Subir a los cielos, bajar a la vida
Tres lenguajes diferentes en las tres lecturas litúrgicas de la Ascensión: lo mítico, lo místico y lo cotidiano.
Habrá quien elija comentar el lenguaje mítico de la subida los cielos según Lucas (Hechos 1, 1-11; cf. Lc) en forma popularmente comprensible (“No os quedéis embobados mirando hacia arriba”). Habrá quien prefiera profundizar en el estilo místico para fe adulta de la Carta a los Efesios (1, 17-23; cf. 4, 10: “para llenarlo todo”). Y muchas comunidades de base se dejarán animar por lo cotidiano de Mateo (28, 16-20: “a vuestro lado cada día”, cf. Mc 16, 7: “Va por delante...en Galilea lo veréis).
Decir que “subió por entre nubes” es lenguaje mítico. Decir que “lo llena todo” es lenguaje místico. Unas homilías exagerarán el primero (con peligro de literalismo). Otras acentuarán el segundo (con peligro de ambigüedad).
Habrá quienes opten por aclarar malentendidos sobre números, como explicaba hace ya medio siglo el profesor en clase de exégesis: “Ni tres días para resucitar, ni cuarenta para ascender a los cielos...El tercer día es alusión a Oseas: lo definitivo; los cuarenta días aluden al éxodo... Ni Jesús espera tres días para dejar una tumba vacía, ni juega al escondite cuarenta días con los apóstoles, ni trepa a las nubes en despegue vertical a propulsión... Según el evangelista Juan, resurrección, ascensión y entrega del Espíritu son un todo inseparable, que coincide con la muerte y la lanzada en el costado, de donde brota sangre y agua (Jn 19, 29-34)”. Así lo explicaba, ya en los años 60, el profesor puesto al día en hermenéutica, mientras bostezaba el alumnado por el calor de mayo.
En eucaristía vivas y vividas por comunidades enredadas en las redes del Pescador, celebrarán la Ascensión al Cielo como descenso a la vida. Para descender a lo frágil, apearse a lo marginado y “bajarse al pobre”, como diría el P.Benjamín González, se centrarán en la Galilea cotidiana de Marcos (Mc 16, 7) o en la presencia en el camino de la praxis, con Mateo: “Con vosotras y vosotros a diario hasta el fin de los siglos” (Mt 28, 20) y en el compartir comunitario: “allí donde os reunís, dos o tres, en mi nombre (cf. Mt 18, 20).
Otras reuniones, en vez de unas pocas personas, serán misas multitudinarias en un estadio. En unas y otras, grandes y pequeñas, puede “subsistir” (Lumen Gentium, 8) el movimiento de Jesús,que llamamos iglesia. La interpelación será, para unas y para otras, “¿En nombre de quién y de qué se reúnen y para qué?"...
Habrá quien elija comentar el lenguaje mítico de la subida los cielos según Lucas (Hechos 1, 1-11; cf. Lc) en forma popularmente comprensible (“No os quedéis embobados mirando hacia arriba”). Habrá quien prefiera profundizar en el estilo místico para fe adulta de la Carta a los Efesios (1, 17-23; cf. 4, 10: “para llenarlo todo”). Y muchas comunidades de base se dejarán animar por lo cotidiano de Mateo (28, 16-20: “a vuestro lado cada día”, cf. Mc 16, 7: “Va por delante...en Galilea lo veréis).
Decir que “subió por entre nubes” es lenguaje mítico. Decir que “lo llena todo” es lenguaje místico. Unas homilías exagerarán el primero (con peligro de literalismo). Otras acentuarán el segundo (con peligro de ambigüedad).
Habrá quienes opten por aclarar malentendidos sobre números, como explicaba hace ya medio siglo el profesor en clase de exégesis: “Ni tres días para resucitar, ni cuarenta para ascender a los cielos...El tercer día es alusión a Oseas: lo definitivo; los cuarenta días aluden al éxodo... Ni Jesús espera tres días para dejar una tumba vacía, ni juega al escondite cuarenta días con los apóstoles, ni trepa a las nubes en despegue vertical a propulsión... Según el evangelista Juan, resurrección, ascensión y entrega del Espíritu son un todo inseparable, que coincide con la muerte y la lanzada en el costado, de donde brota sangre y agua (Jn 19, 29-34)”. Así lo explicaba, ya en los años 60, el profesor puesto al día en hermenéutica, mientras bostezaba el alumnado por el calor de mayo.
En eucaristía vivas y vividas por comunidades enredadas en las redes del Pescador, celebrarán la Ascensión al Cielo como descenso a la vida. Para descender a lo frágil, apearse a lo marginado y “bajarse al pobre”, como diría el P.Benjamín González, se centrarán en la Galilea cotidiana de Marcos (Mc 16, 7) o en la presencia en el camino de la praxis, con Mateo: “Con vosotras y vosotros a diario hasta el fin de los siglos” (Mt 28, 20) y en el compartir comunitario: “allí donde os reunís, dos o tres, en mi nombre (cf. Mt 18, 20).
Otras reuniones, en vez de unas pocas personas, serán misas multitudinarias en un estadio. En unas y otras, grandes y pequeñas, puede “subsistir” (Lumen Gentium, 8) el movimiento de Jesús,que llamamos iglesia. La interpelación será, para unas y para otras, “¿En nombre de quién y de qué se reúnen y para qué?"...