Monseñor Adamczyk llega mañana al país del Papa Los desafíos del nuevo Nuncio en Argentina
El polaco Miroslaw Adamczyk llega mañana al país natal de Francisco para iniciar su misión diplomática.
Superar la “grieta”, ser eje con la Iglesia en salida que encabeza monseñor Oscar Ojea y acompañar la reconstrucción de un tejido social aún más dañado tras la pandemia.
"Adamczyk se reunió el viernes con el pontífice en el Vaticano en un último encuentro de despedida y repaso de lo que será su gestión"
"El nuevo Nuncio encontrará sí una Iglesia que se ha puesto al hombro, quizás como ninguna otra institución del país, la respuesta a la pandemia"
"Adamczyk encontrará así un obispado que, bajo el firme liderazgo de Ojea, parece haber encontrado el mecanismo para ser una excelente correa de transmisión y ejecución de los conceptos emanados por Francisco desde Roma"
"Adamczyk se reunió el viernes con el pontífice en el Vaticano en un último encuentro de despedida y repaso de lo que será su gestión"
"El nuevo Nuncio encontrará sí una Iglesia que se ha puesto al hombro, quizás como ninguna otra institución del país, la respuesta a la pandemia"
"Adamczyk encontrará así un obispado que, bajo el firme liderazgo de Ojea, parece haber encontrado el mecanismo para ser una excelente correa de transmisión y ejecución de los conceptos emanados por Francisco desde Roma"
"Adamczyk encontrará así un obispado que, bajo el firme liderazgo de Ojea, parece haber encontrado el mecanismo para ser una excelente correa de transmisión y ejecución de los conceptos emanados por Francisco desde Roma"
Hernán Reyes Alcaide, corresponsal en el Vaticano
El nuevo Nuncio en Argentina, el monseñor polaco Miroslaw Adamczyk, llegará este domingo al país natal del papa Francisco para iniciar una misión que estará sin lugar a dudas cruzada por las complicadas dinámicas políticas internas del país y por las consecuencias sociales y económicas de una pandemia que puso al descubierto, como en muchas otras latitudes, una desigualdad insostenible.
Adamczyk se reunió el viernes con el pontífice en el Vaticano en un último encuentro de despedida y repaso de lo que será una gestión que iniciará justo cuando la Patria de Jorge Bergoglio atraviesa el tramo más difícil, desde lo epidemiológico, lo social y lo económico, de una pandemia de coronavirus que sorprendió al gobierno de Alberto Fernández cuando recién llevaba tres meses en el poder.
Adamczyk llega mañana a una Argentina en la que incluso la respuesta ciudadana a la pandemia parece haber caído en la denominada “grieta”, como se conoce a la polarización social y política que fractura al país hace años. Como se ve en otros países, los movimientos contrarios a aceptar el confinamiento dispuesto por el Gobierno confunden oposición con irresponsabilidad y se lanzan periódicamente a las calles sin mascarillas, mezclando consignas con tintes fascistoides y conspiracionistas, en medio de un alza de casos que mantiene al país en torno a los 10.000 contagios diarios, pese al aislamiento que, en sus distitnas fases, está vigente desde mediados de marzo.
El nuevo Nuncio encontrará sí una Iglesia que se ha puesto al hombro, quizás como ninguna otra institución del país, la respuesta a la pandemia. Tras años de enroques y nombramientos de Francisco, la gran mayoría del obispado parece haberse encolumnado no solo detrás del presidente de la Conferencia Episcopal, Oscar Ojea, sino también detrás de las ideas del pontífice.
Gustavo Carrara como adjunto de la Ciudad de Buenos Aires y uno de los referentes de los curas con presencia en las denominadas Villas de emrgencia, Carlos Tissera como obispo de Quilmes y presidente de la Cáritas local, son algunos de los obispos que no dejan de caminar el territorio en ayuda de los más postergados y tienen en sus cabezas mejores diagnósticos de las situaciones sociales de sus pueblos que los que se ven en los organismos estatales. ¿La clave? Un incesante caminar junto a sus fieles.
Adamczyk encontrará así un obispado que, bajo el firme liderazgo de Ojea, parece haber encontrado el mecanismo para ser una excelente correa de transmisión y ejecución de los conceptos emanados por Francisco desde Roma. Iglesia en salida, pobre para los pobres, y con una mirada de especial sensibilidad hacia las periferias y los más postergados.
Adamczyk fue designado Nuncio Apostólico en Argentina a fines de febrero, pero debió demorar su llegada al país hasta el domingo 6 de septiembre por la pandemia de coronavirus. En este tiempo, muchas otras iniciativas de la Iglesia bergogliana se han ido consolidando desde una mirada propositiva, además de la excelente respuesta a los desafíos que plantea la pandemia.
Entre las varias iniciativas en las que se ve a la Iglesia argentina como una Iglesia que además es puente, están los acercamientos entre los sindicatos tradicionales y los movimientos de desocupados y trabajadores de la Economía Popular. Los tres discursos del Papa a los movimientos populares se han convertido en una hoja de ruta que los obispos han sabido interpretar de forma concreta. Adamczyk, nacido en Gdansk (Polonia) el 16 de julio de 1962, será testigo de primera mano de una experiencia casi inédita en el mundo moderno.
El nuevo nuncio fue ordenado sacerdote el 16 de mayo de 1987, es laureado en Derecho Canónico y ha cumplido funciones en el Servicio Diplomático de la Santa Sede desde 1993. Además de haber prestado sus servicios en las Nunciaturas Apostólicas en Madagascar, India, Hungría, Bélgica, Sudáfrica y Venezuela, fue Nuncio Apostólico en Liberia, Gambia y Sierra Leona. Esa experiencia deberá ayudarlo para entender la denominada “grieta” que envuelve todas las esferas del debate público.
Con estimaciones que ubican a casi la mitad de la población en situación de pobreza hacia finales de año a causa de la pandemia, la fraternidad entre los argentinos no sólo será necesaria, sino que aparece como indispensable para que el país logre superar la crisis evidenciada y profundizada por el coronavirus. Amdaczyk, como Nuncio del Papa, tiene la posibilidad y el desafío de convertirse en uno de los puentes que tanto necesita el país para retomar una idea de sociedad, en el sentido más literal de que sus habitantes vuelvan a sentirse socios de un proyecto en común.