A veces, más vale tarde que nunca. Especialmente cuando uno tiene en el diálogo a las dos diplomacias más antiguas y con más sentido del largo plazo que hay en el mundo, China y el Vaticano. Los dos Estados que justamente este martes han dado un nuevo paso de acercamiento con el reconocimiento de parte de Beijing a un obispo que, dentro del acuerdo macro de 2018 que se debería renovar este año, había sido nombrado por Francisco en 2019 y todavía esperaba la luz verde del régimen.

Todo sucedió a través de una nota dada a conocer hoy en la que el Vaticano expresa este martes su "satisfacción" por el reconocimiento de Melchiorre Shi Hongzhen como obispo de al diócesis china de Tianjin. 

Según el Vaticano, el reconocimiento es "un fruto positivo del diálogo establecido a lo largo de los años entre la Santa Sede y el Gobierno chino". Los dos Estados no tienen relaciones diplomáticas, más allá de que en el largo plazo pueda estar en agenda el establecimiento de una oficina vaticana en el gigante asiático. Por el momento, como uno de los principales escollos para la plena bialteralidad, es que el vaticano es el único Estado europeo en reconocer a Taiwán, un país que China reclama como parte indisoluble de su soberanía.

Melchiorre Shi Hongzhen nació el 7 de octubre de 1929, fue ordenado sacerdote el 4 de julio de 1954 y consagrado coadjutor de la diócesis de Tianjin el 15 de junio de 1982 y en 2019 había sido nombrado obispo para suceder al fallecido Stephen Li Side.

La diócesis de Tianjin cuenta con unos 56.000 fieles, distribuidos en 21 parroquias, atendidas por 62 sacerdotes, informó el Vaticano.

En octubre, al regreso de los dos largos viajes que el Papa tiene previsto en octubre, debería darse la nueva renovación del acuerdo, al que aún nadie se anima a imaginar como un entendimiento firme y no más provisorio

Este nuevo nombramiento ha sido posible en el marco de diálogo relativo a la aplicación del Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular de China aprobado en 2018 y renovado ya en dos ocasiones y que permite la elección consensuada de los obispos, competencia del papa y que Pekín veía como una injerencia. En octubre, al regreso de los dos largos viajes que el Papa tiene previsto en octubre, debería darse la nueva renovación del acuerdo, al que aún nadie se anima a imaginar como un entendimiento firme y no más provisorio.

En mayo pasado, en un profundo mensaje con el que buscó al mismo tiempo evocar el histórico Concilio de Shangai,  el único "hasta ahora" de la Iglesia del gigante asiático y tender un lazo a las autoridades del país con el que el Vaticano deberá en un par de meses renovar su acuerdo para la designación de obispos, Francisco destacó el aporte de los católicos de la nación oriental a la "convivencia social" y dejó claro -una vez más- que el poder político comunista no tiene nada que temer ante la acción de una Iglesia que busca "evangelizar y no colonizar".

"Los participantes del primer Concilio en Chino miraron hacia el futuro. Y su futuro es nuestro presente", sostuvo el pontífice en el videomensaje enviado a un encuentro organizado en la Universidad Urbaniana de Roma por el primer centenario del encuentro de 1924 considerado un paso clave para la organización de la Iglesia en el país.