Monseñor Chomali en homilía del Te Deum de Fiestas Patrias El llamado que Chile necesitaba: Arzobispo Fernando Chomalí exhortó a un gran acuerdo nacional

Arzobispo Fernando Chomali presidió Te Deum Ecuménico 2024 en Santiago
Arzobispo Fernando Chomali presidió Te Deum Ecuménico 2024 en Santiago

Monseñor Fernando Chomali abogó en su homilía del Te Deum 2024 por un gran acuerdo entre todos los sectores del país para enfrentar la corrupción, la violencia y las desigualdades que aquejan a Chile.

Desde la Catedral Metropolitana de Santiago y en presencia de las máximas autoridades, el arzobispo expuso una reflexión crítica sobre los males que afectan al país y la urgencia de actuar en unidad.

“El pueblo de Chile está escandalizado al ver tanta avaricia y ansias de poder que no trepidan en sobornar, en valerse el cohecho para lograr sus objetivos y en el tráfico de influencias. Duele que personas con poder, en vez de servir a Chile, se han servido de Chile”, indicó Chomali.

En el solemne marco del Te Deum Ecuménico de Fiestas Patrias, con múltiples símbolos gestuales con presencia de los pobres y víctimas, realizado en la Catedral Metropolitana de Santiago, Monseñor Fernando Chomali entregó una homilía que resonó profundamente en el corazón del país. Frente a una nutrida asistencia de autoridades políticas, sociales y religiosas, entre ellas, el Presidente de la República, Gabriel Boric, el arzobispo de Santiago hizo un llamado urgente a forjar un gran acuerdo nacional que permita enfrentar los principales desafíos que afectan a Chile: la corrupción, la violencia y la creciente desigualdad social.

Monseñor Chomali, con una visión crítica pero esperanzadora, delineó las problemáticas que atentan contra el bien común, desde el abandono de los jóvenes hasta la precariedad laboral y la inseguridad que aqueja a la ciudadanía. Sin caer en un pesimismo paralizante ni en el optimismo ingenuo, la homilía fue un recordatorio de que es posible superar las adversidades a través del diálogo y la cooperación. “Este es el momento de la humildad y la grandeza para actuar y que vuelva a ser un orgullo trabajar en el Estado y ser funcionario público”, afirmó el arzobispo, en un claro llamado a la clase dirigente.

“El pueblo de Chile está escandalizado al ver tanta avaricia y ansias de poder que no trepidan en sobornar, en valerse el cohecho para lograr sus objetivos y en el tráfico de influencias. Duele que personas con poder, en vez de servir a Chile, se han servido de Chile”, indicó Chomalí en una de las frass que más han impactado a la opinión pública.

Te Deum Ecuménico 2024, Interior

Gran Acuerdo Nacional

Uno de los puntos más destacados de la homilía fue la necesidad imperiosa de un acuerdo nacional que trascienda diferencias políticas, ideológicas o sectoriales. "No es el momento de solistas, de individualismos, de frases grandilocuentes ni de recriminaciones mutuas", afirmó Chomali, instando a las autoridades y a la ciudadanía a actuar con unidad y responsabilidad para salvaguardar la democracia y garantizar un futuro justo para todos. La homilía también abordó la creciente preocupación por el crimen organizado y la corrupción, dos males que, según el arzobispo, están erosionando las bases de la sociedad chilena.

"El crimen organizado y la corrupción demuelen la democracia, es una verdadera dictadura que no tiene ni ley ni Dios y donde la vida pierde todo valor", señaló con firmeza Monseñor Chomali. Estas palabras resonaron con fuerza en una sociedad que cada vez siente más la inseguridad en las calles y la desconfianza en las instituciones.

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El dolor de la juventud y la precariedad laboral

La situación de los jóvenes fue otro tema central en la reflexión del arzobispo, quien lamentó que muchos se sientan abandonados por la sociedad. Citando cifras alarmantes, como los 400 mil jóvenes entre 15 y 24 años que no estudian ni trabajan, Chomali hizo un llamado a la acción urgente: "Esta crisis amerita una reflexión política, social y cultural del más alto nivel porque solamente con jóvenes llenos de sueños y esperanzas, de proyectos e ideales, hay futuro".

El arzobispo también destacó la importancia del trabajo como elemento clave para la dignidad humana y la cohesión social, enfatizando la necesidad de crear empleos estables y de calidad. "Duele el alma ver cómo se cierran industrias y, con ello, los sueños de tantos", lamentó, al referirse a la situación de miles de trabajadores que enfrentan la informalidad laboral y el desempleo.

