Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) "Recoged los trozos que han sobrado" Pobreza, exclusión y basura
Ahora cuando el calor del verano se hace favorable para los que encuentran más seguridad en las aguas y en la pateras, que en su propia tierra y pueblo. Ahora cuando los pueblos ricos de la tierra, a los que quieren arribar no sólo para ganar sino también para vivir, nos relajamos en el consumo del turismo. Ahora es tiempo para reflexionar en calma sobre nuestros modos de vivir, relacionarnos, consumir, así como de las políticas y las ideologías que se introducen y ganan adeptos frente a los pobres de la tierra, con la justificación de la racionalidad práctica de la riqueza. Escuchemos este evangelio desde esas aguas y esas orillas de vida y de muerte.
| Jose Moreno Losada
Domingo, XVII TIEMPO ORDINARIO
Evangelio: Juan 6,1-15
"...Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie»...
Recoged los pedazos que han sobrado
La economía de la salvación se extiende desde la propia creación, que lo es para la vida y la plenitud, pasando por toda la historia, hasta el final o consumación de todo en Cristo glorioso. En esa economía no sobra, no se tira nadie ni nada, todo está recogido y fundamentado en el corazón del Padre. Adentrarse en la lógica de ese don supone, además de generosidad, el cuidado y el sentido de todo sin desperdiciar nada. Todo lo hiciste porque lo amabas y todo lo sostienes en ese amor para que siga siendo. El cuidado de la creación es espiritualidad fundante de lo que se guarda y se cultiva, incluido en el ámbito de la fraternidad donde el compartir exige el no malgastar.
Ecología y basura: ¿Quién y qué sobra?
No es un hecho de vida al uso el que os comparto en la lectura de este texto evangélico, pero lo podemos entender fácilmente. Me muevo en comunión con espacios profesionales y con juveniles, noto como los creyentes que tratan de unir fe y vida están preocupados por lo que ocurre en el planeta y cómo afecta también a la humanidad. Repiten hasta la saciedad que todo está interconectado y todos necesitamos de todos. Últimamente respiran en el ámbito eclesial con cierta alegría y esperanza, movidos por dos textos sencillos como son las dos encíclicas que aquí referenciamos, Laudato si y Querida Amazonia, culminadas también por la de Fratelli Tutti.
Son encíclicas, dicen ellos, que son para el pueblo y atienden a problemas profundos y urgentes que están en sus corazones. Además, están elaboradas desde el diálogo y la escucha con la ciencia, la sociología, la economía. Son signos de una comunión ecuménica y plural para caminar juntos ante la realidad y proclamar un mensaje de esperanza y compromiso a todos los niveles para responder a las graves cuestiones de esta generación y de las que nos seguirán. En el caso de Querida Amazonia mucho más porque el papa recoge tal cual el trabajo del sínodo realizado en sinodalidad verdadera. Movidos por este espíritu nos pusimos a trabajarlas y a desmenuzarlas para que pudieran ser trabajadas en todos los niveles eclesiales: parroquias, movimientos, diócesis, clases de religión, encuentros juveniles… y haciéndolo desde la vida los testimonios. Una cuestión planteada es la que se refiere a la basura, a los desperdicios que se tiran: “«la Tierra, nuestro hogar, parece convertirse cada vez más en un enorme vertedero de basura», que «está íntimamente ligado a la cultura de los residuos, que afecta tanto a los seres humanos dejaron atrás cuando las cosas rápidamente se convierten en basura». A veces la basura es de humanidad…
Acabo de escribir los párrafos anteriores desde mi experiencia y al mirar la pantalla descubro en Facebook en la página de Santiago Agrelo este texto que no me resisto a transcribir para iluminar lo anterior:
«Las aguas del Mediterráneo central fueron ayer escenario del enésimo naufragio. Una patera intentaba llegar a las cosas italianas. La operación de rescate por parte del Astral, británico, de Open Arms, parecía tranquila. El mar estaba en calma. Día soleado, visibilidad. Entonces, sin contarlo, la catástrofe. En cuestión de diez segundos la patera se hundió antes de poder evacuar a los 47 ocupantes que, afortunadamente, ya habían colocado los chalecos.
