta del tema personal y pregunta por la sociedad actual. “En una sociedad llena de reclamos sexuales, ¿resulta fácil mantenerse casto?” Respondo: Se ha pasado de la represión a la banalidad, del exceso de represión a la permisividad.
Pero el problema de los reclamos sexuales no es meramente que me provoquen o exciten a mí (que, efectivamente así lo hacen), sino que desprecian, insultan, maltratan y toman como mero objeto a las personas que sirven de reclamo, ya sea presencialmente o a través de los medios y la publicidad. Su dignidad es pisoteada. Considerar un anuncio pornográfico solamente desde el punto de vista de si es un estimulante para mí, sería individualismo machista, tanto si lo rechazase como si lo disfrutase. Hay que cuestionar seriamente lo que eso conlleva de discriminación e injusticia.
“¿Es eso lo que opina de la gran presencia del sexo en la sociedad actual?”
Sí, pero opino también algo que me parece mucho más importante. La sexualidad en la especie humana es mucho más que sexo, en el sentido estrecho de la palabra. Los humanos no hacemos el amor ni mejor ni peor que otras especies. Nuestra característica es poder hacerlo mejor y peor y tener que elegir cómo lo hacemos. Somos capaces de hacerlo con sadismo o con ternura. Estamos abiertos a la doble posibilidad de hacernos felices y hacernos crecer mutuamente mediante el amor o destruirnos mutuamente. La tentación de no elegir es una tentación mayor y más fuerte, mucho mayor que las llamadas “tentaciones sexuales”.
“¿Cree que estamos demasiado obsesionados con el sexo?”
Si me perdonas el juego de palabras, te diré que se ha pasado de una “ob-sexión “ a otra. Antes, las instancias educativas y las iglesias estaban moralísticamente “ob-sexionadas”, viendo en todo pecado y fomentando la represión. Hoy la sociedad está tan erotísticamente “ob-sexionada” que acaba por perderse la riqueza afectiva de la sexualidad. Un psicólogo norteamericano la definía como la “sociedad an-orgasmo-fóbica”, es decir, obsesionada por el síndrome de miedo a carecer de orgasmo. Y una socióloga suiza denunciaba el porcentaje elevado de impotencia sexual masculina relacionada con la sobredosis de satisfacción al alcance de la mano.
“Entonces, ¡será más difícil hoy una opción de celibato?”
Respondo: Te has olvidado ya de cómo te puse antes la pregunta del revés. Hoy es tan difícil como antes, sólo que por diversas razones. Antes era difícil por la inmadurez que fomentaba la aparición de las crisis de pubertad con retraso y por la represión que era una bomba de efecto retardado (a veces explotaba al cabo de los años en violaciones, pederastias, autoerotismos o desviaciones en la integración de la propia sexualidad en la personalidad).
Hoy es también difícil por el polo opuesto a la represión, es decir, la facilidad para la ausencia de límites, facilitadora de situaciones ambiguas y comportamientos ambivalentes que escinden a las personas en la esquizofrenia de no tener ni aquello a lo que renunciaron ni aquello por lo que renunciaron. Y hay que echar mano de las psicoterapias... (Proseguirá)
Pero el problema de los reclamos sexuales no es meramente que me provoquen o exciten a mí (que, efectivamente así lo hacen), sino que desprecian, insultan, maltratan y toman como mero objeto a las personas que sirven de reclamo, ya sea presencialmente o a través de los medios y la publicidad. Su dignidad es pisoteada. Considerar un anuncio pornográfico solamente desde el punto de vista de si es un estimulante para mí, sería individualismo machista, tanto si lo rechazase como si lo disfrutase. Hay que cuestionar seriamente lo que eso conlleva de discriminación e injusticia.
“¿Es eso lo que opina de la gran presencia del sexo en la sociedad actual?”
Sí, pero opino también algo que me parece mucho más importante. La sexualidad en la especie humana es mucho más que sexo, en el sentido estrecho de la palabra. Los humanos no hacemos el amor ni mejor ni peor que otras especies. Nuestra característica es poder hacerlo mejor y peor y tener que elegir cómo lo hacemos. Somos capaces de hacerlo con sadismo o con ternura. Estamos abiertos a la doble posibilidad de hacernos felices y hacernos crecer mutuamente mediante el amor o destruirnos mutuamente. La tentación de no elegir es una tentación mayor y más fuerte, mucho mayor que las llamadas “tentaciones sexuales”.
“¿Cree que estamos demasiado obsesionados con el sexo?”
Si me perdonas el juego de palabras, te diré que se ha pasado de una “ob-sexión “ a otra. Antes, las instancias educativas y las iglesias estaban moralísticamente “ob-sexionadas”, viendo en todo pecado y fomentando la represión. Hoy la sociedad está tan erotísticamente “ob-sexionada” que acaba por perderse la riqueza afectiva de la sexualidad. Un psicólogo norteamericano la definía como la “sociedad an-orgasmo-fóbica”, es decir, obsesionada por el síndrome de miedo a carecer de orgasmo. Y una socióloga suiza denunciaba el porcentaje elevado de impotencia sexual masculina relacionada con la sobredosis de satisfacción al alcance de la mano.
“Entonces, ¡será más difícil hoy una opción de celibato?”
Respondo: Te has olvidado ya de cómo te puse antes la pregunta del revés. Hoy es tan difícil como antes, sólo que por diversas razones. Antes era difícil por la inmadurez que fomentaba la aparición de las crisis de pubertad con retraso y por la represión que era una bomba de efecto retardado (a veces explotaba al cabo de los años en violaciones, pederastias, autoerotismos o desviaciones en la integración de la propia sexualidad en la personalidad).
Hoy es también difícil por el polo opuesto a la represión, es decir, la facilidad para la ausencia de límites, facilitadora de situaciones ambiguas y comportamientos ambivalentes que escinden a las personas en la esquizofrenia de no tener ni aquello a lo que renunciaron ni aquello por lo que renunciaron. Y hay que echar mano de las psicoterapias... (Proseguirá)