Un compromiso con los más pobres

En consonancia con su visión pastoral, Monseñor Chomali reafirmó el compromiso de la Iglesia con los más vulnerables. En varios pasajes de su homilía, el arzobispo destacó la labor de los sacerdotes, religiosas y laicos que, día a día, asisten a los pobres, enfermos y marginados. "Nos comprometemos públicamente a cumplir nuestra tarea de anunciar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, de promover incansablemente la paz y de ayudar al débil y al necesitado", expresó, recordando la importancia de la solidaridad y el amor fraternal como pilares de la convivencia social.

Es en este punto donde se conecta con una realidad más amplia, donde el discurso del arzobispo es una verdadera llamada a la conciencia colectiva. Chomali reafirma su creencia en un pueblo chileno donde, a pesar de las dificultades, habita el Espíritu de Dios y una profunda capacidad de resiliencia. "Dios es amor", recordó, y ese amor puede transformar al país si se actúa con responsabilidad y justicia.

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Hacia las elecciones de octubre

Con la cercanía de las elecciones municipales y regionales de octubre, Monseñor Chomali aprovechó su tribuna para instar a los candidatos a elevar la calidad del debate público. "Les pido que trabajen para fortalecer la dignidad del quehacer político; porque la política es la más alta vocación a la que puede aspirar un ciudadano", mencionó. Invitó a que estas elecciones sean una oportunidad para promover el diálogo y el respeto mutuo, evitando la polarización y los discursos de odio que dividen al país.

Una homilía que marcó el Te Deum 2024

El mensaje de Monseñor Chomali ha dejado una huella profunda en este Te Deum 2024, un evento que, más allá de su connotación religiosa, se convirtió en un espacio de reflexión sobre el presente y futuro de Chile. Con un tono firme pero esperanzador, el arzobispo de Santiago no solo expuso las heridas del país, sino que también señaló caminos de sanación basados en la justicia social, la paz y la unidad.

Chile se enfrenta a momentos críticos, y según Chomali, es en estos tiempos donde el diálogo y el trabajo conjunto deben prevalecer sobre los intereses individuales o partidarios. El gran acuerdo nacional que pide el arzobispo es, sin duda, un imperativo para superar las crisis que afectan al país, recordándonos que, como concluyó: "Si Él no construye la casa, en vano se cansan los albañiles".

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Luego de concluido el Te Deum, el Presidente Gabriel Boric volvió al Placio de La Moneda y comentó que el Arzobispo de Santiago “dio un muy buen discurso que comparto prácticamente en su plenitud, en especial en los ejes que abordó las preocupaciones que tenemos respecto de Chile, pero también creo que este es un momento en donde los chilenos nos quieren ver a todos unidos”.

A continuación, eexto completo de la homilía del arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí.

"SEAMOS PROMOTORES DE ESPERANZA"

Homilía de Fernando Chomali Gibs, arzbispo de Santiago

18 de septiembre de 2024, Catedral Metropolitana de Santiago de Chile

Te Deum Ecumenico 2024, Interior

Nos hemos reunido en la Catedral de Santiago para celebrar el 18 de septiembre con una acción de gracias, un Te Deum. Lo hacemos con gran solemnidad porque la independencia que gozamos la amerita. La misma solemnidad nos obliga como chilenos a pensar y a trazar nuestro futuro y a ser responsables de él.

Al contemplar los más de 200 años de nuestra independencia, bien podemos decir, como lo  manifestó Gabriela Mistral “así me gusta la Historia de Chile, como un oficio de creación de patria, bien cumplido por un equipo de hombres, cuyo capital no fue sino su cuerpo sano y lo que el cuerpo comprende de porción divina”.


1. ESPERANZA AGRADECIDA

Lo primero que me surge como chileno en este día es una mirada agradecida de todo cuanto Dios nos ha regalado y de poder transmitir esperanza en el futuro. Sí, dar gracias por toda la hermosa naturaleza y por los recursos naturales de los que nos ha dotado, pero sobre todo gracias por cada uno de los habitantes de esta tierra. Y también esperanza, sí, esperanza al conocer historias de rostros concretos que conmueven.

