Menos excomuniones y más prevenciones
Nos sorprende y apena la actitud inmisericorde del obispo de Olinda y Recife, José Cardoso, que fulminó excomuniones contra los médicos que practicaron legalmente un aborto a una niña de nueve años que esperaba gemelos tras haber sido violada por su padrastro.
La imagen del obispo disparando excomuniones me parece anacrónica y peligrosa, como la de un niño que empuña un arcabuz viejo de la armería de su padre y juega con él a piratas del Caribe. Las armas las carga el diablo, dicen, y no sería la primera vez que el juego se torna accidente letal. En el caso de este obispo, se puede decir que falló varios disparos y con el último se hirió a sí mismo.
Disparar excomuniones no sirvió para salvar ninguna vida; no sirvió para ayudar a la niña víctima; no sirvió para presionar los profesionales sanitarios que actuaron legalmente; no sirvió para prevenir las agresiones y malos tratos a las mujeres por parte de violadores.
Para lo único que hizo efecto el disparo de la excomunión fue para herirse a sí mismo y a la iglesia que representa. Con su actitud inmisericorde ha cometido un acto de violencia, que hace un flaco favor a las vidas que pretende proteger. Más le valdría denunciar los malos tratos a las mujeres y recomendar las medidas de prevención, incluidos los recursos anticonceptivos.
Y repasar los criterios de moral para situaciones límite, con el fin de saber cuándo es irresponsable llevar adelante un embarazo con serio peligro para la madre y en qué casos se debe interrumpir el proceso de gestación antes de que sea demasiado tarde para ello. En casos como éste la pregunta correcta del moralista no es si se puede interrumpir el proceso, sino si es irresponsable el permitir que siga adelante y, por tanto, hay más bien obligación moral de interrumpirlo.
La imagen del obispo disparando excomuniones me parece anacrónica y peligrosa, como la de un niño que empuña un arcabuz viejo de la armería de su padre y juega con él a piratas del Caribe. Las armas las carga el diablo, dicen, y no sería la primera vez que el juego se torna accidente letal. En el caso de este obispo, se puede decir que falló varios disparos y con el último se hirió a sí mismo.
Disparar excomuniones no sirvió para salvar ninguna vida; no sirvió para ayudar a la niña víctima; no sirvió para presionar los profesionales sanitarios que actuaron legalmente; no sirvió para prevenir las agresiones y malos tratos a las mujeres por parte de violadores.
Para lo único que hizo efecto el disparo de la excomunión fue para herirse a sí mismo y a la iglesia que representa. Con su actitud inmisericorde ha cometido un acto de violencia, que hace un flaco favor a las vidas que pretende proteger. Más le valdría denunciar los malos tratos a las mujeres y recomendar las medidas de prevención, incluidos los recursos anticonceptivos.
Y repasar los criterios de moral para situaciones límite, con el fin de saber cuándo es irresponsable llevar adelante un embarazo con serio peligro para la madre y en qué casos se debe interrumpir el proceso de gestación antes de que sea demasiado tarde para ello. En casos como éste la pregunta correcta del moralista no es si se puede interrumpir el proceso, sino si es irresponsable el permitir que siga adelante y, por tanto, hay más bien obligación moral de interrumpirlo.