Usar dignamente lo artificial es natural. -Matice, Cardenal Turkson: natalidad responsable-

Leemos en Religión Digital(post de Redacción, 10 de noviembre) lo siguiente: El cardenal Peter Turkson, líder asesor sobre el cambio climático del papa Francisco, le aclaró a la BBC que “la Iglesia nunca había estado en contra de la planificación familiar (siempre y cuando se haga de forma natural)”.

Si la cita es correcta y corresponde a las palabras del Cardenal, habrá que recomendar a Su Eminencia que insista en el uso del entrecomillado o la letra cursiva para subrayar la expresión “de forma natural”. ¿Por qué? Porque no se puede decir que el uso digno y responsable de un preservativo, o de una pastilla, o de un dispositivo intrauterino, etc. sea algo antinatural o no natural. No es antinatural ponerse gafas con las lentes debidamente graduadas.

Artificial no significa antinatural. Lo contrario de lo natural no es lo artificial, sino lo antinatural. Tanto los llamados “métodos naturales” como los llamados “métodos artificiales” (ambos entrecomillados) pueden ser usados de una forma muy natural o de una forma muy antinatural (por ser indigna o irresponsable).

Usar debidamente lo artificial es natural. Por otra parte, cuando se habla de evitar un embarazo, dejando de tener relaciones coitales en los días fértiles de la mujer y teniéndolas únicamente en los días infértiles, no se debe designar estos métodos con el nombre de “métodos naturales”. O, si se los llama así, habrá que poner “naturales” entrecomillado o en cursiva, para que quede claro que también es natural el recurso a los otros métodos, llamados artificiales.

Es decir, que unos y otros pueden ser usados de una manera muy natural, como es muy natural llevar gafas (que son un artefacto, algo artificial), si corresponden a la graduación de la propia vista. No sería natural, si no fueran de la graduación que corresponde.

Hay que acabar de una vez y para siempre con el gran malentendido de la encíclica Humanae vitae del Papa Pablo VI (1968) y dejar de pensar que los llamados impropiamente “métodos naturales” son la única regulación de la natalidad moralmente admisible.

El criterio para determinar la moralidad de su uso no consiste en preguntar si son naturales o artificiales, sino en reconocer sinceramente si su uso es digno y responsable. Lo será cuando se respete mutuamente la salud, la sensibilidad y la dignidad de las personas.

Pero la verdad es que son estériles estas discusiones en el interior de una teología que no se decide a tirar por la borda el lastre de distinciones escolásticas sobre pseudoproblemas de sexualidad.

”Dijo un discípulo al maestro: Ya he tirado toda la carga y me he liberado por completo. Ahora,¿qué me queda por hacer? Le respondió el maestro: Estás en un verdadero apuro. Apresúrate cuanto antes a tirar lo mucho que te queda. Pero si ya no me queda nada y lo he tirado todo, dijo pesaroso el discípulo. Bueno,si te empeñas en no ser,sigue así. Sigue con tu carga a cuestas” ( Del cap. 55 de Vivir, Declée, 2015).

Y eso es justamente lo que le ocurre a la Iglesia con los pseudoproblemas de la sexualidad...
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