Tanta esperanza hay gracias a los millones de padres y madres que se levantan cada mañana a trabajar para darles un mejor porvenir a sus hijos. Gracias a los trabajadores de nuestro país que de manera silenciosa y eficaz construyen la patria.
Tanta esperanza hay gracias a miles de los jóvenes, que, padeciendo penurias económicas y algunos también mucha soledad, se esfuerzan por sacar adelante sus sueños en vistas de un futuro mejor. Gracias a los jóvenes que ante la desgracia suman fuerzas como voluntarios. Gracias Francisca, Katherine, Yasmani, Alberto y Florencia por esas medallas que huelen a esfuerzo, disciplina, amor al trabajo bien hecho y a la Patria. Ellos nos devuelven la fe y las ganas de seguir trabajando por un mundo más justo y con más oportunidades para todos. Nos sentimos orgullosos
de ustedes.

Tanta esperanza hay gracias a los profesores. Sí, gracias, a estos abnegados profesionales en todos los estamentos de la educación, que van armando la trama arquitectónica de la cultura y del porvenir de Chile. Sabemos de sus dificultades, pero estoy seguro de que su vocación es más fuerte. Urge recuperar para ellos un sitial de honor en la sociedad. ¡Sin profesores respetados y reconocidos por la sociedad no hay futuro!

Tanta esperanza hay gracias a servidores públicos que, no exentos de dificultades e incomprensiones, le dan continuidad al Estado en aras de servir a la ciudadanía y promover el bien común y la justa asignación de los bienes que nos pertenecen a todos y cuya mala distribución es una herida que supura, que produce profundas divisiones y son la fuente de tantas desigualdades.

Tanta esperanza hay gracias a los emprendedores y empresarios, desde el más pequeño hasta el más grande, que generan empleo, producen bienes y servicios para la población y contribuyen así, de manera fundamental, al desarrollo del país.

Tanta esperanza hay gracias a las Fuerzas Armadas, que protegen nuestras fronteras y a las Fuerzas de Orden y Seguridad que están vigilantes para que los habitantes a lo largo y ancho del país volvamos a vivir tranquilos y dormir serenos. Y precisamente por esa misma esperanza que nos entregan: ¡Cómo duelen los carabineros que han sido cobardemente asesinados! ¡Cómo duelen!

Tanta esperanza hay gracias a los sacerdotes, diáconos y religiosas, así como miembros de otras iglesias que promueven el Evangelio y trabajan incansablemente, con amor y dedicación, enfavor del pobre y del necesitado. ¿Qué sería de Chile sin ustedes? ¿Qué sería? Justamente este 2024, cuando se cumplen 40 años de la trágica muerte del padre André Jarlan en la población La Victoria, no puedo sino recordarlo y elevar una oración por él y todos los que han dado la vida sirviendo de modo anónimo y abnegado al Pueblo de Dios.

Tanta esperanza hay gracias a los profesionales y trabajadores de la salud que, con sacrificio y desvelo, cuidan al enfermo, a pesar de tantas dificultades. Gratitud especial tenemos por aquellos que le dedican lo mejor de sí a atender en los consultorios públicos, dentro de ellos a los profesionales extranjeros que con su calidad humana y profesional enriquecen nuestra tierra y dan alivio a los más necesitados.

Tanta esperanza hay gracias a los gendarmes que, en medio de la adversidad, pero con mucho empeño, buscan reinsertar a la vida en sociedad a quienes han delinquido. Son los gendarmes factor fundamental en la lucha contra la delincuencia y requieren de una mayor atención por parte de la ciudadanía.

Tanta esperanza hay gracias a los profesionales de la prensa que nos mantienen informados de  lo que acontece día a día en Chile y en el mundo y nos permiten darnos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor.

Tanta esperanza en nuestros pueblos originarios, cuyas tradiciones y cultura nos recuerdan el amor a la tierra, a la familia y el respeto por los ancianos, -un respeto que en la cultura occidental se ha visto tan empobrecido-. Ustedes son una riqueza para Chile, su aporte social y cultural es inmenso y es mucho lo que tenemos que aprender de ustedes y mucho por hacer para reconocerlos como se lo merecen.

Bienaventurados todos los que he nombrado, y cada habitante de esta tierra, nos diría el Señor, porque con su trabajo diario han ido tejiendo y están tejiendo un Chile mejor, más bello y próspero, más justo y pacífico. Bienaventurados todos ellos porque serán llamados hijos de Dios.

Esta mirada agradecida, nos permite, incluso en medio de la oscuridad, descubrir que siempre hay un rayo de luz, que proviene de Jesús, nuestra esperanza, otorgándonos la capacidad de poder iluminar el futuro con amor y sabiduría y esperanza.

