Mensaje del arzobispo de Mérida- Badajoz, Fray José Rodríguez "Espera y actúa con la creación" Desde el canto de la criaturas de San Francisco

"Espera y actúa con la creación"  Desde el canto de la criaturas de San Francisco
"Espera y actúa con la creación" Desde el canto de la criaturas de San Francisco José

Con motivo del tiempo de la creación nuestro arzobispo fray José nos anima a reflexiónar sobre la situación actual en la clave de la esperanza a la luz del canto de las criaturas de San Francisco. Nos alegramos de esta misiva y esta iniciativa que enriquece los espacios de reflexión y meditación al que nos invita este "tiempo litúrgico" tan nuevo como necesario en el momento actual. Los traemos aquí como un elemento propio que esstamos trabajando desde la delegación diocesana que se ocupa de la ecología integral. Subrayamos su acento esperanzado y comprometido, como llamada a la Iglesia en medio del mundo que esucha el grito de la tierra y de la humanidad.

TIEMPO DE LA CREACIÓN

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"Espera y actúa con la creacón"
Queridos hermanos y hermanas:
¡El Señor os dé la paz! Esa paz, el shalom bíblico, que es reconciliación con uno mismo, con Dios, con los demás y con la Creación. Del 1 de septiembre al 4 de octubre se está celebrando el Tiempo de la Creación; un tiempo que nace con el deseo de renovar nuestra relación filial con el Creador y fraterna con la Creación; una iniciativa ecuménica en la que participan todos los cristianos y que quiere llevarnos a vivir una vida que se convierte en un canto de amor a Dios, Altísimo, Omnipotente y Buen Señor (san Francisco), a la humanidad, con y en favor de la creación, y que encuentra su plenitud en la santidad de vida. Os animo a todos a tener presente este Tiempo en vuestras celebraciones y en vuestras reflexiones, en las parroquias y en los grupos apostólicos.
Esperanza y cántico
El tema de este año, Espera y actúa con la Creación, está inspirado en un texto de la Carta de san Pablo a los Romanos (cf. Rom 8, 19-25). Un texto que puede resultarnos difícil de entender pero que contiene un mensaje profundo, que merece la pena detenerse en su contemplación y análisis. Os sugiero que lo hagamos juntos, leyendo en paralelo el Cántico del Hermano Sol (=Cant.) de san Francisco de Asís, patrono de la ecología teológica e integral.
Mi sugerencia parte del hecho de que el Cántico de las Criaturas es un himno de alabanza que recapitula el camino del Poverello hacia Dios a través de las cosas bellas de la Creación. Es la piedra angular de su visión teológica. Para el Santo de Asís, la Creación es una manifestación de la bondad de Dios, una teofanía del Creador. Y, aunque lo compuso cuando ya estaba muy enfermo y prácticamente ciego, aproximadamente un año antes de su muerte acaecida en 1226, no por ello deja de transmitirnos su experiencia contemplativa de la Creación como icono de la belleza y bondad del Creador: “porque de ti, Altísimo, trae significación” (Cant. 4).
La Creación gime con dolores de parto (Rm 8, 22)
El dolor y la fatiga
Vivimos tiempos en los que nuestra relación con la “madre tierra”, como la llama san Francisco (Cant 9), dista mucho de ser vista como un don del Creador. Más bien nuestra relación con la tierra es vista y vivida como una fuente de bienes que pueden ser utilizados sin límite alguno. Nuestra relación con la Creación es, en muchas ocasiones, puramente antropocéntrica, sin tener en cuenta la dimensión teológica, y nuestro entender la ecología está muy lejos de ser integral. Pero lo cierto es que los recursos de la tierra no son infinitos y, unas veces por ignorancia, otras veces por negligencia y quizás muchas más por un implacable deseo de satisfacer sueños egoístas, estamos causando mucho daño a la Creación y con ello al mismo hombre que la habita. Pecados estructurales y ecológicos infligen dolor a la tierra y sus criaturas, incluida la propia humanidad. Se están perdiendo medios de vida debido al cambio climático; especies y ecosistemas se están extinguiendo; aumentan las víctimas de las industrias extractivas y combustibles fósiles; se deterioran sin parar bosques y suelos; se contaminan el aire y las aguas… La teología paulina nos abre las expectativas de un futuro mejor. Contempla ese gemido como el de una madre que está dando a luz, pasando una etapa de sufrimiento temporal en espera de una nueva vida.
Ecología teológica
San Pablo nos presenta la Creación como parte de la revelación de Dios. El Apóstol nos presenta la Creación como un icono del Creador y su ecología es una ecología teológica. La Creación espera con anhelo que se manifiesten los hijos de Dios (Rom 8, 19) El Cántico del Hermano Sol prefigura la Creación donde nos encontraremos en relación con todas las criaturas en un espíritu de reconciliación y de paz, de fraternidad, diría el Papa Francisco. San Francisco trae a nuestra conciencia que toda la Creación está cargada de la bondad de Dios para que ofrezca alabanza y gloria al Altísimo. Dios está con nosotros en los esfuerzos por responder a los desafíos del mundo en que vivimos (cf. Rom 8, 23), escribió san Pablo, recordándonos también que tanto la Creación como la humanidad están concebidas desde el principio en Cristo y se confían mutuamente.
Creación y encarnación
