Soy un cura feliz¡¡¡ Hoy, 43 aniversario de mi ordenación sacerdotal

Hoy,  43 aniversario de mi ordenación sacerdotal
Hoy, 43 aniversario de mi ordenación sacerdotal Jose Moreno Losada

Soy un cura feliz y esperanzado. Dios me ha sobrepasado en todo y me siento agraciado y quiero ser agradecido con El y con todos vosotros. Este año en Madrid he ahondado en todo lo recibido y me he encontrado con el Maestro con tiempos sin prisas, a solas y en el anonimato de la urbe. Estoy renovado para seguir avanzando tras Él y con  todos vosotros. Gracias a la vida.Por todo lo vivido

Un año de profundización en el evangelio y en la espiritualidad sacerdotal:

parroquia
parroquia Jose Moreno Losada

A lo largo de este año de profundización, que no de ruptura, voy leyendo creyentemente el proceso de mi vida de fe y lo que ha sido la vivencia del ministerio a lo largo de estas décadas. Eso ha hecho que mirara al comienzo y me detuviera en los ideales que habitaban dentro de mí cuando recibí las órdenes sagradas, siendo todavía un joven de 23 años, un mocoso eclesial con aires de maestro y de pastor, es un decir nada más.

El sacerdote que yo quería ser en aquellos momentos de utopía y de ilusión era algo sencillo y fundamental, más o menos lo podría sintetizar de esta manera:

Deseaba ser:

  • - Un hombre de Dios y del pueblo.
  • - Persona del evangelio y de la vida.
  • - Seguidor de Jesús, en su modo de vivir, deseaba ser como él.
  • - Obediente y diocesano. Compañero verdadero en el presbiterio.
  • - Un trabajador en equipo apostólico, unidos, comprometidos, proyectados, con capacidad para ver, juzgar y actuar.
  • - Suelto de la familia y libre para la comunidad.
  • - Sujeto cercano a la gente, en medio de ellos, sintiendo con los pobres.
  • - Un sacerdote abierto y creativo, esperanzado y transformador, orante y activo. Celebrante de la vida.

Caminé en mis primeros años con la alegría y la ilusión de lo nuevo, gozoso, sintiéndome descubridor, con tintes de conquistador, hasta que se me fueron abriendo los ojos. Trabajé con celo y entrega radical, a lo loco. Y ahí fue cuando me llamaron para que profundizara en estudios en Salamanca. Iba para un quinquenio, pero a los dos años el obispo me pidió que volviera a la diócesis, porque me necesitaba en el seminario como formador y profesor. Fueron dos años, pero ahí está el germen de un modo de ser cura que nunca imaginé ni deseé, adentrándome en la teología y la docencia, aunque sin perder nunca el sentido comunitario, diocesano y parroquial.  Alguien me decía en estos días, que esa decisión del obispo, con mi obediencia, se convirtió en un punto de inflexión en mi vida. Yo digo, de broma, que allí me dieron un barniz que todavía me dura.

He vivido mi ministerio desde la secularidad en conexión con el mundo universitario, cultural, y desde ahí he sentido lo universal y he realizado tareas que no suelen ser las normales y cotidianas en un quehacer común del ministerio en los ámbitos parroquiales, sin dejar nunca de tener contacto con ellos. Ha sido el lugar y el proceso de una vivencia ministerial que me ha ligado con la iglesia, la sociedad, el mundo, la humanidad de una forma rica y plural, plenificante, aunque a veces nada fácil y con cierta soledad institucional.

He tenido conexión con la cultura, los artistas, los profesores, los jóvenes estudiantes, con Latinoamérica, con ONGs, con asociaciones, editoriales y escritores, con los movimientos apostólicos, con la conferencia episcopal, con las consiliarias de acción católica y todos sus movimientos, con las redes y los medios de comunicación social, con creyentes y no creyentes, con cristianos de distintas iglesias y seguidores de otras religiones, con obreros y empresarios, con políticos e inmigrantes, coros y cantantes, barrenderos y hostelería… y todos ellos me han hecho sacerdote y han enriquecido mi ministerio.

Me satisface que todos estos puntos de encuentro han ido enredando mi vida y construyendo esa red de comunidad eclesial que no está tocada por fronteras y limites, por leyes ampliadas y desmenuzadas, sino por el espíritu siempre con referencia comunitaria de una institución que hunde sus raíces en el evangelio, en el cuerpo apostólico y sobre todo en la roca inconmovible que es Jesús como buena nueva que no se acaba y que se manifiesta creativa y libre en la acción del Espíritu de la resurrección.

La vivencia de todos estos años ha estado marcada sorprendentemente no por mi perfección, sino por mi debilidad y mis fallos, pero con la voluntad suscitada por el espíritu de Jesús de vivir en la compasión y en la misericordia. Me he confundido, caído, herido, he hecho daño, quizá empujé cuando no debía y no callé cuando tenía que silenciarme… pero siempre venció el perdón y el deseo de rehacerme, levantarme, convertirme y seguir caminando, sin aceptar que todo había sido en vano. Fui descubriendo que la fuerza de Dios se realiza en la debilidad, también de Pepe Moreno. Y, sobre todo, que la gracia de Dios ha sobreabundado de una manera inimaginable en mi vida personal, sacerdotal, familiar y comunitaria. Lo digo en serio, si me pongo a contemplar desde el Espíritu mi vida, tengo que confesar que, aunque no me lo crea, soy el hombre y el cura más feliz del mundo. Estoy convencido que esto lo podemos sentir, y estamos llamados a que así sea, todos los sacerdotes diocesanos si logramos la mirada del Padre en nuestro corazón y nos dejamos definir por Él más que por nosotros mismos.

Ahora toca vivir el presente con todo lo recibido y agradeciendo la manera de ser curas que Dios nos ha ido dando y regalando a cada uno en su multiforme gracia para el envío apostólico de servir y ser para los demás y con ellos. Gracias por hacerme cura diocesano y regalarme tanto en esta vasija de barro tan pequeña y tan rota.

Oración del apóstol enviado:

Quiero ser como tú, reflejo de tu sentir y querer al pueblo, para ello te pido:

Que crezca mi presencia amable y cercana en medio de la comunidad para que todos me encuentren disponible y alegre.

Que nunca pierda el sentido del amor maternal, que, igual que tú Jesús has sido engendrado en mi corazón, yo colabore para que formes y configures a los que vienen a nuestras comunidades buscando tu luz y puedas nacer en ellos.

Dame la responsabilidad propia de padre, que pone delante a sus hijos de su propio interés y busca que todos crezcan en su ser y en su hacer, sin límites ni coacciones.

Que mis relaciones sean abiertas, entrañables y desde el corazón. Dame la gracia de generar, como tú, ambiente de confianza plena y de amor gratuito en nuestros espacios de iglesia y de mundo.

Que sepa alegrarme y felicitar, orar ante el Padre, desde todos los logros y acciones vivas de la comunidad.

 Que me deje interpelar y corregir, y que cuando yo lo haga sea desde tu amor y tu esperanza, llena de ternura.

Quiero buscar y profundizar en la vivencia de una afectividad y dedicación llena de amor, que las comunidades puedan sentir una entrega limpia a todos. Que puedan sentir que son mi familia y yo así lo viva.

Deseo cuidar el mundo de las relaciones familiares que han ido generándose en el vivir apostólico y eclesial, en el amor fecundo que genera tu evangelio y que nos hace hermanos para siempre.

Volver arriba