De ceniza y tentaciones... Adelgazar en el desierto -ego- para ganar la vida -yo-
El miércoles de ceniza nos abría la puerta de la cuaresma y la llamada a la conversión, adentrarnos en el silencio, en lo secreto, en lo profundo, por la vía de la oración, el ayuno y la limosna. Un camino de despojamiento del ego para que nazca el verdadero "yo" del hijo querido y amado del Padre que hay en cada uno de nosotros. Para eso tenemos que andar por los caminos de la alternativa profunda del ganar o el perder, de la seguridad o la gratuidad... y la vida no tiene precio, es gratuita.
Adelgazar el “ego”
El psiquiatra Castilla del Pino decía que el hombre actual debía adelgazar su yo, ese sentido de la originalidad y singularidad de lo humano, para sentirse así más cosa del mundo. Al comenzar la cuaresma cristiana y su sentido de la vida, al meditar sobre ella entiendo que el evangelio me llama a adelgazar el ego para fortalecer el yo.
Es el ego el que se derrumba con la realidad de su contingencia, no somos los que sabemos, lo que podemos, ni siquiera lo que gozamos, somos los que amamos y queremos, complementados con lo amados y queridos que somos por los otros.
El evangelio nos invita a fortalecer el verdadero yo sin disfrazarlo de ego, ahí está el reto entregar el ego para que el yo sea original y auténtico en el amor. Todo lo demás polvo es y en polvo se convertirá.
Fuera máscaras, menos Prozac y más Platón… por una vida transparente y compartida.
¿De qué te sirve ganar el mundo entero… si ello te cuesta la misma vida?
“Ganar o perder” Es la tensión permanente del vivir y que se traduce en alternativas concretas. Cuando el cristiano o la iglesia se asientan, por temor institucional o de seguridad, en claves de conservación y seguridad, pierden la dimensión profética del Reino de Dios y se establecen estructuras rígidas de mantenimiento que nos sacan del mundo, de la historia, y nos ensimisman, nos autorreferencian. Cuando esto ocurre nos olvidamos del envío por todo el mundo, y del deseo de que la misión se realice a la intemperie, sin alforjas, ni dobles fondos.
La tentación siempre viene por la invitación a la riqueza, al éxito, al poder, a la seguridad. La gracia siempre nos invita a la gratuidad, el servicio, la entrega confiada en favor de los otros.
Vivir en la seguridad o en la gracia es la tensión permanente, la tentación verdadera. La cuaresma nos encara cariñosamente con la verdad de nuestras tentaciones y nos invita a liberarnos de tantas seguridades para entrar en el terreno de la verdadera vida y gracia de Dios.