Como canto final de su vida, el Cántico nos revela la profunda reflexión de san Francisco sobre el misterio de la encarnación. Para él, es la encarnación la que da una idea de la bondad del mundo creado como el “sacramento” de Dios. La Creación y la encarnación están íntimamente unidas, de tal manera que no podemos comprender verdaderamente nuestra relación con la Creación sin comprender nuestra relación con Jesucristo. El Poverello experimentó que, cuanto más profundamente crecía en su relación con Cristo, más avanzaba en la relación fraterna con la obra de la Creación. San Francisco vivió su conversión ecológica porque fue cambiando su enfoque interno, desarrollando una conciencia nueva, en el sentido de percibir que todas las cosas, no importa cuán pequeñas o insignificantes pudieran parecer, compartían la condición de criaturas de la bondad primordial de Dios, que era a la vez la fuente de su propia existencia.
Somos las manos de Dios para la justicia global y cósmica. Como relata la Carta a los Romanos, la Creación está de puntillas esperando la manifestación de los hijos de Dios, los que se reconocen como criaturas y agradecen el don de la Creación, sintiéndose hermanos, familia cósmica, e interpelados a actuar con responsabilidad para que se manifieste la propia Creación como un reino de justicia (cf. Rom 8, 19). Las primicias de la esperanza (Rom 8, 3-25) La esperanza es fe en las cosas que no vemos, es saber que mañana puede ser mejor porque Cristo resucitó, venció todo mal, porque la Vida vence todas las cosas.
Las primicias de la esperanza hoy
Las primicias de la esperanza nacen cuando trabajamos juntos, en red, regenerando la paz y la armonía en la Creación y con la Creación, alimentando la coexistencia pacífica, la fidelidad, la honestidad y la transparencia en todo el cosmos; cuando escuchamos los clamores de la tierra y de los pobres; cuando atendemos las voces de nuestros vecinos globales impactados por el cambio climático; cuando acogemos las voces proféticas de las hermanas y hermanos marginados por su condición étnica; cuando tenemos en cuenta las inquietudes y el futuro de los jóvenes y los niños, y cuando aprendemos de los lentos y potentes ciclos de la vida. La esperanza brota de una lectura teológica de los signos de los tiempos. Tal lectura, iluminada por el Espíritu, nos llevará a la conversión ecológica, conduciéndonos a una comprensión y vivencia de nuestro ser una familia cósmica.
La acción animada por las primicias de la esperanza puede ser muy diversa: campañas de sensibilización; iniciativas de sostenibilidad; iniciativas educativas para ayudar a las comunidades cristianas a tomar conciencia de que el cuidado de la Creación es fundamental para nuestra fe; iniciarse en la oración desde la contemplación de las diferentes especies, ecosistemas y biomas; o a trabajar juntos con la Creación y con todas las criaturas por un futuro mejor. Sabemos que la conversión ecológica, a la que todos estamos llamados, es una metanoia, un proceso lento, pues no resulta fácil cambiar nuestras ideas, nuestros corazones y nuestros hábitos de vida. Puede que no comprendamos plenamente todo lo que está sucediendo, puede que no entendamos los caminos de Dios, pero estamos llamados a confiar y seguir con acciones concretas y sostenidas en favor de la Creación, siguiendo el ejemplo de Jesús, Redentor de todo el cosmos (cf. Rom 8, 25).
Esperanzados en un futuro mejor
Nuestra esperanza en un futuro mejor no es mero optimismo, ni positivismo superficial. No es aguadar milagros mágicos o ilusiones utópicas. La esperanza cristiana es la confianza en que nuestra acción tiene sentido, aunque los resultados de esta acción no se vean inmediatamente. Nuestra esperanza está arraigada en el carácter, las promesas y la acción de Dios (cf. Rom 8, 24). La esperanza nos la ha dado Dios como proyección y contra la futilidad y el sinsentido. Sólo a través de la esperanza podemos vivir el don de la libertad plena, la que nos permite elegir conscientemente un actuar, no sólo para lograr la prosperidad o el disfrute personal, sino para alcanzar el gozo profundo de sabernos constructores de un mundo mejor para todos, especialmente para los más vulnerables.
Paciencia, resistencia y esperanza
La paciencia y la resistencia están estrechamente relacionadas con la esperanza. Son cualidades que conducen a ella. Ya en la Carta a los Romanos, san Pablo las explica como un proceso en crecimiento: “La resistencia produce el carácter, y el carácter produce la esperanza” (Rom 5, 4). La esperanza activa en nuestras comunidades cristianas en un futuro mejor es un valor no monetario que tiene el poder de cambiar el mundo. Se manifiesta en el cuidado de la Creación, escuchando la voz de los pobres, oyendo los clamores de la tierra. Es como una semilla: hay que tener paciencia y nutrirla para que crezca. Todavía estamos a tiempo, aunque no podemos detenernos para no llegar demasiado tarde. La clave para un futuro mejor está en reparar la relación deteriorada entre los seres humanos y la tierra, las criaturas humanas y otras criaturas, los seres humanos y Dios. ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para que nuestra relación con la “hermana tierra” sea fraterna? ¿Cómo recuperar la visión de la Creación como “sacramento” del Creador (san Buenaventura)? Que el Señor, el único que puede convertir nuestro corazón, nos conceda el don de la conversión ecológica integral y teológica. Que san Francisco, patrono de tal ecología, nos alcance del Señor ese don. Con mi abrazo fraterno y con mi bendición.
Badajoz, 1 de septiembre - 4 Octubre de 2024 
Fr. José Rodríguez Carballo, ofm Arzobispo de Mérida-Badajoz

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