Que aproveche...y se aproveche
Cuando el ecologista de Kenya, Wangari Muta Maathai, recibió el Premio Nobel, en 2004, por su dedicación a la protección del medio ambiente, llamó la atención del público mundial sobre la palabra japonesa mottainai, que puede servir de lema para canalizar los esfuerzos actuales por un desarrollo sostenible. Hoy la podemos leer, tal como suena en japonés, en informes sobre cuidado del entorno, reciclaje de productos o costumbres alimenticias.
Mottainai significa, ante todo, lo contrario de la cultura de “usar y tirar”. A quien va a tirar a la basura parte del plato de comida, se lo impedimos porque “tirarlo es mottainai”: sería una lástima, diríamos en castellano, no hay que desperdiciar lo que se puede aprovechar. Me han servido en el restaurante dos rodajas de pescado. Me basta con una, ofrezco la otra a mi acompañante y comparto el plato, mientras le digo, “tirarla sería mottainai”. Es una manera de agradecer que me deje compartir.
Los diccionarios nos remiten a una gran diversidad de matices de esta expresión: no desaprovechar, no tirar lo utilizable, lástima que no se aproveche, etc. La mentalidad latente en esas locuciones de vida cotidiana transmite la importancia de no hacer gastos inútiles, usar bien hasta apurar sus posibilidades los recursos humanos, utensilios y productos, así como un sentido de reverencia y gratitud hacia la naturaleza o el disgusto al ver que se desaprovechan o desperdician sus beneficios.
Un refrán típico reza así: “En las sobras está la buena fortuna”. Lo repetimos cada vez que nos sirven una sopa de arroz o un rehogado de verduras con lo que en castellano llaman “ropa vieja”, las sobras de la semana bien aprovechadas y condimentadas.
Es natural que hoy día se redescubra la sabiduría tradicional tras esa noción, precisamente cuando Japón bate el récord de desperdicios y, en vez de fomentar la sostenibilidad del desarrollo desde su cultura tradicional, se ha convertido en amenaza para la solidaridad planetaria. Hoy, en vez de admirar las costas del llamado Mediterráneo oriental, entre la isla de Honshu y la de Shikoku, constatamos la contaminación ambiental y destrucción del entorno en la costa sudeste japonesa. Por lo que se refiere a los desperdicios, es impactante un paseo por los alrededores de la isla artificial en la bahía de Tokyo donde está entrando, durante las veinticuatro horas del día, una procesión de camiones de basura. Para más inri, el nombre del paraje, Yume no Shima, significa “Isla de los sueños”. ¡Como para soñar con un planeta limpio!
Pareja con mottainai, otra palabra de relevancia actual para la preocupación ecológica es itadakimasu; es lo que todo el mundo dice antes de empezar a comer. Significa “lo recibo con gratitud”. Niños y niñas pequeñitos no probarán un bocado sin haber dicho antes itadakimasu. Yanagida Kunio (1875/1962), uno de los antropólogos sociales de renombre en el Japón moderno, estudió la cultura del cuidado de la vida, encarnada en la tradición de su país en la doble noción de agradecimiento y responsabilidad, plasmada en la palabra itadakimasu: “lo recibo con gratitud, como un don, de arriba a abajo, y he de corresponder retornando algo a quienes me lo procuran”.
El pasado 24 de mayo se reunían en Kobe los ministros de medio ambiente del grupo de estados industrializados (G-8), junto con representantes de diez países más, incluídos India y China. Japón, políticamente débil, se esfuerza por contener el efecto invernadero, con propuestas que suenan como “el chocolate del loro”: inquietan a contaminadores pequeños, mientras dejan tranquilos a los de mayor escala. De cara a la cumbre del próximo Julio, junto al lago Toya en la isla de Hokkaido, se auguran dificultades para un consenso que frene la inflexible presión norteamericana de cara a un nuevo acuerdo sobre el cambio climático en el 2009, tal como se consensuó en diciembre en la Conferencia de Bali. Es sintomático que los titulares se refieran rutinariamente a este tema con el tópico de “era post-Protocolo de Kyoto”.
Más optimismo nos infundía, en los mismos días de la reunión ministerial de Kobe, el simposio paralelo, organizados por una ONG japonesa “Desarrollo sostenible y tradición cultural”, donde se percibía el incremento de conciencia de crisis a nivel ciudadano y el esfuerzo por fomentar, a pesar de la impotencia ante las políticas del mercado global, una cultura del no desperdiciar frente a la civilización de usar y tirar.
En la mesa redonda en que me tocó intervenir, mi interlocutor me preguntaba si puedo explicar en español el sentido de mottainai y de itadakimasu. Le respondí explicando el uso de “¿usted gusta?” y “que aproveche”. Pero tuve que apostillar sinceramente: tanto en Murcia como en Kobe, invadidos por la estandardización del consumismo envuelto en plástico, desaprovechamos y desperdiciamos mucho; no sólo alimentos, sino calidad y sabor del vivir cotidiano.