Por todo lo ya expresado, Chile no se caerá a pedazos, como algunos pueden creer o vaticinar. Frente a la adversidad brota en el pueblo de Chile un corazón agradecido por esta patria maravillosa donde habitan casi 18 millones de compatriotas junto a un buen número de extranjeros que la enriquecen, de quienes también estamos agradecidos y para los que esperamos reconocimiento a pleno título.

2. LOS DOLORES DE NUESTRO CHILE QUERIDO

Pero sabemos que el trigo y la cizaña crecen juntos, los tenemos que reconocer y mirarlos de frente. Ello nos obliga a leer el tiempo presente apartándonos tanto de un pesimismo estéril, que sólo critica y nada propone, y de un optimismo ingenuo frente al futuro.

El realismo nos obliga a mirar aquello que atenta en contra de la dignidad de la persona humana y su camino hacia la felicidad plena y, sobre todo a proponer caminos de salida. Es por ello que quisiera detenerme en algunos aspectos que debiésemos mirar con mucha atención como sociedad, y especialmente quienes tenemos responsabilidades.

a. Jóvenes

Mi primera gran preocupación son los jóvenes. El país ha crecido económicamente, pero  muchos jóvenes están solos, por ejemplo tres de cada diez quinceañeros se sienten solos. Las  manifestaciones de rabia que vemos día a día en muchos de ellos no son más que el efecto del abandono en que se encuentran. Hay un grupo importante que no ve horizonte de futuro en sus días y no se siente parte de la sociedad. Les comparto otra cifra dramática: en Chile 400 mil jóvenes entre 15 y 24 años no estudian ni trabajan. Perciben su presente sin señales de mejores oportunidades. ¿Podemos quedarnos indiferentes frente a ello? Ciertamente no. Esta crisis amerita una reflexión política, social y cultural del más alto nivel porque solamente con jóvenes llenos de sueños y esperanzas, de proyectos e ideales, hay futuro.

Si a ello le sumamos el desamparo en el que se encuentran muchos jóvenes en virtud de la fragilidad de los vínculos familiares, resulta evidente que el mejor servicio que podemos ofrecer es generar en todos los niveles de la sociedad instancias para promover y ayudar a las familias, a todas ellas, para que los vínculos familiares y matrimoniales se afiancen. Así, aspectos irremplazables como la paternidad y la maternidad serán revalorizados como un bien a proteger, y no como una amenaza.
En la familia hay una fuente de alegría y de felicidad que los jóvenes valoran y necesitan, pero que muchas veces no encuentran. El gobierno y los legisladores tienen en esta materia una gran responsabilidad. ¡Será difícil aumentar la natalidad con jóvenes sin oportunidades en su camino.

b. Trabajo

También preocupa el empobrecimiento del valor del trabajo y los despidos masivos en muchas empresas. El trabajo es sagrado porque lo realiza una persona. El trabajo no es una mercancía que se transa en el mercado, o un mero hacer en el engranaje de la producción. De la misma manera hemos de ser más lúcidos para comprender los desafíos y oportunidades que implican la irrupción de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial en el mundo laboral. Hemos de colaborar activamente para generar más y mejores trabajos, fuente de realización personal y familiar y un aporte a la sociedad. Duele el alma ver cómo se cierran industrias y, con ello, los sueños de tantos. Duele el alma ver cómo son tratados los micro y pequeños empresarios que quedan lanzados a su propia suerte y en la más absoluta indefensión frente a un sistema económico que gira en torno a la competencia, al consumo y al lucro, que claramente no los ayuda. Duele el  alma la precariedad laboral de muchos, la informalidad y la escasez de soluciones a mediano y largo plazo. El comercio ambulante ilegal no es un tema sólo municipal, ni mucho menos sólo policial, es un tema de políticas públicas de largo aliento y que lamentablemente se encuentran
fuera del debate. No olvidemos que el trabajo es la clave de la cuestión social.

De la misma manera, favorecer y proteger un adecuado equilibrio entre el trabajo y la maternidad es esencial. La alarmante caída en la tasa de la natalidad en nuestro país nos enrostra esto. Ello exige sentido de urgencia. Revalorizar el don de la mujer en la familia y conjuntamente reconocerla como un agente laboral invaluable de nuestra sociedad debiese ser de nuestras primeras prioridades.

Esto es necesario, además, si queremos paz social, porque la paz es fruto de la justicia. Invito, con insistencia, a los emprendedores, empresarios y al Estado a que hagan de Chile un gran polo de desarrollo donde el material vaya de la mano del humano y espiritual. Ello es posible porque Dios ha dotado a Chile de talentos extraordinarios y de una naturaleza generosa que conmueve e impacta.

