Otros mártires: para el 2008
188 víctimas martirizadas entre 1603 y 1639, serán beatificadas el 24 de noviembre del 2008 en Nagasaki. Aunque encabeza la lista el jesuita Pedro Kibe, 183 son seglares.
¿Martirizados por su fe o ajusticiados por violar la ley?, pregunta el periodista. “Las dos cosas”, responde el obispo Mizobe. “Murieron por negarse a apostatar y por violar una legalidad injusta que negaba el derecho a la libertad religiosa”. “¿Los mataron por religión o por política?”, le preguntan al cardenal Hamao. “Por ser cristianos”, responde; pero añade: “No eran oposición política, pero si era peligroso para el gobierno su rechazo a la divinización del estado”.
Dos siglos más tarde, durante el militarismo nacional-sintoísta, su recuerdo animaría a quienes resistían a la ideología politizadora de la religión al servicio de la unidad nacional: no iban a sacrificarse como kamikazes por el emperador y por la patria cantando el Kimigayo.
La aprobación de la beatificación animó el 1 de junio al episcopado japonés, que había publicado en febrero un mensaje sobre libertad religiosa y separación del estado y las confesionalidades: contraste profético frente a un gobierno condescendiente con ideologías nacional-sintoístas de ultraderecha. Dos semanas después, la carta del Nuncio Bottari de Castello, corroboraba el compromiso por los derechos humanos, la paz y la justicia. “Ustedes han expuesto con claridad el principio de la separación de Iglesia y Estado y el valor del artículo 9 de la Constitución. Deseo asegurarles el apoyo a dicha declaración”.
¿Dará qué pensar esta noticia en países con sensibilidades diversas, eclesiásticas o políticas, ante problemas parecidos?
(Publicado en Vida Nueva, 3 noviembre, 2007)
¿Martirizados por su fe o ajusticiados por violar la ley?, pregunta el periodista. “Las dos cosas”, responde el obispo Mizobe. “Murieron por negarse a apostatar y por violar una legalidad injusta que negaba el derecho a la libertad religiosa”. “¿Los mataron por religión o por política?”, le preguntan al cardenal Hamao. “Por ser cristianos”, responde; pero añade: “No eran oposición política, pero si era peligroso para el gobierno su rechazo a la divinización del estado”.
Dos siglos más tarde, durante el militarismo nacional-sintoísta, su recuerdo animaría a quienes resistían a la ideología politizadora de la religión al servicio de la unidad nacional: no iban a sacrificarse como kamikazes por el emperador y por la patria cantando el Kimigayo.
La aprobación de la beatificación animó el 1 de junio al episcopado japonés, que había publicado en febrero un mensaje sobre libertad religiosa y separación del estado y las confesionalidades: contraste profético frente a un gobierno condescendiente con ideologías nacional-sintoístas de ultraderecha. Dos semanas después, la carta del Nuncio Bottari de Castello, corroboraba el compromiso por los derechos humanos, la paz y la justicia. “Ustedes han expuesto con claridad el principio de la separación de Iglesia y Estado y el valor del artículo 9 de la Constitución. Deseo asegurarles el apoyo a dicha declaración”.
¿Dará qué pensar esta noticia en países con sensibilidades diversas, eclesiásticas o políticas, ante problemas parecidos?
(Publicado en Vida Nueva, 3 noviembre, 2007)