Aisha estaba embarazada. La socorrista Amalia Soroeta la sostuvo en sus brazos hasta que llegó la zodiac. Viajaba con su hermana Agnes. El cansancio pudo con ella y tuvo que ser subida a bordo entre cuatro personas, inconsciente y con el temor de que estuviera muerta. “¡Abre los ojos, tose, no dejes de toser!” le pedía la enfermera Cristina Merino. Mientras, hombres agarrados a neumáticos, gritaban y pataleaban luchando por ponerse a flote. Se oían los lloros de un bebé. Se agarraban desesperados a un barco pesquero que se acercó al ver el drama, poniendo en peligro la estabilidad de este. El "Astral" no está autorizado a subir supervivientes a bordo y llevarlos a puerto. Su labor es localizar barcas a la deriva e informar a la Guardia costera. Solo en caso de peligro, como en este caso, pueden subirlos a bordo. Algunos de los pasajeros, que habían pagado 600 euros por el embarque, son: Oumou, de 33 años, que viaja sola desde Malí. Atrás deja un marido maltratador y dos hijos. Es víctima de un matrimonio forzado. Aisha, embarcó con Mohammed, de ocho meses y que fue rescatado temblando de frío. Ella es la mujer embarazada que quedó sin fuerzas. Mohamed, camerunés, 25 años, salió de su país hace seis años por miedo a la violencia que mató a su tío. Intentó atravesar por Melilla, pero no pudo. Ellos son la punta del iceberg de un drama que no queremos ver.
La economía de la salvación y los que no cuentan
Nuestro Dios, aunque podamos escandalizarnos lo es de los que no cuentan, dichosos los que no se escandalicen de él. Desde el factor determinante de que creó “ex nihilo”, la metafísica de lo que parece que es nada se convierte en el verdadero lugar donde se revela la grandeza y la verdad de nuestro Dios. Él eligió al pueblo más pequeño de entre los pueblos, al que no contaba, para hacerlo luz de las naciones y ponerlo en el candelero para que todos supieran que podrían salvarse. Cuando el pueblo por su engreimiento personal entró en la crisis y estuvo a punto de desaparecer, Dios con el resto de Israel abrió la puerta solemne a la historia de la salvación con el Kairós de Cristo. Lo hizo con ese resto insignificante que supo acoger la profecía de la salvación y reconocerla en un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Jesús no tuvo reino de riquezas, supo huir cuando lo quisieron dotar de poderes de este mundo y hacerlo rey. Su reino no era de este mundo, él había venido para los ciegos, los cojos, los moribundos, los pobres, para los que no cuentan. Y se adentró tanto en ese modo de contar y de abrazar que acabó preso de su amor frente a la injusticia y la desigualdad que mata y discrimina. Acabó siendo nada en la cruz, anulado en la simbología de los más esclavos y últimos. Sin embargo, ahí se reveló el Dios que exalta y da la gloria para siempre, y le dio el poder sobre todo poder, el nombre sobre todo nombre. Y es precisamente este poder el que se manifiesta en este evangelio sencillo del Jesús de Nazaret, ante la situación de pobreza, desvalimiento y hambre del pueblo, él invita a la calma. A sentarse todos en la hierba, a la misma altura, en grupos de comunidad, a compartir lo poco con la grandeza de lo humano y de la generosidad del corazón y ahí explotó el milagro de la salvación, el padre nuestro que se cumple en el pan nuestro partido y repartido. El pan de la igualdad y del amor fraterno. Un amor que no puede ser desperdiciado, tirado, perdido, sino que tiene que ser guardado, custodiado, animado, para que siempre permanezca y no se acabe.
Hoy la humanidad grita desde el mayor dolor de los que no cuentan y mueren en los umbrales de los ricos epulones que no tienen corazón, que tiran lo que les sobra y comen sin hartarse por su ambición. Ellos tienen modos contar que produce la muerte y el desperdicio hasta de lo más sagrado en la humanidad, los pequeños y los más inocentes que huyen buscando sobrevivir.
La invitación del evangelio a sentarnos en la hierba en grupos y compartir en comunión con la naturaleza es lo más propio de la sabiduría de los sencillos que saben vivir y amar, siempre esperanzados aun en el mayor dolor, queriendo llegar a otra orilla más justa.