Sin mitra y en borriquillo
¿Cómo reaccionaría el pueblo si se produjera la escena siguiente al entrar el nuevo obispo a tomar posesión de su diócesis?
La catedral llena, sin asiento libre. En primeros bancos, gente de alcurnia trajeada con glamor. La plaza mayor, florida. Muchos metros de alfombra roja desde Palacio por la calle del Ayuntamiento. Del coro al presbiterio, doble hilera de más de cincuenta obispos: duras y enhiestas testas, coronadas por mitras (ambigüedad evocadora de “sambenitos” inquisitoriales, ridícula y grotesca añoranza de potestades de otros tiempos).
Retraso de diez minutos, el cortejo no llega, se impacienta la banda de música, atenta para arrancarse por claros clarines... De pronto, un rumor creciente por el callejón de la Magdalena. La chiquillería de un grupo pop tararea Hosannas en torno al nuevo obispo que, ataviado con vaqueros y camisa de faena, entra a la catedral por el portalón de sacristía montado en un borriquillo.
Se desconciertan, con mirada escandalizada, las políticas y los políticos (azules o granates, naranjas o verdes,lazos blancos y lazos carmines, todos y todas con semejante glamor y sonrisas de dentífrico para rendir pleitesía a Su Excelencia, por si las moscas).
La homilía, a cargo de la diaconisa Felipa: Me encarga el nuevo obispo que os lea de la Biblia, Zacarías capítulo nueve: “Alégrese hoy la ciudad porque llega el obispo sobre una cría borrica”. Que dice que no toma posesión, que tomen ustedes posesión de él,en nombre de Jesús el "rompe-esquemas de Nazaret", "pa" lo que ustedes manden (sin excelencias ni menudencias que pongan en evidencia)).
No quiere el coche de marca que le ofrecía la caciquería, ni acompañamientos militares a caballo, invita a pacificarse y pacificar, a compartir sin corrupción y a seguir impulsando lo de Jesús,que es lo principal, aunque últimamente lo tengamos "una miajica olvidao".
La catedral llena, sin asiento libre. En primeros bancos, gente de alcurnia trajeada con glamor. La plaza mayor, florida. Muchos metros de alfombra roja desde Palacio por la calle del Ayuntamiento. Del coro al presbiterio, doble hilera de más de cincuenta obispos: duras y enhiestas testas, coronadas por mitras (ambigüedad evocadora de “sambenitos” inquisitoriales, ridícula y grotesca añoranza de potestades de otros tiempos).
Retraso de diez minutos, el cortejo no llega, se impacienta la banda de música, atenta para arrancarse por claros clarines... De pronto, un rumor creciente por el callejón de la Magdalena. La chiquillería de un grupo pop tararea Hosannas en torno al nuevo obispo que, ataviado con vaqueros y camisa de faena, entra a la catedral por el portalón de sacristía montado en un borriquillo.
Se desconciertan, con mirada escandalizada, las políticas y los políticos (azules o granates, naranjas o verdes,lazos blancos y lazos carmines, todos y todas con semejante glamor y sonrisas de dentífrico para rendir pleitesía a Su Excelencia, por si las moscas).
La homilía, a cargo de la diaconisa Felipa: Me encarga el nuevo obispo que os lea de la Biblia, Zacarías capítulo nueve: “Alégrese hoy la ciudad porque llega el obispo sobre una cría borrica”. Que dice que no toma posesión, que tomen ustedes posesión de él,en nombre de Jesús el "rompe-esquemas de Nazaret", "pa" lo que ustedes manden (sin excelencias ni menudencias que pongan en evidencia)).
No quiere el coche de marca que le ofrecía la caciquería, ni acompañamientos militares a caballo, invita a pacificarse y pacificar, a compartir sin corrupción y a seguir impulsando lo de Jesús,que es lo principal, aunque últimamente lo tengamos "una miajica olvidao".