En este contexto agradezco a los ancianos de nuestra patria que han contribuido grandemente en la construcción de la nación que tenemos hoy. Muchos de ellos están solos, enfermos, pobres y, lo que es aún más duro, en el más absoluto abandono, con pensiones muy por debajo de lo que necesitan para vivir dignamente. ¿Cómo no abrirse a un debate sereno respecto de las pensiones donde prime un espíritu solidario? Tenemos una deuda de larga data, y debemos asumirla, ya. Los invito a mirar juntos el bien de Chile y su futuro con mayor celo y creatividad.

c. Seguridad y corrupción

Los religiosos conocemos a nuestro pueblo, sabemos de sus penas y alegrías, esperanzas y dolores. Hoy, por lejos, lo que más preocupa es la seguridad. Nadie se siente seguro, nadie puede garantizar que no le harán un portonazo, un turbazo, una encerrona, o que no lo asaltarán. Chile no se acostumbra -y no se acostumbrará- a los descuartizados, los asesinatos a plena luz del día, a la muerte de jóvenes y niños. Chile no está acostumbrado a eso, no quiere eso. Las plazas, los barrios, los centros médicos, las escuelas, lugares celosamente cuidados por los vecinos, hoy son lugares donde la violencia acampa con fuerza. No podemos permitir que las personas estén
enrejadas en sus propias casas, que no puedan salir a la calle en la tarde a pasear. No puede ser que la extorsión se haya instalado en Chile. Si no hay una acción en conjunto de la sociedad el país corre el riesgo de convertirse en rehén del crimen organizado. Pronto ya será tarde. Comenzará la ley del más fuerte y el Estado será un mero espectador. Se requiere actuar ahora porque está a la vista el poder del crimen organizado en Chile, de sus estructuras de muerte, de sus vínculos internacionales. Mientras más divididos estemos más espacio le damos al crimen organizado.

Ha sido doloroso para los chilenos ver como la corrupción se ha ido enseñoreando de lugares que por su naturaleza debiesen ser intachables. El pueblo de Chile está escandalizado al ver tanta avaricia y ansias de poder que no trepidan en sobornar, en valerse del cohecho para lograr sus objetivos, y en el tráfico de influencias. Qué daño a la fe pública, a la democracia, al Estado de Derecho le hacen los escándalos de corrupción y abusos de toda índole que vemos día a día.

Duele que personas con poder en vez de servir a Chile se han servido de Chile y claramente han perjudicado a los más pobres. No es el momento de solistas, de individualismos, de frases grandilocuentes ni de recriminaciones mutuas. Este es el momento de la humildad y la grandeza para actuar y que vuelva a ser un orgullo trabajar en el Estado y ser funcionario público.

Por ello invito y exhorto a que se piense en la posibilidad de un gran acuerdo nacional donde todos quienes tenemos responsabilidades en el país -públicas y privadas- nos escuchemos y dialoguemos. La seguridad no es un tema meramente político, sino que es también ético, anterior a cualquier otro asunto. No puede ser una moneda de cambio para ser negociada por una ley u otra concesión. No hay desarrollo posible, ni una auténtica democracia en un país violento y con gérmenes de corrupción.

Necesitamos de una gran sinfonía donde estén presentes la unidad, el diálogo social, la reflexión  serena, la mirada amplia. Es hora de pensar qué mundo le dejaremos a las futuras generaciones, como nos dice el Papa Francisco. El crimen organizado y la corrupción demuele la democracia, es una verdadera dictadura que no tiene ni ley ni Dios y donde la vida pierde todo valor. Es la hora de los valientes y el primer acto de valentía es dialogar, sobreponer el interés de la comunidad por sobre el personal, el partisano o el ideológico y actuar en consecuencia.

3. FRENTE A LAS ELECCIONES DE OCTUBRE

Por último, a pocas semanas de un nuevo proceso eleccionario, me dirijo a quienes postulan a cargos de responsabilidad en los municipios y gobiernos regionales.
Quisiera recordarles que las acciones generan cultura y esa cultura se instala en el corazón y en la mente de los ciudadanos, especialmente de los jóvenes. Les pido que trabajen para fortalecer la dignidad del quehacer político; porque la política es la más alta vocación a la que puede aspirar un ciudadano dado que allí se juega el bien común. No estropeen tan alto honor encomendado, se los pido en nombre de Dios y de todos los chilenos.

