Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) Vivir eligiendo en libertad (XXI Domingo T. Ordinario)
La elección no es la esencia de la libertad, aunque es condición para ella. Elegir es tarea, el don es la clave que nos permite resolver el dilema entre la vida y la carne, apostando por lo que realmente nos hace libres.
Quien tiene el don de la luz y la verdad puede vivir libremente incluso aquello que ha de hacer forzado por otros y por circunstancias externas. Dios es el referente de la libertad absoluta que entra en el juego de unas condiciones de determinación que no le son propias, con el deseo amoroso de liberar, sanar y salvar.
| Jose Moreno Losada
XXI TIEMPO ORDINARIO
Evangelio: Juan 6,60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, algunos de vosotros no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».
Elegir la libertad de la vida
Así ha sido en la historia de la salvación, ahí se ha ido mostrando como entran en juego dos libertades, la de Dios y la del hombre. El uno siempre en la dirección del amor que salva y libera, el otro agarrado en muchas ocasiones por la carne de lo inmediato y lo eficaz.
El pueblo ha dudado, no se ha fiado, no se ha dejado conducir por el amor fiel de su Señor. Rechazando el amor se ha esclavizado consigo mismo y se ha cegado muchas veces en un horizonte que no puede superar la muerte. Es la muerte la que nos expropia radicalmente de la libertad. Pero, aun así, el absoluto nunca se ha impuesto y ha aceptado incluso la negación de la criatura. Dios nunca renuncia a salvar en libertad.
Jóvenes que permanecen
En nuestra parroquia hemos pasado un tiempo en que era muy difícil convocar para procesos catecumenales de adolescentes, en los que recibieran sacramento de la confirmación. Cuando lo conseguíamos se despedían tras recibir el sacramento no acogiendo la invitación a continuar en procesos. En los tres últimos años algo está ocurriendo que cambia la perspectiva, hay jóvenes que están en procesos, con protagonismo real y con deseos de coherencia en su dimensión humana y creyente. En ese ámbito se sitúa este hecho de vida.
El próximo viernes tenemos una actividad que me produce un gozo especial. Se trata de un taller organizado por los jóvenes estudiantes católicos -tenemos tres grupos de revisión de vida- que, desde ellos mismos, junto al movimiento a nivel estatal, se están planteando el tema del cuidado y el autocuidado, para vivir la vulnerabilidad. Tras reflexionar sobre el tema en cuestión vieron la necesidad de contar con un experto que les ayudar a aclarar interrogantes que ellos mismos se habían planteado. Han organizado un encuentro y están convocando a sus compañeros de institutos y de otras parroquias para pensar juntos y actuar de un modo comprometido.
Me gusta esa cadencia de los movimientos de acción católica: Ver, juzgar y actuar. Un ver de análisis y profundidad que entra en las causas y las consecuencias de lo que está aconteciendo, de las luces y las sombras de esta realidad juvenil y sus emociones y sentimientos. Un juzgar de horizontes buscando claves de vida, apuestas profundas de las personas que quieren ser y construir, de las relaciones que son sanas y curan la vulnerabilidad con afecto y protección verdadera, de construcción de comunidad viva y esperanzada. Un actuar que sea concreto y verdadero, a pie de calle, instituto, diversión, parroquia, sociedad. Me alegra ver la profundidad y la ilusión con la que se adentran en un tema que les afecta y quieren abordarlo con juventud y ganas. Son jóvenes que buscan verdad y vida, que quieren elegir en la dirección que les hace libres por dentro y auténticos por fuera.
Para ser libres nos liberó Cristo
“Si quieres…” ahí está el eje vertebral de la invitación a seguir al maestro. Jesús, fiel al Padre, se descubre como autodeterminación de la Trinidad para mostrar el amor radical a la humanidad. El camino de esa libertad amorosa pasa por el vaciamiento total en bien de los que son condenados por el mundo, en la historia. El misterio de su libertad, de crucificado y resucitado, siempre presente nos rompe nuestros esquemas de sabiduría y poder. Siendo Dios, se despojó de su rango para entrar en la debilidad y la vulnerabilidad de las criaturas, adentrándose hasta la muerte, la del esclavo en la cruz. El Dios de la libertad crucificado como el esclavo.
Un crucificado se muestra para nosotros, en Cristo, como la clave fundamental de la libertad. Nadie le ha quitado la vida, sino que la ha entregado libremente. Dios hace del acto más destructivo y esclavo la señal más universal de la verdadera libertad del hombre. Jesús con la libertad que el Padre le ha dado se convierte, desde la cruz por el amor, en fuente de verdad y vida para todos los que sigan. Es nuestro poder frente al miedo y la muerte.
Seguirle es aceptar el proyecto de novedad humana en un modelo que rompe con toda atadura y esclavitud. El tesoro y el corazón se dirigen por un camino tocado por la cruz, la que se carga al aceptar que todo se puede vivir desde el amor y la entrega, que la alegría interior está en la coherencia que da la relación con el Evangelio, proclamado y vivido en lo cotidiano. El compromiso gozoso de querer ser auténticos y originales en el caminar de nuestras existencias, con sus límites y sus posibilidades. Perder el miedo a la muerte porque se ha encontrado la clave de la vida, cuando esta se entrega, y ya no puede someternos con sus amenazas de inseguridad y destrucción.
Somos afortunados en Cristo, donde el amor y la libertad se han fundido para siempre abrazados a lo más humano. Tenemos un modelo de referencia en la construcción de nuestro ser, una luz y una verdad que nos pueden ayudar a ver de un modo nuevo, a juzgar con la profundidad de la compasión y actuar liberados de todo miedo. Con El, somos tan dueños de nuestro existir que hasta las podemos entregar, como Él lo hizo. Lo sabemos, nada nos podrá separar de su amor manifestado en la cruz que nos hace realmente libres.