Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) ¿Dios no está en sus cabales? X Domingo
Tanto la familia como los escribas no entienden ni aceptan la lógica de Cristo. ¿Cómo pueden ver mal en tanto bien? ¿Qué ceguera es la que lleva a poner el interés propio por encima del bien de todos los demás? ¿Cómo se puede rechazar y maltratar de esa manera la inocencia y la bondad?
| Jose Moreno Losada
Domingo X TIEMPO ORDINARIO
Evangelio: Marcos 3,20-35
En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales. También los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás?...
Estar en sus cabales
Las cabales de Dios no son cuerdos para el mundo, ni para los cercanos, tampoco para los entendidos. En Jesús se cumple el decir de Pablo de que los judíos buscan signos y los griegos sabiduría, que Cristo les parece locura a unos y necedad a los otros. Se enfrenta la necedad divina frente a la sabiduría del mundo, pasando la tensión por la cruz. Una cruz que se hace fuerza y salvación para la humanidad. Misterio siempre indescifrable para las categorías mundanas y las tradiciones sin fundamento.
¿Un arzobispo en sus cabales?
Participé en una asamblea de formación del Prado, tuve la suerte de escuchar la reflexión personal y viva de Santiago Agrelo sobre el sacerdote y la pobreza. Compartía con humildad cómo había cambiado su corazón para dejar de ser fundamentalista y dejar caer prejuicios de su corazón. Eso hizo que fuera incómodo en el lugar que era pastor y le pidieran silencio. El prefirió salir a callar y sigue hablando desde el evangelio y su pobre vida. Y nos daba cuentas de lo vivido y de lo que se cocía en sus cabales evangélicos os invito a escuchar con corazón algunos de los apuntes que tomé en mi cuaderno de vida:
"Doy gracias a Dios que me ha llevado por un camino de evangelio para no ser un fundamentalista ideológico.
No podemos desconectar a Cristo, la iglesia, los pobres. Tendríamos que destruir el evangelio, en especial el capítulo 25 de san Mateo: "a mí me lo hicisteis". A la iglesia se le critica por la riqueza, pero lo que más me duele es que los pobres nos consideran a los de la iglesia ricos, vienen a nosotros como ricos para que les ayudemos. No nos consideran como de ellos. No están en nuestras comunidades.
Nuestro bienestar ha empobrecido a los más pobres. Tiramos lo que hemos quitado a los pobres, nuestro poder los obliga a abandonar su mundo, sin dejarles ir a ningún sitio. Nosotros somos la iglesia que es cuerpo de Cristo, evangelio para los pobres que sufren, eso forma parte de nuestro credo. El Dios de Jesucristo es el Dios de los pobres. La pascua es el referente veterotestamentario del Dios que no le importan las pirámides y los templos, la gloria de los reinos, es el Dios de los pobres, de un pueblo de esclavos, que escucha su grito y se compadece para liberarlo y llevarlo a la tierra de libertad. Es un Dios antifronteras: “Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, no defraudes al pobre.”
El rito sin corazón me asquea, dice el Señor: “vuestras manos están llenas de sangre…” ¿Querrá Dios ver nuestros ritos y oraciones de poderosos entre los hambrientos, los humillados, de poderes que matan a los pobres, que levantan muros? ¿Cómo podemos hacer liturgias en torno a imágenes de cristos crucificados olvidando a los cristos crucificados que están muriendo en nuestras fronteras… y lo justificamos afirmando que ellos deben morir para seguir nosotros en nuestro bienestar?
El texto clave de mi vida: “El espíritu de Dios está sobre mí… para evangelizar a los pobres, libertad, vista, gracia”. El verbo evangelizar lo hemos reducido a doctrinas, el mismo misal actual tiene sabor doctrinal más que evangelizador. Así no se cumple la escritura que acabamos de escuchar en nuestras liturgias. Si a la fe le quitamos los pobres nos quedamos sin fe, si a nuestro Dios le quitamos los pobres, nos quedamos sin Dios. Ahora tiene que cumplirse, es ahora en la vida eclesial, en nuestra vida, donde tiene que hacerse verdad para los enviados y para los pobres que lo necesitan: la libertad, la compasión, el pan, la luz, el perdón…
"Ayer dos mil quinientos subsaharianos - los que buscan vivir- intentaron pasar las alambradas en Melilla, lo consiguieron quinientos. La nota del delegado de Gobierno hablaba de "extrema violencia en los asaltantes". Fueron heridos veinticinco policías, no lo consiguieron dos mil... ¿qué pasaría con ellos?". Otra noticia ideologizada que criminaliza a los pobres hambrientos. Y nosotros la Iglesia...
¿Dónde está belcebú?
El enfrentamiento de Jesús con el mal es claro y radical. Sin caretas, con palabras y hechos de verdad sencilla y pura. No se busca el conflicto, la orientación es el desarrollo de la bondad y de la justicia en lo más ordinario y cotidiano del pueblo, la calle, el camino. Las instituciones en la búsqueda de la seguridad y de la permanencia nos educan casi siempre para un orden establecido que no cuestiona la raíz de lo humano, termina haciéndose normal lo injusto que favorece a un sector de la institución o de la sociedad.
Cuando se asientan tradiciones y se autorreferencia la institución, se juzga como reaccionario, violento, conflictivo, peligroso y extraño lo que se busca con la luz de la verdad, analizando causas, consecuencias de los hechos de la historia real, de lo que le está pasando realmente al mundo y a los que sufren. Tenemos todos los datos de la realidad, pero las lecturas son muy interesadas. No se busca la verdad sino lo que conviene y ahí se normativiza sin pensar en las consecuencias para los que sufren. Jesús se da cuenta de esa interpretación interesada frente a los que luchan por la verdad y la justicia. Les encara ante su falsedad de juicio, pensando en la condena de los que realmente dan su vida por caminar en las claves del reino de Dios proclamado por los profetas.
El Evangelio ofrece una pauta de discernimiento de las potencias de concienciación y adormilamiento del pueblo, de la ciudadanía, para hacer normal y justo lo que produce dolor y muerte, justificándolo por el mantenimiento de una tranquilidad normada y asentada en el poder de los privilegiados de la sociedad. El evangelio con su claridad de espíritu se adentra para romper oscuridades y despertar conciencias y ponerle nombre de mal al mal y de bien al bien.
Estamos llamados a desenmascarar “el conviene que muera uno por el pueblo” con el que se pretende justificar una sociedad – a veces también una institución religiosa- donde viven unos cuantos a costa de la muerte de muchos. El mensaje suena a radical y fuera de cabales, pero no porque no sea verdad, sino porque nos acomodamos en una verdad falseada que busca nuestra propia seguridad sosteniéndola en la debilidad de la mayoría de la humanidad.
El Evangelio invita al discernimiento para saber separar el trigo de la cizaña, poner nombre propio a cada realidad, a sus causas y a sus consecuencias, para bautizarnos en Cristo y no enredarnos en las corrientes de una cultura que engaña y pervierte lo humano, con la indiferencia y el juicio de condena a los que buscan y se comprometen con la verdad y la justicia.