Sexualidad, celibato y Evangelio (6)

Conforme avanza la entrevista la periodista se crece en habilidad, porque pregunta de golpe: “¿Alguna vez ha estado a punto de caer en las tentaciones carnales?”

Respondo: ¡Qué delicadeza en el modo de preguntar! Preguntar si he estado a punto de caer es hacerme el favor de presuponer que no he caído nunca. Muchas gracias por darme ese beneficio de la duda. Pero déjame que amplíe también esta vez la pregunta. Las que llamas “tentaciones carnales” (no sé exactamente, aunque lo sospecho, lo que estarás imaginando) solamente son una parte (quizás no la más importante) del abanico de tentaciones.

No hace falta numerar como siete las tentaciones capitales (los budistas ponen 108...), pero en cualquier caso, todas nos afectan, pues somos desde el nacimiento, seres tentados a lo peor y seres llamados a lo mejor. Todos llevamos ambas voces brotando de nuestro interior siempre, el lado oscuro y el luminoso de la persona. Quien diga que no ha sido tentado nunca o es un anormal o es un santo (cosa que apenas se da).

Los que somos vulgares y corrientes (como dicen los budistas, un “bonpu”, una persona de tantas) somos siempre tentados y vocados. Ante una persona que me atrae sexualmente, brotan de mi interior dos voces. La voz de mi lado oscuro que querría abrazarla, poseerla, o en el peor de los casos, violarla. No reconocerlo sería hipocresía. Pero, al mismo tiempo, brota de mí interior otra voz que me pide respetarla. Si no hago caso de la primera voz y la reprimo y sigo a la segunda, no es porque me lo prohiba una instancia moral o religiosa, sino porque me lo pide el lado mejor de mí mismo y de esa persona.

Si se reprime, no es para amar menos, sino para amar más y mejor. Pero, ¡ojo!, que todo esto se puede quedar en palabras bonitas, si no somos conscientes de la fragilidad y vulnerabilidad que lleva dentro esta especie animal ambigua que somos: capaces de amar y de destruir lo amado.

Además, me hace gracia tu frase de “estar a punto de caer”. Sugiere la imagen de ir corriendo, areiesgarse a cruzar en rojo y pegar un frenazo. Además, ¿por qué las llaman tentaciones carnales? Eso paree cosndierarlas como un mero juego de estímulo y respuesta. Olvidanmos la característica de la especie humana. Somos mezcla de destino, azar y libertad. Podemos y tenemos que elegir. La tentación mayor, lo repetiré, es la de renunciar a elegir y dejarse llevar.

Pero insistamos, superando el pudor, en ser honestamente sinceros. Lo mismo en la relación de pareja que en el celibato, el proceso de vivir e ir haciéndose a sí mismo como ser sexuado y sexual, e integrar la sexualidad en la personalidad, no es un progreso lineal, crecemos a través de altibajos, inestabilidades, conflictos y crisis.. Ir pasando ese proceso es una tarea más difícil que superar una tentación o un impulso puntual.
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