Conversaciones de Pedro Torres y Pepe Losada Encuentros y reencuentros: la vida misma

Encuentros y reencuentros: la vida misma
Encuentros y reencuentros: la vida misma Jose Moreno Losada

El reencuentro permite "re-cordar". Volver a pasar por el corazón. Pero cuando han pasado muchos años, cuando atardece en la vida, la conversación toma derroteros de profundidad y valoración. El tesoro de la vida se desvela y se otean horizontes que unifican en el deseo de la verdad y lo auténtico. Nos queremos gastar los últimos cuartos en lo que realmente vale para siempre: la relación de cuidado y de amor. Vivir y sentir.

 “Amor y encuentro” El tesoro de la vida

(Conversaciones de Pedro Torres y Pepe Losada)

Aquellos pasillos largos y altos, las aulas llenas y frías, los patios de deportes no transitados, los estudios de latín y de matemáticas, las comunidades de humanidades y retóricos, la filosofía y la teología… nuestra oración, nuestros sueños, nuestro interior.  Hace medio siglo y ahora nos volvemos a encontrar y nos reímos a mandíbula suelta y corazón ensanchado por la vida y el camino recorrido hasta la verdad, la que nos ha alcanzado en este horizonte de júbilo.

Un amigo de infancia y juventud, Pedro Torres, con el compartí caminos vocacionales en el Seminario, optó por la psicología y la ha ejercido de un modo eficaz y fecundo en Madrid a lo largo de decenios, casi los mismos que yo de sacerdote. Ahora con mi estancia en Madrid nos hemos vuelto a ver en varias ocasiones, retomando aquellas raíces y brotes de la juventud que nos son tan amados y que necesitan a volver brotar para sentir la vida de lo interior y lo profundo.

Comentaba con él que, al final, los dos habíamos realizado misiones muy parecidas y paralelas, servir a la gente desde la escucha y el acompañamiento. Son cientos y miles los que han acudido a su despacho desde la tarea de ese quehacer interior que todos llevamos con nosotros mismos. Me comenta cómo ha trabajado acompañando personas muy diversas: empresarios, funcionarios, religiosos, sacerdotes, políticos, actores, profesores, médicos. Muchos derivados por psiquiatras de renombre en la ciudad. Ha tratado problemas muy plurales: afectivos, de personalidad, depresivos, angustias, desorientación… siempre mostrando vulnerabilidad y deseos de equilibrio, coherencia y sanación. Habla de su profesión con gozo, contento por lo realizado, y manifiesta la facilidad que han mostrado la mayoría de sus pacientes por tener un nivel alto de cultura y de conocimiento personal, lo que les hacía colaborar muy creativamente en las terapias. Guarda una relación humanista y profunda con mochos de ellos, más allá de lo profesional.

Yo que durante este año he mirado mi historia personal y pastoral, me descubro en algunos aspectos en la misma dirección que él. También han sido cientos, miles de personas, muchos lugares, situaciones, ambientes. Me ha configurado también el deseo de compartir, acompañar, escuchar, gozar, celebrar, construir y caminar, tanto a nivel de personas como de comunidad y de redes. Tampoco he encontrado muchas dificultades fuertes para vivir lo que quería, más allá de mis propias debilidades y de los conflictos que por naturaleza humana y por torpeza vivimos entre los humanos en todas las profesiones. Cada una de ellas imagino que tendrá sus particularidades y de eso también hablamos los dos.

En las conversaciones mi amigo me ha mostrado que, a pesar de estar tan centrado en los demás y volcarse con ellos, así como con sus familiares más cercanos y queridos, ha sido más dejado en lo que se refiere a su interior y más en concreto a su espiritualidad, la que marcó sus primeros pasos y que ha estado siempre de fondo en su personalidad, también en su profesión. Me interpela también esa cuestión a mí, que precisamente a lo largo de este año quería profundizar en el misterio trascendente de todo lo vivido en mi quehacer y ser, a veces de modo casi inconsciente, acelerado por la rapidación, la pretensión de ser eficaz, el deseo del éxito pastoral, o el propio cansancio de la donación no cuidada.

Convengo con él, que ahora que entramos en este periodo de jubilación, con bríos de canas conquistadas, nos merecemos volver a lo profundo de aquellas raíces evangélicas, de sus ilusiones comprometidas y sueños juveniles, al misterio de todo lo vivido, y ponerle nombre de verdad y autenticidad. Nos espera una etapa que está llamada a ser profundamente verdadera, una vez que ya tenemos conciencia de lo que verdaderamente vale en la vida; estamos muy de acuerdo en este aspecto. Hemos encontrado un tesoro en cuya búsqueda hemos gastado nuestra vida hasta ahora, nos urge vender y comprarlo, gastarnos lo que somos y tenemos en esos valores descubiertos, en esas verdades sentidas, en la luz acogida en el interior de momentos lúcidos y oscuros. Sentimos que hemos sido muy agraciados y que ahora nos toca ser muy agradecidos, no otra cosa es vivir en el júbilo.

Volver a la fuente dela vida, al pozo de aquella sed que no acababa porque buscaba un agua viva que nadie nos podía dar, porque estaba dentro de nosotros mismos, en nuestra soledad habitada por el que es puro amor y encuentro. Dos palabras claves para este tiempo: amor y encuentro, para este tercer tercio vital, que solo quiere vivir sin atesorar, ganar o guardar, solo vivir y ser en la verdad callada y profunda de lo diario y lo sencillo. Vamos juntos compañero, es nuestra tarea gozosa de cosecha personal e interior, ahora toca cuidarnos y acompañarnos en nuestro propio interior y con nuestra propia voz de amados en el Único. La vida.

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