En estos meses tendrán la oportunidad de generar la cultura del diálogo con altura de miras, la cultura del respeto irrestricto por el que piensa distinto, la cultura de reconocer cualidades humanas en el adversario político. La cultura de la propuesta de ideas, la cultura de la mirada país por sobre la mirada del partido. La cultura que postula que la sociedad no se divide entre los buenos y los malos, entre nosotros y ellos, los de acá y los de allá; y que siempre la acción política ha de estar orientada a que todos, especialmente los más desfavorecidos, mejoren sus condiciones de vida.
Les pido que la pasión que legítimamente genera una campaña electoral no empañe la paz, no empañe el lenguaje, no empañe la democracia y la sana convivencia. Les pido que conviertan estas elecciones en una gran fiesta de la democracia, del valor del ser humano, de la capacidad de reconocer lo positivo que hay en el otro y la hidalguía para admitir la derrota y la humildad para enfrentar el triunfo.

Eso es lo que hoy Chile necesita. Ese es el gran legado que nos quisieron dejar quienes entregaron su vida por la patria y ese es el legado del Evangelio que nos recuerda que Dios es amor, es paz y que si Él no construye la casa, en vano se cansan los albañiles.

4. NUESTRO IRRENUNCIABLE COMPROMISO DESDE LA FE EN JESUCRISTO

Lo repito: Chile no se caerá a pedazos, aunque a veces nos lo parezca. Lo sé por su gente. El amor a la vida está presente en los millones de chilenos y migrantes que se vuelcan con lo mejor de sí y de sus tradiciones a santuarios como Lo Vásquez, Yumbel, el Cerro San Cristóbal, Teresita de los Andes, la Tirana, Andacollo, Santa Rosa de Pelequén y a las calles con la Virgen de Coromoto, con el Señor de los Milagros, con la Virgen de Copacabana y con nuestra querida Virgen del Carmen, Reina y Madre de Chile, así como domingo a domingo a Misa o al culto. Qué hermosa la cultura cristiana que anima los fundamentos de la sociedad: cada domingo y en cada peregrinación o procesión millones de personas en las calles y ni un vidrio roto, ni un solo acto de violencia, ni un rayado en las paredes. Sí, ese es el ethos de Chile, ese es el fruto del
Espíritu Santo que habita en nuestro pueblo, ese es su patrimonio animado por la certeza de que Jesucristo estará con nosotros hasta el fin de los tiempos, y que, cansados y agobiados, podemos reposar en Él porque Él nos dará alivio.

Nos comprometemos públicamente a cumplir nuestra tarea de anunciar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, de promover incansablemente la paz y de ayudar al débil y al necesitado. Las Iglesias al contemplar a su maestro Jesús, el mismo ayer, hoy y siempre, aspiran a que su horizonte sea el pobre, el humillado, el que no tiene voz, el que está cansado y agobiado. Sabemos que en Él encontraremos reposo. Siempre, cuando el bien de las personas se vea amenazado, alzaremos la voz por todos aquellos que no tienen voz. Desde los niños no deseados en el vientre de sus madres hasta los ancianos descartados que dan su último respiro.

Hoy hablan por nosotros las obras sociales que acogen, amparan, cuidan y promueven al desvalido, al pobre, al abandonado. Hablan por nosotros los ancianos postrados que cuidamos con amor y que, incluso en medio de las dificultades, aman intensamente la vida y esperan serenos y confiados como dicen ellos “Que Diosito me lleve”. Hablan por nosotros las instituciones que cuidan a las embarazadas con dificultades, y que con apoyo espiritual, sicológico, médico, social y económico sacan adelante sus embarazos y abrazan a su hijo con la sonrisa que sólo una madre es capaz. Hablan por nosotros los más pobres de los pobres, los migrantes que encuentran en nosotros apoyo, seguridad y un defensor seguro frente a los vientos de xenofobia que se perciben.

Todos ellos seguirán hablando porque les prestaremos nuestras manos y nuestra voz hasta que la civilización del amor sea nuestra patria, y la solidaridad la norma; donde podamos salir a la calle sin temor y donde el otro sea nuestro amigo y hermano y no alguien del que tengamos que defendernos. Nunca nos olvidemos que más allá de nuestras legítimas diferencias, somos hermanos porque tenemos un mismo Padre, un Padre Nuestro, al que millones de chilenos le reza a diario.

Encomendemos al Señor y a la intercesión de Nuestra Señora del Carmen para que nos regale el don de la unidad y podamos gritar todos juntos a una sola voz ¡Viva Chile!

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