(Publicado en La Verdad, de Murcia, el 31 de Mayo, 2008)
Mottainai significa, ante todo, lo contrario de la cultura de “usar y tirar”. A quien va a tirar a la basura parte del plato de comida, se lo impedimos porque “tirarlo es mottainai”: sería una lástima, diríamos en castellano, no hay que desperdiciar lo que se puede aprovechar. Me han servido en el restaurante dos rodajas de pescado. Me basta con una, ofrezco la otra a mi acompañante y comparto el plato, mientras le digo, “tirarla sería mottainai”. Es una manera de agradecer que me deje compartir.
Los diccionarios nos remiten a una gran diversidad de matices de esta expresión: no desaprovechar, no tirar lo utilizable, lástima que no se aproveche, etc. La mentalidad latente en esas locuciones de vida cotidiana transmite la importancia de no hacer gastos inútiles, usar bien hasta apurar sus posibilidades los recursos humanos, utensilios y productos, así como un sentido de reverencia y gratitud hacia la naturaleza o el disgusto al ver que se desaprovechan o desperdician sus beneficios.
Un refrán típico reza así: “En las sobras está la buena fortuna”. Lo repetimos cada vez que nos sirven una sopa de arroz o un rehogado de verduras con lo que en castellano llaman “ropa vieja”, las sobras de la semana bien aprovechadas y condimentadas.
Es natural que hoy día se redescubra la sabiduría tradicional tras esa noción, precisamente cuando Japón bate el récord de desperdicios y, en vez de fomentar la sostenibilidad del desarrollo desde su cultura tradicional, se ha convertido en amenaza para la solidaridad planetaria. Hoy, en vez de admirar las costas del llamado Mediterráneo oriental, entre la isla de Honshu y la de Shikoku, constatamos la contaminación ambiental y destrucción del entorno en la costa sudeste japonesa. Por lo que se refiere a los desperdicios, es impactante un paseo por los alrededores de la isla artificial en la bahía de Tokyo donde está entrando, durante las veinticuatro horas del día, una procesión de camiones de basura. Para más inri, el nombre del paraje, Yume no Shima, significa “Isla de los sueños”. ¡Como para soñar con un planeta limpio!
Pareja con mottainai, otra palabra de relevancia actual para la preocupación ecológica es itadakimasu; es lo que todo el mundo dice antes de empezar a comer. Significa “lo recibo con gratitud”. Niños y niñas pequeñitos no probarán un bocado sin haber dicho antes itadakimasu. Yanagida Kunio (1875/1962), uno de los antropólogos sociales de renombre en el Japón moderno, estudió la cultura del cuidado de la vida, encarnada en la tradición de su país en la doble noción de agradecimiento y responsabilidad, plasmada en la palabra itadakimasu: “lo recibo con gratitud, como un don, de arriba a abajo, y he de corresponder retornando algo a quienes me lo procuran”.
El pasado 24 de mayo se reunían en Kobe los ministros de medio ambiente del grupo de estados industrializados (G-8), junto con representantes de diez países más, incluídos India y China. Japón, políticamente débil, se esfuerza por contener el efecto invernadero, con propuestas que suenan como “el chocolate del loro”: inquietan a contaminadores pequeños, mientras dejan tranquilos a los de mayor escala. De cara a la cumbre del próximo Julio, junto al lago Toya en la isla de Hokkaido, se auguran dificultades para un consenso que frene la inflexible presión norteamericana de cara a un nuevo acuerdo sobre el cambio climático en el 2009, tal como se consensuó en diciembre en la Conferencia de Bali. Es sintomático que los titulares se refieran rutinariamente a este tema con el tópico de “era post-Protocolo de Kyoto”.
Más optimismo nos infundía, en los mismos días de la reunión ministerial de Kobe, el simposio paralelo, organizados por una ONG japonesa “Desarrollo sostenible y tradición cultural”, donde se percibía el incremento de conciencia de crisis a nivel ciudadano y el esfuerzo por fomentar, a pesar de la impotencia ante las políticas del mercado global, una cultura del no desperdiciar frente a la civilización de usar y tirar.
En la mesa redonda en que me tocó intervenir, mi interlocutor me preguntaba si puedo explicar en español el sentido de mottainai y de itadakimasu. Le respondí explicando el uso de “¿usted gusta?” y “que aproveche”. Pero tuve que apostillar sinceramente: tanto en Murcia como en Kobe, invadidos por la estandardización del consumismo envuelto en plástico, desaprovechamos y desperdiciamos mucho; no sólo alimentos, sino calidad y sabor del vivir cotidiano.
(Publicado en La Verdad, de Murcia, el 31 de Mayo, 2008)