De incógnito, hacia Emaús

Quédate con nosotros, que está atardeciendo y el día va ya de caída... Estando a la mesa, con Juana y Cleofás, Lucas y Myriam, tomó el pan, lo partió y se lo ofreció. Se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él, que viajaba de incógnito por sendas de resurrección, desapareció de su vista (Cf. Lc 24, 30-31).

Juana y Cleofás, Lucas y Myriam iban camino de Emaús aquel mismo día. Juana y Myriam, unos pasos por delante. Lucas y Cleofás, algo rezagados. A ritmo de marcha, ellas; cariacontecidos, ellos.

Dice Myriam exultante. “Alegrad esas caras, chicos, que el campo está precioso, almendros en flor y aroma de tomillo”. “Déjate de bobadas, en pleno duelo”, dice Lucas. “¿Cuántas veces habrá que repetirlo para que nos creáis?”, dice Juana y añade: “Él vive, nos aguarda en Galilea, lo aseguró el mensajero de lo alto”. “Así es, dice Myriam. Por tanto, en Emaús solo parada y fonda”. “Callad ilusas”, dicen ellos.

A la altura del cruce de los Almendrales un peregrino confluye con el grupo. Turbante calado, el velo protege su cara del polvo del camino. “Shalom, chicas. ¿La misma ruta? ”, saluda sonriente. “Hola, caminante. Nosotras, a Emaús, de paso para Galilea”, contestan a la par con voz alegre Myriam y Juana. “Yo tengo una cita en Galilea”. “Pues se te hará de noche. Más te vale hacer escala en Emaús”. “Es que no quiero hacerles esperar... ¿Y vosotros, chicos, al mismo sitio?” “Hmmm”, saludan de mala gana Cleofás y Lucas, sin ánimo de platicar. “Van con nosotras, aclara Juana, pero estos dos no tiran de su cuerpo”. “Anda, insiste Myriam, vamos todos juntos, y apretad el paso que la tarde está cayendo...”.

Marchan de cinco en fondo, Juana a la izquierda de Lucas, Cleofás en el centro, Myriam junto a él y, a su derecha, el Peregrino, que comenta: “Mirad qué hermosura de lirios en la colina”. Se le ha ladeado el velo al señalar al horizonte y su rostro descubierto cruza la mirada con Myriam, que susurra: “Ya decía yo que tu voz me sonaba, Rabboní”. El Peregrino se lleva un dedo a la boca y sugiere a Myriam silencio significativo. Juana no consigue hacer hablar a Lucas y Cleofás. Les interpela el peregrino: “¿Por qué esas caras largas?”. Responden: “¿Eres el único que no sabe lo de anteayer en el Gólgota?”. “¿Qué?”. “Lo de Jesús, lo ejecutaron los de la casta que manda en el culto, la banca y los guardias... Nosotros esperábamos de él la liberación, pero...ya no hay nada que hacer, está enterrado”.

Entretanto, Mryam y el peregrino cruzan de nuevo miradas de complicidad. “¿No leéis las Escrituras?”, dice el peregrino. “Tenía que pasar lo de siempre, al inocente lo asesinan, pero Abba le da la razón y su Espíritu lo saca de muerte a vida: Éxodo, Tránsito y Pascua” .


Descansan bajo una higuera, Myriam saca pan de su alforja: “Peregrino, vas a necesitar esto para convencerlos”. El Peregrino mira al cielo y parte el pan. “¡Conque eras tú!”, exclama atónito Lucas. Pero en ese instante desapareció de su vista. De pie, pan en mano, solo están ante ellos Myriam, que es la que partía pan, y Juana, escanciando vino. Las dos unen sus voces a coro: “Abba, envía tu Espíritu que transforme y consagre la vida de quienes comparten estos frutos de la tierra y el trabajo de tantos hombres y mujeres”.

“¿En qué quedamos?", dice Lucas desconcertado. "¿Era Él o sois vosotras?" Y Cleofás añade perplejo. "¿Ha sido un sueño, una ilusión?”.

“No, dice Myriam, necesitáis una homilía que lo explique. Quien nos ve a nosotras ejerciendo el ministerio ordenado, haciendo lo que Él hizo en memoria suya, le está viendo a Él. El Peregrino viajaba desde el principo con nosotros, pero de incógnito, con cuerpo de resurrección”.

“Pero... ¿Adónde se ha ido? ¿Por dónde vino?”. “Ni se va ni viene,en Oriente le llamarían Tathâgata , es decir, el Así-Siempre-Presente, como nos decía aquel oriental que nos mostró de pequeñas los secretos de la iluminación en el Sutra de la Flor del Loto. Se lo contamos a Jesús una tarde que merendábamos con él en Betania. Le gustó el nombre y nos dijo: El Espíritu sopla donde quiere. Dejaos llevar por él y os dará vida; vosotras estáis llamadas a repartir el pan de esa vida al mundo”.

Cleofás y Lucas, al fin, despiertan: “¿Cómo no nos dimos cuenta mientras comentaba las Escrituras?”. “Corramos a Jerusalén, a contarlo, dicen Myriam y Juana. Él vive, Él es El Que Vive. Esto ya no hay quien lo pare, el amor es más fuerte que la muerte.”

(Nota: Este relato de “ficción real”, de presencia real por medio de la ficción, está inspirado en el de Lucas 24, 13-35. Lucas compuso la escena de Emaús como resumen típico de una catequesis de la fe y de la vida de la comunidad que escucha y transmite la Palabra de Jesús, al que encuentra en el camino de la vida, en la proclamación de su Palabra y en el compartir eucarístico : compartir la vida, la palabra y la fe).
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